1º de Mayo de 1886

 La Chispa que ardió en Chicago

Por Miguel Eugenio Germino*

«Salen de sus celdas. Se dan la mano, sonríen. Les leen la sentencia, les sujetan las manos por la espalda con esposas, les ciñen los brazos al cuerpo con una faja de cuero y les ponen una mortaja blanca como la túnica de los catecúmenos cristianos. Abajo está la concurrencia, sentada en hilera de sillas delante del cadalso como en un teatro… Firmeza en el rostro de Fischer, plegaria en la de Spies, orgullo en la de Parsons, Engel hace un chiste a propósito de su capucha,

Spies grita: ‘La voz que vais a sofocar será más poderosa en el futuro que cuantas palabras pudiera yo decir ahora’. Les bajan las capuchas, luego una seña, un ruido, la trampa cede, los cuatro cuerpos caen y se balancean en una danza espantable…»

(Relato de José Martí que cubrió como periodista la ejecución en Chicago)

La chispa que ardió en Chicago se propagó por el mundo. Pudo haber sido en cualquier otro lugar, ¡pero fue en Chicago! En el año 1886, momento en que las condiciones laborales en el mundo se tornaban intolerables.

Fue en Chicago donde se dio el mayor número de adhesiones a la huelga general declarada para aquel l º de mayo por el Sindicato Obrero Central, y fue también en Chicago donde se produjo la mayor represión.

El pico de lucha sucedió el 4 de mayo, al finalizar un acto obrero en Plaza Haymarket, en repudio de la represión del día anterior en el puerto. Un artefacto explosivo detonó entre los policías que acechaban de cerca el mitin, provocando un muerto y varios heridos.

La réplica fue una indiscriminada balacera sobre la multitud que terminó en una masacre, más de 40 muertos y 200 heridos. Nunca fue esclarecido el origen de la explosión, de la que se acusó sin pruebas a ocho dirigentes obreros.

Tras un juicio fraudulento con testigos falsos, fueron condenados y ahorcados el 11 de noviembre de 1887: Fischer, Spies, Parsons y Engel, quienes pasarán a la historia como “Los Mártires de Chicago”.

A partir de 1890 se “conmemora” mundialmente el l º de Mayo como un día de lucha y recordación de los trabajadores. Sin embargo, en los Estados Unidos el “Labor Day” se “festeja” el primer lunes de septiembre. Una inútil forma de pretender ocultar la memoria de una época.

Antecedentes

Las innovaciones tecnológicas en la segunda mitad del siglo XIX modifican sustancialmente las formas de trabajo. Se pasa de la clásica artesanía manual, a la concentración obrera en grandes centros fabriles en las periferias de las ciudades. El desarrollo del transporte y las comunicaciones hacen el resto, impulsando el comercio y la economía.

Simultáneamente la concentración en los suburbios de las grandes ciudades va dando forma a auténticos cinturones proletarios, con poblaciones hacinadas en barracas, tugurios y conventillos cercanos a los centros de producción.

Mientras tanto, el obrero recibe apenas una ínfima parte de la riqueza que crea con su trabajo, en agotadoras jornadas de 14 a 16 horas diarias.

El grueso del gasto familiar es aportado por el varón, ya que la mujer recibe aún un pago muy inferior al de aquél, apenas una cuarta parte. En los EE.UU. se llega a emplear en 1880 a más de 1.700.000 niños de entre 10 y 15 años, con salarios por lo general aún menores que el de las mujeres.

Como réplica a tamaña explotación surgen los primeros sindicatos y asociaciones gremiales, que reclamarán una jornada de 8 horas diarias de trabajo. El anarquismo y el socialismo encabezarán aquella difícil y desigual lucha.

La masacre de Haymarket

En 1882 se instituye en los Estados Unidos el “Labor Day”, respaldado por la “Noble orden de los caballeros del trabajo” (knights of labor), inapropiada nominación para una organización obrera. Con ella rivalizará la Federación Estadounidense del Trabajo (American Federation of Labor), de orientación anarquista-socialista.

En su IV Congreso de noviembre de 1884 celebrado en Chicago, la Federación resuelve que a partir del 1º de mayo de 1886 se obligará a los patrones a respetar la jornada de 8 horas, y que de lo contrario se marchará a la huelga general. Escasísimos logros obtuvieron en aquel plazo de un año y medio, por cuyo motivo el 1º de mayo de 1886 se inicia la huelga. Trescientos mil trabajadores pararon en todo el país, con el explícito rechazo de la central de “la noble orden”.

