Amante Pueblo: Stand Up de corte peronista
Por Mariane Pécora
Irrumpe en escena hipermaquillada y con el pelo recogido “estilo Evita”. Lleva una planilla en la mano, celular en el escote, prendedores del Partido Justicialista y de Eva Perón en el portaligas, pollera corta con un tajo profundo en el costado, medias de red, tacos altos y una blusa de encaje que trasluce un falso corpiño talla 110. Se presenta como líder de una agrupación peronista ‘no orgánica’ llamada: ‘Amantes pueblo, unidas y organizadas venceremos a las esposas’, que brega por la incorporación de la figura de la amante en el Código Civil.
Carolina Iannuzzi, intérprete y autora de Amante Pueblo, es también su antítesis: delgada, corte estilo punk, piercing, poco maquillaje, sonrisa amplia, mirada penetrante y dueña una sagacidad innata: “Para mí todo es Patria o muerte, no me siento en el banco de suplente ni en pedo”, dice tomando distancia del personaje. Pero reconoce que la obra tiene un sesgo autobiográfico. Nació hace 29 años en el barrio de Saavedra. Comenzó a estudiar teatro a los catorce, en la escuela Casto Munita. Asegura que la pasión por la dramaturgia se la inculcó Claudio Yamaniel, su profesor de Literatura, que la dirigió en la obra de Tennessee Willians “Un análisis perfecto dado por un loro”. Pasó por la Universidad de Belgrano, la Escuela de Augusto Fernández y los talleres de Julio Bocca. A los 20 años quedó embarazada y eso significó un vuelco en su vida y un replanteo de sus aspiraciones actorales. Decidió no abandonar la actuación pero sí los divismos propios de la profesión. En esta reconciliación intervino la pluma de Augusto Boal, con él descubrió que el teatro podía ser un foro de participación y transformación social. Desde entonces, con la impronta de Teatro del Oprimido, transita distintas experiencias comunitarias: murgas barriales, teatro autogestionado y, desde hace cuatro años, dicta cursos de teatro en la unidad penitenciaria número 46 de San Martín en José León Suárez. “En mi adolescencia, soñaba actuar en el teatro San Martín. Terminé trabajando en la cárcel de San Martín. El mismo prócer pero en otra institución”, observa mordaz.
El orgasmo y la risa
-¿Cómo nace Amante Pueblo?
A Amante Pueblo la escribí en un momento en que tenía el corazón destrozado, tras de una experiencia breve pero muy intensa que no pude sostener. El año pasado retomé el texto y me divirtió la idea de jugar a la amante en la ficción, entonces me nutrí de experiencias de amigas y le incorporé el tema de la militancia. Lo hice porque amo el humor y creo que la risa es como un orgasmo: sanadora.
-¿Qué hay de Boal en Amante Pueblo?
Creo que es la cuestión participativa con el público. Podría haber hecho Amante Pueblo buscando otro recurso, por ejemplo, en el consultorio de un psicólogo. Pero ahí está la cuarta pared. Ahí el público no existe.
¿Vodevil, unipersonal, Stand Up? En Amante Pueblo conviven los tres géneros y ninguno. El personaje se metamorfosea, entabla un monólogo desopilante e interactúa con el público. La complicidad se establece a partir de la sátira política: “Una Amante pueblo es una militante contemporánea; una madre soltera de clase media; una mujer que se codea con la crema del mundo de lesa humanidad y derechos humanos, pero que no sale en 678 contando su historia de vida, sino que le tiene que pedir plata prestada a su terapeuta para pagar Telecentro”. La condición para integrar Amantes Pueblo es tener un Él propio: “Cristina tuvo a Néstor, Eva a Perón. Cada una con su Él, porque nosotras somos a través de otro”, razona el personaje, al tiempo que insinúa que su amado es Boudou.
