Adolfo Pérez Esquivel: Desarmar la Conciencia Armada
entrevista: Mariane Pécora
En 1980 recibió el Premio Nobel de la Paz, por su lucha en defensa de los Derechos Humanos durante el gobierno militar en Argentina. Actualmente, coordina el Servicio de Paz y Justicia y es uno de los precursores de la III Cumbre de los Pueblos que se llevará a cabo en Mar del Plata del 1 al 5 de noviembre como contrapropuesta a la Cumbre de las Américas.
En esta segunda entrevista con Periódico Vas, analiza el contexto de los países del tercer mundo y la violencia que ejercen las grandes potencias mundiales sobre estas economías oprimidas. También, hace una introspección sobre el surgimiento de un nuevo humanismo basado en relaciones de reciprocidad entre el hombre y su entorno.
«La III Cumbre de los Pueblos es un espacio de debate y consenso para fortalecer la lucha y resistencia de nuestros pueblos frente al imperialismo. Una instancia para construir un nuevo pensamiento latinoamericano dónde se respeten los Derechos Humanos, incluyendo los derechos económicos, sociales, culturales, del medio ambiente y el derecho de autodeterminación de los pueblos” -señala Adolfo Pérez Esquivel.
P.Vas.: ¿Por qué se confunde resistencia con violencia?
A. Pérez Esquivel: A los pueblos que se revelan se los tilda de violentos. Por ejemplo, a los indígenas en Bolivia, al Movimiento de los Sin Tierra en Brasil, a los Piqueteros en nuestro país, se los califica de violentos. Lo que no dicen es que el Estado los ha llevado a la violencia, y los somete por la violencia. ¿Acaso no es ejercer violencia, dejar que sus niños mueran de hambre? ¿Negarles el derecho a una vida digna? Existe una violencia que es estructural, una violencia que es social, y una violencia que el Estado ejerce contra el pueblo. La violencia no siempre está en la punta de un fusil. La violencia puede estar en la palabra. Una palabra puede herir tan gravemente como un fusil. Porque la palabra es energía y según como la usés, podés amar o podés destruir.
P.Vas.: Muchas veces el silencio también constituye una forma de violencia…
A. Pérez Esquivel: Sí. Existen las llamadas“guerras silenciosas” y los “olvidos intencionados”. En África, por ejemplo, los Derechos Humanos son vulnerados constantemente. En países como Nigeria, Ruanda, El Congo, Zaire, mueren más de siete millones de personas por año a causa del hambre, la falta de atención médica y el SIDA. Y el silencio es total y absoluto. Los medios de comunicación no informan sobre estas tragedias. El 11 de septiembre de 2001, mientras veíamos por televisión el brutal atentado terrorista a las torres gemelas, se daba a conocer una noticia que los diarios ni los gobiernos ni las iglesias registraron: el informe de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) indicaba que mueren por día más de 35.000 niños de hambre en el mundo.
P. Vas: Del hambre de violencia a la violencia del hambre…
A. Pérez Esquivel: En este momento, miles de niños mueren de hambre. A esto le llamo el “genocidio silencioso”. Es terrible que este sea el contexto de los Derechos Humanos, cuando hoy el mundo está en condiciones de paliar el hambre de la humanidad, a través de la ciencia, de la tecnología, de los recursos. Pero no se quiere eso. Algo similar pasa con el SIDA, que está haciendo estragos en África y en América Latina porque la gente no tiene acceso a los medicamentos. Hoy por hoy, el que no tiene recursos es un condenado a muerte.
P.Vas.: El envío de tropas argentinas a Haití, el desembarco de marines en Paraguay, presumiblemente para frenar la rebelión en Bolivia, ¿constituyen otras formas de violencia?
A. Pérez Esquivel: Sí. Por eso, los organismos de Derechos Humanos condenamos el desembarco de marines en Paraguay y denunciamos la realización “maniobras” en nuestro territorio. Los gobiernos desoyen sistemáticamente nuestros reclamos. Hicimos una presión muy fuerte para que no se envíen tropas a Haití. Sin embargo, el gobierno argentino mandó 640 militares. Y, hay algo muy importante, que todos los lectores del Periódico Vas deben conocer: esos 640 soldados, le cuestan a nuestro país 10 millones de dólares cada seis meses. Calculemos que en sólo dos años son 40 millones de dólares. ¿Cuántos niños comen en nuestro país con ese dinero?
P.Vas.: ¿Qué hacen en Haití? ¿Están en misión de paz, como argumentó el diputado Miguel Bonasso cuando votó a favor de enviar tropas?
A. Pérez Esquivel: Ni los 640 soldados argentinos. Ni los 7400 de los 20 países que enviaron tropas, están en Haití en misión de paz. Aquí todos los soldados quieren ir a Haití, porque cada uno gana más de 2000 dólares por mes. Lo cierto es que llevan un año en ese país y hasta ahora no han hecho nada. Hasta hoy, ni la Unión Europea ni Estados Unidos mandaron un céntimo de la ayuda internacional prometida -1000 millones de dólares-. La Unión Europea hizo un proyecto que sirve únicamente para beneficiar a las multinacionales que hacen obras en Haití. Pero sin los haitianos.
P.Vas.: ¿Existe una brecha entre las necesidades de la gente y los intereses económicos de las multinacionales?
