La Otra Historia de Buenos Aires

Segundo Libro

PARTE XXIV C

La Virgen de Luján

por Gabriel Luna

Octubre de 1671. Gregoria Silveira Cabral y Ana Matos Encinas salen de Buenos Ayres en la carroza del Obispo. Tras las ventanillas, el ejido destaca como un conjunto interminable de cardos con flores azules, rumor de cigarras, mucha luz entre tonos verdes y ocres, animales pastando. La carroza tirada por dos caballos transita sin sobresaltos el camino real. Hay un enjambre de mariposas, temperatura agradable. Pero no se trata de un paseo ni de un viaje familiar. Las mujeres no son parientes, tampoco amigas. Viajan juntas porque el obispo Cristóbal Mancha les ha encomendado una misión específica. Y aunque no son parientes ni amigas, están relacionadas y son muy próximas en el entramado de la elite porteña y sus intereses.

Gregoria Silveira fue la señora de Amador Rojas Acevedo -contrabandista de esclavos y después dedicado a las vaquerías- hasta que éste, por celos y resentimientos, le dio seis estocadas dejándola al borde de la muerte y se fue a vivir a la casa de Tomás Rojas Acevedo, su hermano. Gregoria Silveira tardó varios meses en sanar y más de diez años en anular el matrimonio con Amador Rojas y recuperar la dote, tras un juicio controvertido donde intervino a su favor el ubicuo obispo Mancha.[i]

Ana Matos Encinas fue la amante de Tomás Rojas Acevedo -vehemente contrabandista de esclavos-, el hermano de Amador. De modo que, de no haber mediado las estocadas y la legítima esposa de Tomás Rojas, las mujeres podrían haber sido cuñadas. Pero no fueron familia y tuvieron de hecho modos de vida diferentes. Ana Matos es más sensual y mística; Gregoria Silveira, más religiosa y apegada a las reglas. En cambio, la afición al contrabando de los Rojas sí es familiar y también propia de la elite porteña; el abuelo de los hermanos fue nada menos que Diego Vega, el ideólogo y fundador del tráfico esclavo en el Río de la Plata. Tomás fue un contrabandista intenso y Amador no tanto; tras varios negociados con los gobernadores Lariz y Baigorri, Tomás fue expulsado del Río de la Plata pero siguió activo; mientras que Amador, cuando tuvo un duro revés en Perú dejó el contrabando, apuñaló a su mujer, y se dedicó a la política y a las vaquerías. Las dos mujeres fueron abandonadas por los Rojas, una por resentimiento y la otra por el exilio, pero eso no las hizo amigas.

La carroza llega a los campos de Oramas y pronto encuentra un séquito de campesinos. Los caballos trotan, van al paso, se detienen frente a una chabola de adobe y ramas. Allí esperan las mujeres de los campesinos, Juan Oramas, el Negro Manuel, un esclavo sexagenario dedicado al cuidado de la Virgen, y dentro de la chabola la imagen de terracota, rodeada de flores silvestres y recién aderezada por el Negro Manuel. La imagen, como si se tratara de una actual muñeca Barbie, tiene un ajuar de túnicas, hábitos y ornamentos que Manuel limpia y coloca según la ocasión, su devoción y fantasía son como los de una niña que juega, pero este juego de la muñeca milagrosa no termina en la niña, se extiende a la comunidad como una droga.

Ana Matos y Gregoria Silveira reciben la imagen entre avemarías y colaciones. Y la Virgen es instalada de pie sobre el techo de la carroza del Obispo, como yendo en procesión, y vigilada por el Negro Manuel desde el pescante. Un círculo de manos y pies descalzos la despide, cae de rodillas. Los caballos no se mueven. La imagen había sido traída a este lugar hace cuarenta años, dicen que la Virgen eligió el lugar, que venía en una carreta y detuvo a los bueyes para quedarse. Ahora los campesinos detienen los caballos. ¿Será lo mismo? ¿Qué pasó realmente? La verdad es que las vírgenes de barro no pasean en carretas eligiendo lugares donde quedarse. La imagen fue traída por Bernabé González Filiano -el padre de Juan Oramas- con un propósito específico. González Filiano era contrabandista, yerno del feroz esclavista Simón Valdez -que malversó los fondos de la Real Hacienda para iniciar el tráfico en el Río de la Plata-, ahijado de Juan Vergara y amigo de Diego Vega y de Sebastián Orduña -gran contrabandista que tenía en sus estancias a la Virgen de Copacabana-.[ii]

Las imágenes religiosas eran para la época como la “realidad” de la televisión actual, esa posverdad que el Poder genera y necesita para dominar y explotar a la gente. En este caso los explotados son los esclavos, los indígenas y los campesinos. Aquí la posverdad de las vírgenes actúa para los explotados como una protección, como una esperanza de dicha eterna (Ya veremos más adelante como actúa en las señoras de la carroza). Hacía falta la bondad de una Virgen para soportar la crueldad del explotador, era un aliciente para los pobres tener una Virgen en el territorio, se sentían protegidos, mejoraba el trabajo, y por eso los explotadores: los curas, los mercaderes, los militares y los políticos instalaban vírgenes en sus fundaciones.

