VAS a Bolivia 3

por Rafael Gómez

¿El pueblo hace la cultura, o son las corporaciones y las elites de turno? En Argentina, las elites criollas han ocupado el lugar del conquistador reproduciendo las relaciones coloniales. Y las corporaciones han ocupado el lugar de los galeones y la Corona. Entonces la “cultura” de las elites y corporaciones, compuesta por la educación, la economía, y el espectáculo, sirve para sostener esos puestos de poder. No libera, ata. ¿Puede considerarse cultura un sistema de dominación? No. Se entiende por verdadera cultura un sistema que libera y sirve al crecimiento individual y colectivo de los ciudadanos. Entonces, ¿dónde se produce la verdadera cultura? La verdadera cultura la produce el pueblo en los márgenes y en las grietas del sistema dominante. Hay que salir a encontrarla.

Salir a encontrarla, tal vez sea la causa profunda de este viaje. Salir supone alejarse de la no cultura. Diferenciar. Mirar el camino, los espacios nuevos. Oír otra gente. Encontrar. Hacer puentes entre lo que se produce en los márgenes y en las grietas del sistema dominante.
Capital de Santiago del Estero, jueves 16 de mayo, 20 horas.
Entrevista con Elsa Trejo, profesora de Lingüística, Sociolingüística y Política, en la Universidad de Santiago. “Desde la antropología se dice que siempre se produce cultura, ahora, lo que no sucede es la legitimación de determinadas culturas o productos culturales, el uso o mal uso que se hace del patrimonio cultural de los sectores llamados subalternos. Muchas veces, se lo aprovecha y tergiversa en función de los intereses del mercado de consumo capitalista, García Canclini es un autor que trabaja al respecto”, dice Elsa Trejo. ¿Puedo aplicar lo que decís al Centro Cultural del Bicentenario (CCB)?, le pregunto a Trejo. Recién llego del CCB y me dio la sensación de estar en un Shopping, en un no lugar. “Precisamente: el CCB está tercerizado”, responde Elsa Trejo. “Sé que han hecho salas en donde exponen cosas llevadas de distintos museos: el Arqueológico, el de Bellas Artes, el Histórico. Eso no gustó a muchos porque aquello que es patrimonio del Estado se convierte en negocio privado”. Suele creerse que la cultura nace en las ciudades con ese tipo de negocios, le digo. Es un error confundir los grandes espectáculos de entretenimiento y la tecnología con la cultura. “Coincido con vos, por eso creo que los sectores dominantes legitiman y presentan como cultura aquello que se hace en los grandes centros urbanos, o si vuelven sus ojos hacia el Interior es para presentar el quehacer cultural como algo exótico, ajeno o llamativo, con la mirada que tenían los grandes centros colonialistas sobre lo oriental en el siglo XIX, por ejemplo”. Y debería ser distinto, le digo, porque la cultura surge de la vida social y no hay mucha vida social en el centro de las ciudades. Sí hay grandes espectáculos catárticos que sirven de negocio a las corporaciones, y de contención y manipulación a los políticos. Pero eso no cuenta como cultura. “Si toda acción social se considera cultura, debería contar”, tercia M. “Lo que hay que considerar es la diferencia entre cultura popular y cultura dominante”, explica. Son entidades opuestas que se distribuyen en el territorio, pienso, que tienen efectos distintos, pero que también se mezclan. Cuando llegamos a Santiago desde Santa Fe notamos un cambio en la toponimia. Los nombres de los pueblos en Santa Fe honran a colonizadores, terratenientes, mujeres de la elite criolla. Y en Santiago aparecen nombres impersonales que describen el lugar, a veces en quichua. Pueblos como Añatuya, Telares, Atamisqui, Suncho Corral, Brea Pozo… Respecto a la sociedad santiagueña y la lengua quichua, ¿cuál es la interacción cultural que destacarías? ¿Hay prácticas bilingües en las escuelas? ¿Hay una relación cultural honda en el folclore? ¿Hay una cultura viva con presencia de pueblos