Juana Moro: la emparedada de Salta
por Norberto Galasso*
(1785 – Aproximadamente 1875-1880)
Nace el 26 de marzo de 1785 en Jujuy. A los 15 años se identifica con el movimiento revolucionario de Mayo. La versión tradicional asegura que ella y otras mujeres de Salta “sedujeron a los jefes militares, entre otros, el marqués de Yavi, y lograron, pocos días antes de la batalla de Salta, que abandonaran las filas del ejército y regresasen al Perú para luchar por la causa de la revolución”. No existen datos suficientes, pero este poder de persuasión probablemente haya sido favorecido por la naturaleza democrática y no inicialmente separatista respecto a España que algunos historiadores le reconocen ahora al movimiento de Mayo, lo cual permite explicar que militares españoles, de filiación ideológica liberal, alineados con la revolución democrática española iniciada el 2 de mayo de 1808, se manifestasen a favor de las revoluciones producidas en América entre 1809 y 1811. Esto no resta mérito a Juana Moro y sus amigas, sino que lo torna más verosímil.
Asimismo, explicaría la venganza que se toma el virrey Pezuela contra ella en 1815, pues Pezuela era del bando absolutista y luego sería desplazado por La Serna y otros oficiales liberales del ejército español. Efectivamente, después de las derrotas de Vilcapugio y Ayohuma, Pezuela impone su dominio en el norte y la castiga encerrándola en su casa –ventanas y puertas tapiadas- para que muera de hambre y sed. Allí queda, sentenciada a muerte segura, cuando una vecina logra abrir un boquete a través del cual ella consigue fugarse. Después de este episodio, Juana pasa a ser conocida como “la emparedada de Salta”.
Anteriormente, en 1814, el gobernador Martínez de Hoz había tomado represalias contra ella por sus tareas como espía de los revolucionarios y había ordenado saquear su casa, llevándola detenida a Jujuy.
A pesar de estas persecuciones, Juana Moro no amengua sus ímpetus. De colaboradora de Belgrano pasa a convertirse en importantísimo apoyo de Güemes, corriendo graves peligros para acercarle información, a veces, vestida con la usanza coya, otras veces, con traje de soldado. Más tarde, presta servicios como espía al General Arenales.
En Salta y Jujuy era ampliamente conocida su posición revolucionaria y cuando Arenales derrota a los españoles y recupera Salta, el pueblo la pasea en triunfo por las calles de la capital de la provincia.
La enseñanza escolar no se ha detenido en esta figura legendaria, que apenas ha trascendido a través de alguna canción folklórica. Con respecto a su muerte, Cutolo señala que se carece de información aunque parece haber alcanzado una edad avanzada pues dicho investigador sostiene que existen pruebas de que aún vivía en 1874, es decir cercana a los 90 años.
*Norberto Galasso – Los Malditos Vol. II Página 135 – Ediciones Madres Plaza de Mayo