Bernabé González Filiano invirtió parte de la herencia de su suegro Simón Valdez en comprar siete estancias en el río Luján, para hacer puertos clandestinos, manutención de esclavos, y seguir dedicándose al contrabando. Empezó a poblarlas en 1630, cuando trajo veintisiete esclavos de Brasil y además la imagen de terracota de la Inmaculada Concepción. La Virgen “hizo” una serie de milagros, el negocio progresó, hasta que fue cayendo hacia mediados de siglo, y de las siete estancias de Filiano sólo quedó el campo con la ermita heredado por Juan Oramas.

La carroza del Obispo sale del campo de Oramas, cruza otros campos, y llega con la Virgen de estandarte a las tierras de Ana Matos Encinas donde ya se han iniciado las obras de la Fortaleza. Hay alrededor de quinientos indígenas -misioneros y quilmes- y esclavos empeñados en zanjas, terraplenes, hornos de ladrillos, muros y baluartes. Todos miran a la Virgen, que sobrevuela entre ellos desde la altura de la carroza, muchos se persignan desde los cimientos de la alcazaba. Y la posverdad comienza. La imagen protegerá y dará dicha eterna a quienes sean explotados y construyan o vivan en este lugar para defender los bienes e intereses del Imperio. En el Nuevo Mundo la Virgen se relaciona con los indígenas y esclavos a través de la protección.

¿De qué manera se relaciona la imagen con la elite porteña? ¿Qué función cumple en la elite? Más allá de facilitar la conveniente explotación, la Virgen de la Inmaculada Concepción se asocia en este sector -lo mismo que en Europa- con la limpieza de sangre y las guerras religiosas. La limpieza o pureza de sangre ratifica en las colonias la pertenencia al Imperio. Se discrimina al judío, al moro y al protestante, pero también se diferencia a los nobles de la plebe. La sangre transporta y reproduce la vida, lo mismo que las mujeres. Pero hay dos interpretaciones del dogma. Y las interpretaciones, que son opuestas entre sí, están precisamente encarnadas en las dos mujeres -ambas de “buena” familia- que viajan en la carroza.

Gregoria Silveira Cabral encarna la descendencia con limpieza de sangre, basada en el matrimonio bendecido por la elite y la Iglesia; y Ana Matos Encinas encarna la relación conveniente y libre, no bendecida pero placentera, con los notables de la elite. Gregoria Silveira tuvo tres maridos; Ana Matos sólo uno pero tuvo muchos amantes. Gregoria no tuvo descendencia; Ana tuvo tres hijos naturales sólo con Tomás Rojas Acevedo; tuvo otros con distintos amantes, y uno con el lúbrico gobernador Dávila, relación que compartió con su mentora, la gran cortesana de Buenos Ayres, María Guzmán Coronado (quien ha sido detallada en el Primer y Segundo Libro de esta Historia).

María Guzmán y Ana Matos interpretan el dogma de la Limpia Concepción como una bendición de la Virgen que las libra del pecado extramarital -habida cuenta del aislamiento y la escasa población de la Aldea- para concebir y generar una adecuada y conveniente elite porteña.

La carroza llega a destino en el casco de la estancia de Ana Matos. Una mariposa aletea en la ventanilla. Gloria Silveira suspira. Empezará la parte secreta de la misión del Obispo. El trabajo más delicado y los acuerdos.

Las mujeres van a urdir los milagros de la Virgen.

 

(Continuará)     

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[i] Ver este episodio en La Otra Historia de Buenos Aires, Segundo Libro, Parte XXII B, Periódico VAS Nº 105.

[ii] Todas estas personas fundaron a principios del siglo XVII una organización criminal llamada “El Cuadrilátero” dedicada al contrabando de esclavos en el Río de la Plata, y también un partido político llamado “los confederados”, que sostenía el contrabando y la desigualdad en la Gobernación. Las luchas entre “beneméritos” y “confederados” y entre obispos y gobernadores, forjaron Buenos Aires y están consignadas en La Otra Historia de Buenos Aires, Los cien primeros años, Primer Libro, Ed. Punto de Encuentro, Periódico VAS Nº 1 al Nº 25.
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La Otra Historia de Buenos Aires. Libro II (1636 – 1737)

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