A. Pérez Esquivel: Un muro. He trabajado mucho sobre el tema. En 1989, antes de la caída del muro en Berlín, veía cómo la gente desesperada arañaba las paredes, quería derribarlo a puñetazos, a patadas, con lagrimas, banderas, luces, cantos y gritos. Hasta que el muro se derribó. Muchos pensamos que con la reubicación de Alemania y la nueva situación internacional, el mundo iba a entrar en un proceso de cooperación y de respeto a los países más pobres. Sucedió todo lo contrario. Al poco tiempo, comenzaron a levantarse otros muros: Corea del Norte con Corea del Sur. Estados Unidos alzó muros de acero en su frontera con México, porque quiere que pase la mercancía pero no los seres humanos. También Israel construye un muro para separar a los Palestinos. Y hace unos meses en Caleta Olivia la empresa Termap levantó un muro en medio de esa ciudad para que no entren los desocupados a reclamar trabajo.
Sin embargo, los muros más difíciles de derribar son los que tenemos los seres humanos dentro. Por eso tenemos que comenzar a repensar toda esta sociedad en la que vivimos. Si no tenemos creatividad y capacidad para repensar la sociedad, no podremos cambiarla. Si la gente no toma conciencia y no comienza a desarrollar una cultura de la solidaridad, del entendimiento, de la responsabilidad, no cambiaremos absolutamente nada. Y debemos comenzar por derribar los muros internos.
P.Vas: ¿Cuáles son esos muros internos?. El personalismo, el individualismo…
A. Pérez Esquivel: El individualismo y el personalismo, sí. Pero además existe una palabrita perversa, que hace que la gente corra atrás de ella y hacia ningún lado.
P.Vas: ¿Cuál es?
A. Pérez Esquivel: El poder. El poder no es únicamente económico y político. Mucha gente cree que con el poder de lo que dice o hace puede apropiarse de la verdad. Cree que puede ser legitimado y hasta reconocido. El poder lo ejerce un individuo sobre otro, y se manifiesta en la sociedad, en la familia, en la pareja. Se confunde poder con autoridad. Pero en realidad son dos cosas muy distintas sobre las que hay mucho que aprender. Hace tiempo que estoy trabajando sobre la dialéctica de desarmar la conciencia armada. Y no basta con el razonamiento intelectual de desarmar la conciencia armada, sino que se debe hacer en la práctica, es decir, en la acción, porque esa conciencia armada la tenemos incorporada a nosotros.
P.Vas: ¿Cómo se desarticula la conciencia armada?
A. Pérez Esquivel: Este es uno de los ejes fundamentales sobre el que tenemos que trabajar en todos los estratos sociales: en la familia, en la pareja, en la escuela, en las universidades, en el trabajo, en las organizaciones sociales. Hace poco estuve en Santiago de Compostela, donde uno de los educadores, contaba lo que pasó en una reunión de maestros en una aldea africana. Estaban hablando sobre la metodología del trabajo educativo y como ellos la percibían. Entonces un maestro africano dijo: “¿Ves este niño?, para educar a este niño se necesita de toda la aldea”. ¡Qué cosa maravillosa! Nosotros, para educar a un niño, necesitamos de todo un barrio, de toda la comunidad, porque un barrio es una comunidad. Es ahí donde debemos prestar atención: al espacio que se les da a los niños y a cuál es el espacio de contención. Cuál es la posibilidad de diálogo, y cuál es el espacio compartido. Los africanos tienen cosas maravillosas que están también en nuestra Latinoamérica. Los Consejos de Ancianos son los que tienen la memoria del pueblo, tienen la sabiduría y son los encargados por toda la comunidad de transmitirla a los jóvenes. Y así se transmite de generación a generación. Es una cultura parlante. Alguna de las cosas que enseñan y que nadie debe olvidar es la siguiente: “Si no sabes adónde vas, regresa para saber de dónde vienes.”
P.Vas: ¡Qué casualidad! ¡Fue justamente a partir de ese proverbio que nosotros decidimos contar la historia de barrio San Nicolás en este periódico! Necesitábamos un sentimiento de pertenencia.
A. Pérez Esquivel: Eso es precisamente lo que comienza a refrescar la identidad. Y creo que a partir de ahí podemos empezar a pensar en los Derechos Humanos. Pero no podemos tomar los Derechos Humanos aislados, tenemos que tomarlos dentro del pensamiento integrado. Es decir, comprendernos desde la integración porque somos parte del universo.
P.Vas: ¿De qué forma?
A. Pérez Esquivel: Nosotros tenemos un pensamiento cartesiano, que diseca las cosas, las analiza, las estructura y las parcializa. Lo que Ortega y Gasset define como el “hombre especializado”; que sabe mucho de una sola cosa y es un analfabeto de todo el resto. Lo importante dentro del pensamiento integrado es el equilibrio: con uno mismo, con los demás, con Dios, con el cosmos. Y sobre todo, el equilibrio con la memoria de nuestros antepasados, de nuestros mayores.
P.Vas: ¿Qué pasa si no se consigue ese equilibrio?
A. Pérez Esquivel: Cuando se quiebra ese equilibrio viene la violencia de la que hablábamos al principio. La estamos viendo actualmente en las guerras, en los atentados, en los conflictos sociales. Se ha roto el equilibrio de las relaciones humanas: la tolerancia y el respeto que nos merecemos unos a otros. Por ejemplo, acá se critica mucho a los piqueteros. Pero, ¿qué son los piqueteros? Son trabajadores sin trabajo. Los cartoneros también son trabajadores, con un trabajo humilde que debe ser respetado. Porque es la única forma en que ellos dignamente pueden llevar el pan a su casa.