Zoom Histórico: Pizzería Las Cuartetas

Por Gabriel Luna

Av. Corrientes 838 -entre Suipacha y Esmeralda-

El 20 de octubre de 1580, Don Juan de Garay reparte los solares de la futura ciudad de Buenos Aires. Pedro Morán recibe para residencia la esquina NE. de las actuales calles Florida y Rivadavia y para quinta la manzana N°213 –que es la que nos ocupa- limitada entre las actuales Corrientes, Suipacha, Esmeralda, Sarmiento, donde cuatrocientos años más tarde funcionaría la pizzería Las Cuartetas. No hubo pizza ni pan en la aldea hasta el 1600, cuando dos hermanos flamencos instalan una molienda de trigo para hacer pan (la pizza vendría muchos años después). En 1617 se instalan en el riachuelo Las Conchas varias tahonas para moler trigo y en 1670 hay un auge exportador de harinas, tasajos y cueros a Brasil y Europa. En 1738 la actual calle Corrientes se llamaba San Nicolás. En 1778 la calle San Nicolás entre las actuales Suipacha y Esmeralda, tiene pulpería, carpintería, un tambo, zapatería, y un caserón. Son construcciones simples de adobe y paja, salvo la pulpería que tiene techo de dos aguas, y el caserón de ladrillos y techo de tejas. No hay diferencia entre calzada y acera, la gente en el verano ejerce sus oficios en la calle entre vendedores ambulantes, carruajes y lavanderas. En 1856 la calle ya se llama Corrientes, tiene empedrado, alumbrado a gas, varias casas de dos plantas, almacén, tienda, la pulpería con sus toneles sobre la acera, una caballeriza, y el tambo. En 1870 el tambo desaparece y da lugar al almacén Suizo de los hermanos Barbieri. Recorriendo la cuadra hay dos almacenes, la tienda, una casa de fotografía, una fonda de artistas, la caballeriza de Vicente Collín, varios terrenos baldíos, un periódico llamado El Censor, muy frecuentado por Sarmiento, y la casa de consignaciones de Marcenaro, donde actualmente está Las Cuartetas. Llegando a Esmeralda, hay una confitería con ese nombre en la esquina SO., un almacén en la esquina NO. que se convertiría en el famoso café Guaraní, un billar al NE., y al SE., en la esquina cosiderada hoy como “la más porteña de la ciudad”, lugar mítico y metafísico de Buenos Aires, hay una herrería y un corralón. En 1882 nació la primera pizza del país, su autor fue el napolitano Nicola Vaccarezza que alquilaba un horno para hacer pan en el barrio de La Boca. La pizza era por entonces un alimento austero preparado con cebollas, ajos y aceite de oliva. 1890. La Argentina está en pleno auge agro-exportador, la riqueza fluye de la Pampa Húmeda, se procesa en las industrias de alimentos, y se derrama en la ciudad de Buenos Aires que ha triplicado su población en menos de veinte años. En nuestra cuadra, la caballeriza de Collín se ha transformado en el gran teatro Opera, y el almacén Suizo en la pastelería de Reibaldi y Gandini, famosa por su pan dulce. Hay dos edificios nuevos de cuatro plantas, nace el bar Guaraní. Y la confitería Esmeralda ahora es un local de lujo llamado El Buen Gusto donde se reúne “la elegancia porteña” a tomar aperitivos. Pero la transformación más radical fue la de la mítica esquina de Corrientes y Esmeralda: donde estaba la herrería y el corralón hay un complejo teatral, hotelero y comercial. El hotel se llama Royal, el teatro: Odeón, y el bar nocturno ubicado en el sótano: Royal Keller. En el 1900 los pizzeros del barrio de La Boca aportan otros gustos, Ravadero hace una pizza con tomate natural y ajo picado, y Banchero crea una especialidad vigente hasta nuestros días: la fugazza con queso. En 1920 la cuadra que nos ocupa tiene cuatro edificios de estilo. La