La estética de Amante Pueblo no es la contracara del feminismo, sino un camuflaje. La exacerbación de la feminidad, hasta convertirla en un artificio, juega de contrapunto en el discurso: “…Hay gente que dice que no tenemos amor propio, eso es una boludez. Precisamente, porque tenemos amor propio es que luchamos por nuestros derechos. Hace poco vinieron a una reunión unos investigadores del Conicet. Nos están estudiando como fenómeno. El trabajo se llamará El colmo del patriarcado”.
Del absurdo a la crítica social
La broma se gesta en la superposición de elementos antinómicos. Amante Pueblo es una mujer-objeto, ‘cosmiatra’, hija de una ex militante montonera, y lidera una agrupación peronista cuya unidad básica funciona en una peluquería. Desde allí entabla una lucha absurda, que se reduce a juntar firmas en una planilla, para conquistar los mismos derechos que las esposas. En la reivindicación que el personaje hace de su condición, se percibe una velada crítica al asistencialismo y a la militancia vacua: “Somos la organización que faltaba: las hijas bastardas del amor, que también queremos tener nuestros derechos. Somos las fuertes, las solas, las idealistas. Somos las que bancamos la casa con planes sociales y trabajos que no nos gustan. Somos las que con arroz y tres verduras te preparamos un plato gourmet, y somos las que no tenemos la viveza de ponerle a ese menjunje un nombre turístico y venderlo en Palermo Soho”.
La parodia da sentido crítico a la obra y se cristaliza en la representación burda del espíritu clientelar que caracteriza a la mayoría de los partidos políticos, en particular al peronismo: “El otro día Él me preguntó si sigo haciendo teatro, y yo le respondí, entonces Él me dijo: ¿Teatro en la cárcel? ¡Guau! ¿Y conseguiste un subsidio o vas a través de Madres? ¿O del Ministerio? ¿O del Vatayón Militante? ¡¿Vas como Voluntaria?! (…) Entonces yo aproveché y le pregunté si Él nos podía ayudar. Y Él me dijo: Perdóname, gorda, pero no hay presupuesto. Veo si te puedo sacar algo de la caja chica para los viáticos. ¿Tenés una carpeta o algo de tu material para mandarme? Y yo le dije: Ya te dejé 14 carpetas. Sí, 14. Eran todos proyectos de teatro, uno para hacer teatro con los Qom, otro con los presos de Formosa, otro con los niños desnutridos de Tucumán (…) ¿No viste ninguno? Le pregunté. Y Él me dijo: Perdoname, gorda, es que estoy a full. Ahora cuando vaya a la ‘ofi’ trato de conseguirte una entrevista con el asesor del asistente del puntero del pedicuro de Alicia, que anda en esas cosas”.
Lejos de lo que se pueda imaginar, Carolina Iannuzzi se define como una militante Nac y Pop, admiradora acérrima de Eva Perón. Para ella, el humor y el absurdo son herramientas que ayudan reflexionar sobre las conquistas, los errores y las necesidades en el campo popular. De hecho, muchas de las puestas de Amante Pueblo las ha realizado en locales de extracción kirchnerista.
– ¿Cómo recibe el público a Amante Pueblo?
-En este momento de tanto fervor entre oficialismo y oposición, todo el mundo me dice cosas distintas. Hay un público peronista que se siente identificado con eso de la lucha por conseguir un local, por ejemplo, y se toma con humor hasta lo que puede ser una crítica fuerte. No faltó quien me dijera que la obra “es casi gorila”, porque critico demasiado al peronismo. También, me acusaron de oficialista… Creo que el público reacciona de acuerdo a la subjetividad social del momento.
– ¿Llevaste Amante Pueblo a la cárcel?
– Claro. Y al contrario de lo que pasa en todas las otras funciones, cuando pregunté si alguno había tenido un amante -que es algo que jamás nadie se atreve a responder-, en la cárcel hombres y mujeres levantaron la mano y empezaban a dar testimonio. Más que una función fue un debate.