En Chicago, la adhesión llegó a 65.000 trabajadores, con la policía patrullando las calles, acompañada de elementos patronales, y creando un clima cargado de sombríos presagios.

Si bien el primer día transcurrió en calma, los hechos se precipitaron el día 3. De un acto en el puerto se separa un grupo de 200 trabajadores que comienza a hostigar a los rompehuelgas que salían de la fábrica Mac-Cormick. Minutos después aparecen más de 200 policías e inician una represión que deja cuatro obreros muertos y cuantiosos heridos.

Para el día 4 se convoca a una manifestación de repudio en la plaza Haymarket, al sur de Chicago, a la que asisten -según las diversas fuentes- entre 3.000 y 15.000 trabajadores. Al lugar asiste el alcalde a fin de garantizar la calma. No obstante, al retirarse éste, mientras hablaba el último orador, irrumpen en la plaza 1.890 policías comandados por el inspector John Blonfield, un personaje odiado por su brutalidad represiva.

Mientras manifestantes y policías parlamentan, explota entre éstos últimos un artefacto que provoca un muerto y numerosos heridos. La reacción policial fue violenta, con disparos sobre la multitud que produjeron 40 muertos y más de 200 heridos, cuyo auxilio excedió la capacidad de los escasos hospitales. Durante el trágico episodio (conocido mundialmente como la “Masacre de Haymarket”) se declara el “estado de sitio” y el “toque de queda”.

Nunca fue esclarecido el origen de la explosión, no obstante son detenidos ocho dirigentes de la Central de Trabajadores. Tras un proceso viciado de irregularidades y con el concurso de testigos falsos, el tribunal dicta estas sentencias:

Prisión:

-Samuel Fielden, inglés, 39 años, pastor metodista y obrero textil, cadenaperpetua;

-Oscar Neeve, estadounidense 36 años, vendedor, 15 años de trabajos forzados;

-Michael Swabb, alemán 33 años, tipógrafo, cadena perpetua.

Muerte en la horca:

-Adolf Fischer, alemán, 30 años, periodista

-Hessois Auguste Spies, alemán, 31 años, periodista

-Albert Parsons, estadounidense, 39 años, periodista

-Georg Engel, alemán 50 años, tipógrafo

-Louis Linng, alemán 22 años, carpintero.

Después de infructuosas apelaciones, fueron ahorcados el 11 de noviembre de 1887. Linng se había quitado la vida dos días antes en su celda.

Ningún policía fue juzgado ni condenado por la masacre de Haymarket. A los pocos días de dictada la sentencia de Chicago se inauguraba en Nueva York, la “Estatua de la Libertad”.

Con los años, ante la reacción nacional e internacional y el peso contundente de las mentiras acumuladas, el proceso fue revisado, pero ya nadie le podía devolver la vida a los muertos. Los tres condenados fueron liberados.

Cuarenta años más tarde, en otro proceso igualmente fraudulento -esta vez en Massachussets- son ajusticiados en la silla eléctrica otros dos anarquistas, Sacco y Vanzetti. En 1977 se revisa el caso ¡¡¡y otra vez!!! se reconoce el error. Parece ser que la “Gran Potencia”, no supo asimilar las experiencias de la historia. Tropezaría dos veces con la misma piedra.

Los Mártires de Chicago

Desde entonces se los conocerá como “Los Mártires de Chicago”. Son de rememorar algunas de sus vibrantes declaraciones durante aquella farsa de proceso,

Adolf Fischer: “…He sido tratado aquí como asesino y sólo se me ha probado que soy anarquista. Pero si yo he de ser ahorcado por profesar mis ideas, por mi amor a la libertad, a la igualdad y a la fraternidad, entonces no tengo nada que objetar. Si la muerte es la pena correlativa a nuestra ardiente pasión por la redención de la especie humana, entonces yo lo digo muy alto: disponed de mi vida…”

Hesssois Auguste Spies: “Honorable juez, mi defensa es su propia acusación, mis pretendidos crímenes son su historia. Puede sentenciarme, pero al menos que se sepa que en el estado de Illinois ocho hombres fueron sentenciados por no perder la fe en el último triunfo de la libertad y la justicia».