originarios? “Aquí hay una población bilingüe quichua-castellano muy importante, especialmente en la zona rural. La lengua quichua se transmite aunque los adultos quieran evitarlo. Los niños de los parajes rurales monte adentro la aprenden y la practican entre ellos, pero la educación formal le da muy poco espacio y valor a este saber. Aunque la Ley Nacional de Educación, promulgada en 2006, instaura la Educación Intercultural Bilingüe (EIB): ‘para garantizar el derecho constitucional de los pueblos indígenas a preservar su lengua, su cosmovisión e identidad étnica; y promover un diálogo mutuamente enriquecedor de conocimientos y valores entre los pueblos indígenas y poblaciones étnica, lingüística y culturalmente diferentes’. Y aunque una Ley provincial hace alusión, pondera y establece la EIB”, continúa Elsa Trejo, “porque: ‘asegura el derecho de los Pueblos Originarios y comunidades migrantes a fortalecer y recrear sus pautas culturales, sus lenguas, sus cosmovisiones, sus tradiciones, identidades étnicas’ y etcétera, etcétera… Lo cierto es que, efectivamente, se hizo muy poco. El quichua sólo se enseña en un par de escuelas del interior de la provincia”. Hicimos un silencio elocuente. “¡Sin embargo! La poesía en lengua quichua se vuelve canto en boca de referentes del folclore”, se anima Elsa. “Hay una trayectoria de composiciones de hondo sentido poético escritas en esta lengua; aunque algunas posturas reduccionistas las releguen al costumbrismo localista o las mitifiquen”. Silencio. “¡Ah!, y con respecto a las etnias en la provincia, en los últimos años hubo un autorreconocimiento identitario y la constitución de grupos originarios como los tonokotés, por ejemplo, que de este modo, se convierten en sujetos de derecho. No obstante, tanto para los grupos étnicos como para el campesinado, siguen sin resolverse muchas situaciones de despojo y carencias, como el tema de la tenencia de la tierra, el agua o el ingreso a fuentes laborales genuinas y no tener que migrar a trabajar para las compañías agrícolas multinacionales”. ¿Crees que la supervivencia de la lengua quichua sea un rasgo de resistencia a la cultura dominante? “Sí, aunque no haya verdadera conciencia de eso; es decir, la gente que habla quichua lo hace más allá de las imposiciones hegemónicas, no lo hace como respuesta a una situación de conflicto lingüístico. Recordemos que una ideología homogeneizadora en lo lingüístico y en lo cultural, impartida principalmente por el aparato escolar, dominó al sistema educativo argentino y relegó a las lenguas nativas al ámbito privado o familiar. La diglosia marcó a fuego a muchas generaciones y el resultado de que aún se hablen estas lenguas es un signo de resistencia muy claro”.

Muy descansados, dejamos el hotel de Santiago a las 09 horas del viernes 17 de mayo. Tomamos la calle Libertad, suena un disco de Los Carabajal en la camioneta, pasamos por el Parque Aguirre, de eucaliptos, lapachos, fuentes, palmeras y una estatua de la mujer-pájaro Kakuy -personaje legendario de los Pueblos Originarios-. Ahora cruzamos el río Dulce -Mishky mayu, en quichua- por el Puente Carretero y entramos a la ciudad de La Banda, considerada cuna del folclore santiagueño, donde viven Los Carabajal. ¡Y suena precisamente en la compactera!: “Mi pueblo es un cantor que canta la chacarera. No ha de cantar lo que muy dentro no sienta. Cuando lo quiera escuchar entre a mi pago sin golpear”, vivaz y hermosa chacarera de Carlos Carabajal. Divierte la coincidencia pero, además, la letra con invitación remite a lo hablado ayer: La verdadera cultura la hace el pueblo; surge de la vida social abierta y no de la vida encerrada en departamentos o casas, enchufada a la televisión, al celular o Internet; esa vida triste, con miedo al otro, que genera el sistema dominante. “¡Entre a mi pago sin golpear!”.

Continuará

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