familia Carbone compra la casa de consignaciones de Marcenaro e instala una imprenta. Frente a la imprenta funciona el Tabarís, un club nocturno para comer excelentes platos, disfrutar de fabulosos espectáculos europeos, de la orquesta de Francisco Canaro; y donde todo es alegría y “manteca al techo”, champagne francés obligatorio, y las poupés, bellas señoritas polacas y francesas, de compañía. En suma, la cuadra era una fiesta: Gardel y Razzano tenían mesa reservada en el Guaraní después de actuar en el teatro Esmeralda, que hoy se llama Maipo. Edith Piaff, Josephine Baker, Maurice Chevalier, el Follies Bergere, el Lido de París, actuaban en el Opera o en el Tabarís. En el Odeón se realizaban las primeras exhibiciones cinematográficas. Y la bohemia se reunía en Los Inmortales, en la fonda de artistas, o en el Royal Keller frecuentado por el grupo literario Martín Fierro integrado, entre otros, por Florencio Sánchez, Macedonio Fernández, Leopoldo Marechal, y Raúl Scalabrini Ortiz. Fue precisamente Scalabrini Ortiz, en su libro “El Hombre que está solo y espera”, quien ubicó al hombre arquetipo de Buenos Aires en la esquina de Corrientes y Esmeralda. “Ese hombre está en el centro de la cuenca hidrográfica, comercial, sentimental y espiritual del país. Todo afluye a él y todo emana de él. El hombre de Corrientes y Esmeralda es el pivote en que Buenos Aires gira”, explicó. En 1930 ocurrió en Nueva York una crisis financiera –la primera del capitalismo-  que afectó al mundo y tuvo su reflejo en la calle Corrientes. Se demolió toda la línea de edificación correspondiente a su acera norte desde Callao hasta Leandro Alem. El ensanche de Corrientes, que se complementó con la construcción del subte B bajo su calzada, no ocurrió tanto por el anhelo de sus vecinos sino más bien por la necesidad de hacer obra pública para dar trabajo a los desocupados por las empresas privadas quebradas en la crisis financiera. A partir de entonces el lugar cambió de fisonomía y de carácter. Con el ensanche y el subte, Corrientes se convirtió en paseo de la ciudad y encubrió su característica nocturna de bohemios, reos y cajetillas. Muchos de los cafetines, de las tanguerías, y de los teatros, se transformaron en pizzerías, restoranes y cines. Un ejemplo de la transición es la pizzería fundada por un catalán, Espinach, y un vasco llamado Urcola. El local ubicado en Corrientes y Libertad trae la tradición del barrio de La Boca y un toque de cafetín literario porque uno de sus clientes, Alberto Vaccarezza –curiosamente apellidado como el primer pizzero del país-, escribe cuartetas espontáneas en las paredes. El público llamó al lugar “la casa de las cuartetas” y los dueños lo bautizaron Las Cuartetas. 1936. Donde estaba la fonda de artistas se levanta el cine Gran Rex, desaparece El Guaraní, surgen varios edificios de oficinas, otro cine; y en Corrientes 838 la pizzería Las Cuartetas se instala en el local que ocupaba la imprenta. En 1940 la pizza era de molde y había sólo de anchoas, napolitana, y mozzarella, nos cuenta hoy Antonio Vázquez, apoderado de la casa. Las Cuartetas impuso la moda de comer porciones de “dorapa”, tomar moscato, y de postre sopa inglesa. Eran clientes Enrique Muiño, Elías Alippi, Francisco Petrone, llegaban de madrugada como fantasmas. En 1957 los empleados compraron a Espinach y Urcola el fondo de comercio y formaron una S.R.L. vigente hasta hoy. El lugar, con varias ampliaciones y reformas, aún conserva los mármoles originales de sus mostradores y también el olor y el sabor de entonces, como una porción humeante de glamour y bohemia.