Albert Parsons: “… ¿Creéis señores, que cuando nuestros cadáveres hayan sido arrojados a la fosa se habrá acabado todo? ¿Creéis que la guerra social se acaba estrangulándonos bárbaramente? ¡Ah no! sobre vuestro veredicto quedarán el del pueblo americano y el del mundo entero, para demostrar vuestra injusticia y las injusticias sociales que nos llevan al cadalso…”

Georg Engel: “Mientras unos amontonan millones utilizando las máquinas, otros caen en la degradación y en la miseria. Así como el agua y el aire son libres para todos, así la tierra y las invenciones de los hombres de ciencia deben ser utilizadas en beneficio de todos. Vuestras leyes están en oposición a la naturaleza, y mediante ellas robáis a las masas el derecho a la vida, a la libertad y al bienestar…”

Louis Linng: “Me acusáis de despreciar la ley y el orden ¿y que significan la ley y el orden? Sus representantes son policías, y entre ellos hay muchos ladrones. Aquí se sienta el capitán Schaack. Él me ha confesado que mi sombrero y mis libros habían desaparecido de su oficina, sustraídos por los policías ¡He ahí vuestros defensores del derecho de propiedad!”

La noche anterior a la ejecución, arrebatado por el éxtasis, en el silencio de la noche y como ofreciendo al cielo el espíritu, con los dos brazos en alto, Engel había recitado a viva voz desde su celda el poema revolucionario “El Tejedor” de Heinrich Heine.

La conmmoración mundial del Primero de Mayo

El 14 de julio de 1889, en el centenario de la Revolución Francesa, se reúne en París un congreso internacional de trabajadores que decidió conmemorar anualmente, a partir del 1º de Mayo de 1890, en todo el mundo, ese día de lucha, en homenaje a los mártires de Chicago. Sin embargo, paradójicamente, en los Estados Unidos continúa celebrándose “como fiesta” el Labor Day creado en 1882, todos los primeros lunes del mes de septiembre. Se ha pretendido así olvidar el bochornoso juicio de Chicago de l887 y a aquellos mártires que murieron injustamente en la horca, hecho que le dio identidad al 1º de Mayo.

El Primero de Mayo en la Argentina

En el país se celebró por primera vez el 1º de Mayo en el año 1890. El acto principal se hizo en Buenos Aires en el Prado Español, y a él asistieron 3.000 trabajadores. Además se realizaron actos en Rosario, La Plata y otras ciudades.

A aquella conmemoración central confluyeron socialistas y anarquistas, y cada uno de los oradores habló en su lengua de origen, alemán, francés, italiano y castellano.

Durante muchos años esta recordación fue acompañada por persecuciones, prohibiciones y represiones, y hasta se llegó a sancionar en el año 1902 la ley 4144 de residencia, que puso la base para la expulsión de extranjeros “indeseables”.

Otras dos celebraciones también fueron sangrientas debido a la represión policial: la de 1904, con dos muertos y numerosos heridos, y la de Plaza Lorea en 1909, en la que el propio jefe de Policía, Coronel Ramón Falcón, impartió personalmente instrucciones para la represión, por la que mueren doce obreros y salen heridos otros ochenta. El anarquismo aplicaría más tarde el derecho a vengar a sus muertos y Simón Radowizky sería el ejecutor, al ultimar a Falcón el 14 de noviembre de 1909.

Hoy una calle porteña lleva injustamente el nombre de aquel jefe de Policía.

*Editor del Periódico Vecinal Primera Página.

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Fuentes:

-Bayer, Osvaldo, “De eso no se habla”, Página 12 del 23.abril.2005.

-Historia del Movimiento Obrero, Tomo II, CEAL, 1974.

-http://Argentina Indymedia.org/neus/2005/05/287702.php: Origen del 1° de Mayo, Los Mártires de Chicago.

-http://www.lafogata.org/recuerdos/rec-8.htm

-http://www.redaccionpopular.com/index.php?principal_stale=

-Iscaro, Rubén, Historia del Movimiento Sindical, Tomo III, Ciencias del hombre, 1973.

 

Comentarios

  1. Excelente artículo , de un martirio que nunca debiera ser olvidado…

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