Para mí, la cárcel es como una biopsia de la sociedad. El machismo está muy instalado, incluso entre las mujeres. Ese día, una piba de veinte años se plantó y contó que tenía esposo, novio y amante ¡Imagínate la reacción de los varones! Y la flaca los enfrentó: ¿Qué? ¿Vos si tenes esposa y dos amantes sos un campeón? Y yo, si tengo un par de amantes, ¿soy una flor de puta? Se planteó un debate sobre la cuestión de género que fue genial. Porque después todos firmaron el petitorio. Es más, una de las pibas me dice: “mira, ¡eh! Amante, yo te firmo el petitorio y me junto en tu organización cuando salga de cana. Pero, ¿sabes qué? Vos tenés que dejar a ese chabón, porque ese chabón está de re vivo y te esta re usando, boluda…” ¡Fue genial!, porque ellos dirigieron todo el tiempo al personaje. No a Carolina, la profesora que se disfrazó. Eso para mí fue una función completamente colectiva. No llegué a hacer la obra completa, porque se dio otra cosa. Además, todo lo que hay en la obra de humor político partidista a ellos les es ajeno, porque están totalmente marginados de lo que pasa afuera.
La biopsia de la sociedad
24 kilómetros separan José León Suárez del Congreso de la Nación. Alrededor del mítico basural que inmortalizó Rodolfo Walsh en Operación Masacre se alza el penal de San Martín. Olores nauseabundos. Ratas. Falta de agua potable. Todo integra la cotidianidad de la vida carcelaria, donde gran parte de la población es analfabeta o semi-analfabeta.
La Unidad Penitenciaria 46, está integrada por dos sectores: el femenino y el masculino. El femenino cuenta con 4 pabellones y el masculino con 10. Hace cuatro años, Carolina Iannuzzi y Mercedes Ferrería dictan un taller de teatro intramuros. “Los dos primeros años se nos autorizó a trabajar únicamente con las internas. Después, hicimos un quilombo bárbaro, hasta que logramos el taller mixto”, apunta.
La primer parte del año se trabaja con el objetivo de fusionar al grupo, a través de ejercicios de entrenamiento, donde se pone énfasis en el respeto por el cuerpo. “Ahí es cuando nos encontramos con cuerpos mutilados, pero con todas sus partes, explica Carolina. “Más allá de los tatuajes tumberos, más allá de las cicatrices, el cuerpo tiene que pasar desapercibido, no hay que mostrarse. Y el teatro te está diciendo: tenés que mostrarte. Tenés que exponerte. Entonces rompés una estructura muy grande. Está el que se lo banca, y el que no. Por eso en esta etapa se trabaja mucho con la improvisación y con los juegos teatrales”.
La segunda etapa consiste en la interpretación, pregunto. Recibo una respuesta contundente: “Existe una tendencia, muy europea, que considera que enseñar teatro es llevar la alta cultura a la cárcel. Entonces literalmente trabajaban con Becket, con Brech, con Shakespeare. Me encantan estos autores, pero prefiero trabajarlos de otra manera. Prefiero que ellos reconstruyan estas obras desde sus propias vivencias, que usen esta disciplina para conocerse más a sí mismos”. Carolina, generó una reflexión colectiva acerca del machismo a partir de la libre interpretación de Lisistrata.
La Casona Feliz, Dady Chotti, Bar los Amigos y Esperando el ‘60, son las obras que surgieron de la creación colectiva en el taller de teatro en estos cuatros años. En cada una de ellas, el grupo participó en la elaboración del guión. Y la escenografía la confeccionaron los talleristas reciclando basura que, por esas tierras, es lo único que abunda.
Vale aclarar, que Carolina y Mercedes (al igual que el personaje de Amante Pueblo), dictan el taller de teatro en Pabellón 46 en forma voluntaria, sin cobrar un peso, con la única convicción de que el arte es una herramienta de liberación y resistencia. Por lo demás, Carolina sobrevive trabajando en un consultorio médico.
Por Faceboock y a la gorra
Amante Pueblo se presenta en centros culturales barriales, bares, locales partidarios, centros penitenciarios y, eventualmente, teatros. Carolina Iannuzzi, actúa en cualquier espacio donde “haya movidas culturales, público suficiente y esté permitido pasar la gorra”.
Pueden contactarla en: [email protected]
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