DECÍ TRATA
por Agustina Paz Frontera
Resulta que dos tipos se encuentran de casualidad en una plaza, uno de ellos lleva un cochecito de bebé, entonces el otro le pregunta: “¿Nene o nena?” y el presunto padre responde: “No lo sé, todavía no sabe hablar”. A riesgo de que el chiste pierda la gracia por tener que explicarse sólo diremos que nombrar, colocarse en un relato, instaura un mundo del que ya no se saldrá. Lo mismo ocurre con una palabra mágica: trata. Una vez que una roza la trata, el mundo que se abre es tan enredado, de aristas infinitas, que ya nunca más podrá salir. Les pasa a las niñas, adultas, niños y adultos que son secuestrados para ser explotados -ya nunca más uno sale ni olvida-, pero también nos pasa al resto, los que andamos aun como libres. Así le pasa a Margarita Meira, que en 1992 tuvo en sus manos a una hija muerta por un proxeneta. El mundo que se abre se vuelve una trama espinosa: la complicidad policial, el entrecruce del poder de las redes con el poder político nacional y regional, la negligencia y pereza judicial, luego las diferencias internas dentro del movimiento: que si los prostíbulos sí o los prostíbulos no, que si sin cliente no hay trata. Decir trata es entrar un mundo oscuro pero luminoso de humanismo. En el barrio de Constitución, en la asociación Madres de Constitución que preside Margarita, se abre un portal al mundo de la trata, hay que atravesarlo para una vez allí echar ley, pala y preguntas, porque el único modo de encontrar al millón de personas (según estima el programa Esclavitud cero) que continúan en redes de trata en Argentina es buscándolas. Decí trata.
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La trata de personas es el ofrecimiento, la captación, el traslado, la recepción o acogida de personas con fines de explotación, ya sea dentro del territorio nacional, como desde o hacia otros países. El objetivo de los tratantes puede ser la explotación laboral, que en nuestro país se aglutina en el rubro de confección de indumentaria y en la construcción, la explotación sexual o la extracción y venta de órganos. En todos los casos las personas son comerciadas como bienes de capital. A pesar de los múltiples reclamos de la sociedad civil, la compra-venta de seres humanos aún no ha sido incorporada como un delito en el Código Penal, la Constitución Nacional sí la prohíbe, pero no es un delito según el código. Solo en CABA, cuenta Margarita, hay 1330 prostíbulos con más de diez chicas secuestradas en cada uno. Para poder subsistir, el negocio del proxenetismo recurre a la captura de mujeres y niñas (el 73% de las mujeres son mayores de edad) y a una complicidad imprescindible para dominar el territorio: la policía. La relación se basa en sistema de coimas, que está montado con once dependencias de la Policía Federal, por alrededor de 35 mil pesos mensuales (según declaraciones periodísticas de Lorena Martins, hija del presunto zar de los prostíbulos y ex-agente de la SIDE Raúl Martins), otras estimaciones (de Mercedes Assorati, de Esclavitud cero) indican que la Policía Federal recibiría de los prostíbulos de la Ciudad de Buenos Aires al menos 4 millones de pesos al mes. En el barrio de Constitución las comisarías 16º y 4º, ubicadas en San José 1224 y Tacuarí 770 respectivamente, serían las encargadas de recaudar dos de las “cajas chicas policiales” más importantes de la ciudad.
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Margarita Meira se hizo combatiente de la trata con los años, persiguiendo al tipo que en 1992 mató a su hija Graciela Susana, que había estado secuestrada en el conocido prostíbulo Shampoo, cuyo dueño era el vicepresidente de Boca Juniors durante el mandato de Mauricio Macri, Luis Conde. Hace 20 años no se hablaba de Trata como ahora, ¿quién iba a pensar en la década frívola que una chica que entraba y salía de Shampoo, de Cocodrilo, Rouge, Escorpión era en verdad una esclava? El enredo tiene la profundidad de un charco. Cuando Luis Conde falleció, Macri le puso su nombre al estadio de la ribera, y su hijo heredó sus negocios. Gabriel Conde se encuentra ahora “escondido en México” porque “se le escapó una piba de 14 años”, cuenta Margarita. A ella nadie la quiere en el poder, la fachada del comedor del Pasaje Ciudadela exhibe fotografías que muestran a Macri con su esposa Awada, tomando champagne con Gabriel Conde en un cabaret en Cancún. Pero la mala relación con el gobierno de la ciudad se retrotrae a 2004, cuando Margarita Meira fue presa por haber protestado frente al edificio de la Legislatura contra la prohibición de las ventas ambulantes.
El trabajo de Margarita es meterse en la trata, decírsela en la cara a todo el mundo. La investigación se hace lenta y solitaria pero los descubrimientos configuran súbitamente un mapa del desastre. Al accionar mafioso de la policía y la complicidad política (“Macri en Capital, Menem y Duhalde en todos lados, Alperovich en Tucuman”) deben sumarse los reveses judiciales para entender la impunidad. Desde la sanción de la Ley de trata (N 26.842) en 2008 hay solo un policía procesado en todo el país. Margarita narra un caso notable, el de una mujer que, habiendo estado secuestrada desde los 14 años, y luego de poder escaparse del yugo de su verdugo, es regresada al prostíbulo por la policía misma, que la vio corriendo en pollerita y top por las calles de Temperley. Esa misma mujer, luego de conseguir con éxito fugarse, gracias a la ayuda de un cliente, “un viudo con hijos que se apiadó”, se acercó a Madres de Constitución y a través de Margarita pudo reencontrarse cara a cara con su proxeneta: Luis Ramírez. “El ex-patovica de Herminio Iglesias”, ex hombre fuerte de Avellaneda y candidato en 1983 a gobernador por la Provincia de Buenos Aires, es de acuerdo a lo que plantea Meira, uno de los principales proxenetas de Constitución, Barracas, Banfield y Lomas de Zamora. “No pudo decirle nada, sólo se lamentó por lo bajo de que el tipo estuviera suelto, en su fantasía él ya no seguía haciéndole a las pibas lo mismo que le había tocado a ella”. Hoy “Palito” Ramírez es uno de los proxenetas más importantes de Constitución.
