5 millones de jubilados bajo la línea de pobreza
por Cristina Peña
¿Cuánto se calcula la canasta básica de un jubilado?
La realidad que enfrentan los jubilados y pensionados en nuestro país es alarmante. Según datos proporcionados por la Defensoría de la Tercera Edad, más de 5 millones de personas de la tercera edad viven por debajo de la línea de pobreza. Este dato, más allá de ser una mera estadística desalentadora, es una llamada de atención sobre la urgencia de abordar las necesidades básicas de esta población. Y, en el adverso contexto socio político de Argentina, se hace imprescindible profundizar en los datos sobre la canasta básica necesaria para que una persona jubilada pueda subsistir dignamente.
Canasta básica de un jubilado: Dos mundos en colisión
La canasta básica para un jubilado en Argentina se estima en alrededor de $800.000 mensuales. Esta cifra contrasta profundamente con la jubilación mínima, que en agosto de 2024 era de $225.497,54. La situación se vuelve aún más crítica si consideramos el bono de $70.000 otorgado en ciertos casos, lo que eleva el ingreso total a aproximadamente $295.000. Sin embargo, incluso con este bono, la cifra sigue estando considerablemente por debajo de lo que se requiere para cubrir las necesidades básicas de una persona adulta mayor.
En este sentido, Eugenio Semino, defensor de la tercera edad, subraya que esta situación afecta a un número significativo de jubilados y pensionados. A la alarmante cifra de 5 millones de personas que viven bajo la línea de pobreza, se deben agregar 500.000 que perciben la Pensión Universal para el Adulto Mayor (PUAM), que se traduce en un ingreso equivalente al 80% de la jubilación mínima. Además, hay cerca de un millón de personas con pensiones no contributivas que solo reciben $220.000 mensuales. Estas cifras son reveladoras y evidencian la presión financiera que enfrentan las personas mayores en el país.
Malnutrición y problemas de salud
Cuando los medios corporativos nos invaden con notas intrascendentes, donde recomiendan las dietas y alimentos a consumir para vivir hasta los cien años, en la vereda de la realidad, el impacto de la precariedad económica, lejos de limitarse a cuestiones financieras, se palpa en los cuerpos de jubilados y jubiladas. Muchos de ellos, la gran mayoría, sufren de malnutrición, una consecuencia directa de no poder acceder a una alimentación adecuada. Al respecto, Semino señala que entre el 80% y el 90% de los mayores son hipertensos o padecen problemas de colesterol. Sin embargo, la insuficiencia de ingresos lleva a muchos a priorizar la alimentación sobre la salud, resultando en decisiones que deterioran su bienestar.
La falta de recursos no solo limita su acceso a alimentos nutritivos, sino que también dificulta la posibilidad de comprar medicamentos esenciales y pagar servicios básicos, como la calefacción. Este escenario incrementa aún más la vulnerabilidad de los jubilados, quienes ven cómo se deteriora su calidad de vida de manera alarmante.
El contexto político y social
El contexto político también ha influido en la situación de los jubilados. La disputa entre el Gobierno y la oposición acerca del veto a la nueva ley de movilidad jubilatoria ha dejado a los jubilados en una posición vulnerable. Esta ley, que busca ajustar los aumentos de las jubilaciones según la inflación y otros indicadores económicos, se ha convertido en un punto de fricción que desdibuja las esperanzas de una mejora en las condiciones de vida de los mayores.
La inflación ha sido uno de los factores más graves en la crisis que atraviesan los jubilados. Solo en el primer semestre de 2024, el aumento constante de los precios ha despojado a estos ciudadanos de su poder adquisitivo, obligándolos a recurrir a la ayuda de hijos o familiares para cubrir sus necesidades básicas. La pregunta que resuena con dolor es: ¿Cuánto tiempo más podrán sostenerse en este ciclo de dependencia y precariedad?
Es fundamental que la sociedad, así como los encargados de la política pública, presten atención a la situación de los jubilados y pensionados. Ellos son un grupo demográfico valioso que ha contribuido al desarrollo del país a lo largo de sus vidas. Es hora de repensar las estrategias de apoyo, reevaluar los índices de movilidad jubilatoria y trabajar en políticas que garanticen un envejecimiento digno y seguro.
Las llamadas personas mayores no solo merecen un ingreso que les permita cubrir sus necesidades básicas, sino también un entorno que los respete. Es imprescindible abordar esta problemática con urgencia, implementando cambios estructurales que ofrezcan a los jubilados un futuro más alentador. Después de todo, el bienestar de nuestros mayores es reflejo del tipo de sociedad que somos: solidaria, empática y justa.
La voz de la Defensoría de la Tercera Edad, sin duda, debe ser escuchada. Las cifras no son solo números; son vidas, historias y sueños que necesitan ser dignificados. La erradicación de la pobreza en la tercera edad no solo es un imperativo moral, sino una responsabilidad social que como nación debemos asumir.