500 tambores africanos tronaron en el barrio de Monserrat
Una veintena de comparsas, que en conjunto reunieron unos 500 bailarines y otros tantos tambores, alegraron y atronaron este domingo en el «viejo barrio de negros» de Monserrat, en un Carnaval de Afrodescendientes auspiciado por la Secretaría de Cultura de la Nación.
Vecinos, paseantes y turistas disfrutaron y se fotografiaron al paso de las agrupaciones por la calle Perú, desde Independencia, en el límite con el barrio de San Telmo, hasta el patio adoquinado de la Manzana de las Luces, donde se montó un escenario.
«El otro yo mío está bailando», comentó, feliz, María Hortensia, una uruguaya descendiente de esclavos que vive en la Argentina hace más de 30 años.
Acompañada por su nieta Lourdes, de cabello con muchas trencitas, y uno de sus biznietos, Agustín, de cinco inquietos años y cabello moteado, esperaba el paso de la comparsa Kimba, en la que baila otra de sus nietas.
María Hortensia proviene del histórico barrio Alsina, de Montevideo, y en las décadas del 40 y del 50 fue bailarina de las comparsas «Esclavos de Llanza» y «Fantasía negra», en tiempos de las famosas vedettes Martha Gularte y Rosa Luna.
Y allá venía Kimba. Abría el paso un estandarte con la figura de un león, seguido por el revolotear de banderas de franjas anaranjadas, negras y blancas; 40 ondulantes bailarinas y la compacta sección de 50 tambores.
Esta composición se repitió en las otras agrupaciones sin más alteraciones que el número de integrantes y los colores de sus emblemas y uniformes.
Pasaron también la escuela de candombe Bonga, Guariló, Lonjas de San Telmo, Bombele, Irala Candombe y una docena más, cuya africanidad está más representada por la expresión cultural que conservan y no tanto por los antecedentes étnicos de sus componentes.
«En Guariló, yo soy uno de los mayores, porque la mayoría no pasan de 30 años, y muchos son gringos como yo», dijo Jorge, de 60, electricista y escritor, que un día, hace cinco años, se detuvo al escuchar tambores en la plaza de Lomas de Zamora y fue parte del nacimiento espontáneo de esta comparsa.
Jorge comentó que con las agrupaciones de Avellaneda, Lanús y Remedios de Escalada, «cuando viene un feriado, armamos una fiesta; la cultura negra tiene una concepción macrocósmica diferente, y estamos mamando eso a través del tambor».
En tanto, en el desfile, bailarinas de toda edad lucieron sus movimientos y su belleza en biquinis o en trajes uniformes tan ceñidos como escotados. También se vieron algunos vestidos amplios, de épocas coloniales, con pañuelo en la cabeza, y el director en el medio, moviéndose con elegancia.
Indefectiblemente cerraba la marcha de cada comparsa una compacta batería de tambores africanos, formados de cinco en fondo y de cordón a cordón, con ritmos repiqueteantes de asombrosa sincronización y musicalidad contagiosa.
Y no faltaron los espectadores que se mezclaron con las bailarinas, imitando alegre aunque precariamente sus gráciles evoluciones, o simplemente marcharon a paso corto detrás de la sección de percusión, sumando sus palmoteos.