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La trata es una fábrica de mujeres vejadas, una fábrica de esclavas, se producen en masa, sin importar nada más que su cuerpo, como estuche vacío. Los proxenetas se ocupan de destruir psicológicamente a las mujeres, que pierdan el amor propio, que ellas mismas se crean que no son capaces de hacer nada mejor que eso.
– ¿Qué es lo que pasa para que esto siga así, Margarita? Me contesto sola: pasa la plata.
– Claro, pasa la plata. Lo que pasa también es que nadie se imagina que Macri encubre a los prostíbulos más grandes del país.
– ¿Vos pensas que ellos (Macri y los demás) entienden que hay pibas torturadas, vejadas?
– Saben perfectamente, a ellos les importa solamente la plata. Tengo familia que trabajó 22 años con Macri, él votó la flexibilización laboral y contaba abiertamente que se iba a Paraguay a buscar gente: “total, en tres meses los largo”, decía.
Cuando Margarita daba vuelta por los juzgados buscando ayuda de la justicia para salvar a su hija de 17 años, que todavía estaba viva, engañada por un supuesto novio, tuvo una respuesta que nunca va a olvidar, una asesora tutelar, hoy ya secretaria de juzgado, le dijo que ellos no podían perder tiempo, que si la chica hacía lo que hacía era porque quería. Una menor. “Nadie se le anima a la trata, ni los abogados ni los jueces”, dice Margarita, “el tema es que un abogado que hace trabajo contra la trata no puede hacer otras cosas, porque los jueces se le ponen en contra y pierde todos los juicios”. Miguel, el marido de Margarita (quien es ex-detenido torturado por la última Dictadura militar) empezó a estudiar derecho en 2005, hace pocos meses recibió su título. Margarita y Miguel van a participar en la reglamentación de la “Ley de Trata”. También buscan que el Convenio para la represión de la trata de personas y de la explotación de la prostitución ajena (1949) tenga rango constitucional, con ese instrumento, según Margarita, “ya podemos pedir juicios políticos para los jueces, la policía”.
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La Policía es un engranaje indispensable “para el secuestro y el traslado de las chicas, para la confusión en cuanto a la causa de la desaparición y para la supervivencia del prostíbulo”, comenta Lucrecia Ansaldi, Psicóloga de La Casa del Encuentro. La senadora por Salta Sonia Escudero, quien preside la Comisión de Asuntos Penales, que dio cobijo a la reforma en la Cámara Alta a la ley contra la trata, si bien reconoce la participación policial, la define como “tolerancia por parte de los policías hacia la violencia contra la mujer”, como “un asunto cultural que nos involucra a todos y a los policías como parte de la sociedad”. En Argentina los prostíbulos están prohibidos desde 1937, cuando entró en vigencia la Ley de Profilaxis, N 12.331. En el artículo 15 de esa ley se establece que “queda prohibido en toda la República el establecimiento de casas o locales donde se ejerza la prostitución, o se incite a ella”. Los policías, fiscales, operadores judiciales lo que ignoran es una ley, lo que toleran es la violación de la misma y lo hacen no sólo porque se encuentran envueltos en creencias y costumbres machistas o patriarcales sino también, y sobretodo, porque la supuesta ignorancia, o indiferencia a la ley, les devuelve dinero y prestigio. Mercedes Assorati, agrega un punto de vista abarcador: “Nadie quiere meterse con los policías y menos con la Federal, la protección fiscal a prostíbulos es centenaria y es admitida por todo el mundo, no se puede combatir la trata si no se combate la corrupción, si uno empieza a detener a todos los policías por incumplimiento de deberes de funcionario público nos quedamos sin policías, lo que habría que hacer es decir: a partir de ahora no se puede más”.
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Con todas las diferencias que existen dentro del movimiento contra la trata, hay una coincidencia: declarar a la trata crimen de lesa humanidad, para que juzgue una corte internacional y que los delitos no prescriban. Sin embargo, la trata es esclavitud y ya está prohibida en el mundo entero, es ya un delito de lesa humanidad. Pero su naturalización es tal que apenas si estamos empezando a poder balbucear su nombre. Trata. Cerca de un millón de personas desaparecidas en democracia es imposible sin la anuencia del poder. La persistencia del proxenetismo a pesar de la ilegalidad es imposible sin la anuencia del poder. La trata es el crimen organizado más subterráneo y enquistado, para la moral dominante puede aceptarse públicamente el tráfico de armas o incluso de drogas pero ¿cómo sostener tanto desde la progresía como el conservadurismo que se avalen las organizaciones criminales para la compraventa de personas que serán explotadas para darle un placer fugaz a los clientes? ¿cómo aceptar que hay un imperio construido sobre camas sucias, mujeres convertidas en drogadictas, enterradas en patios de casitas? ¿Cómo puede el jefe de gobierno sostener que no conoce a uno de los mayores proxenetas de la ciudad si hay una foto que lo prueba? ¿Cómo lo soportan sus votantes: los más cristianos, los más postmodernos, los más ricos, cómo soportar que tu líder se abraza con alguien que roba y viola mujeres? Margarita dice: “no creas en la justicia, no creas en los políticos, el que tiene que ayudarte te da la espalda, acá sólo se puede creer en los movimientos sociales”. Decí trata: trata.