«La violación de los derechos humanos es una necesidad del sistema»
Entrevista: Mariane Pécora*
Hay que hacer preguntas precisas. Si no el diálogo se puede disparar a zonas insospechadas. Estamos hablando con un abogado, psicólogo social, poeta, escritor, dramaturgo, filósofo y periodista. Un hombre crítico, en definitiva, que concentra todas sus vocaciones en un único sentido: la defensa cotidiana de los derechos humanos. Pero no en la teoría, sino poniendo el cuerpo: visita cárceles, instituciones de la pobreza, manicomios. Allí organiza talleres literarios, charlas, muestras de arte. Hasta consiguió que en la cárcel de Resistencia en la provincia de Chaco se dicte la carrera de psicología social. En tres años egresará la primera camada de psicólogos sociales formados en presidio.
Barrio de Flores. Es temprano y Rivadavia está transitable. La Ciudad amaneció plagada de basura, las bolsas rebasan los precarios contenedores y se acumulan en pilas. En algunas ochavas hay gente durmiendo en la calle. Tapados hasta la cabeza, tiesos, soportando el frío del invierno porteño que les perfora la existencia. Seguimos las instrucciones del GPS y atravesamos calles adoquinadas, emparchadas, surtidas de baches. Pasamos por la plaza de la Misericordia. Allí se trabaja a destajo: la están cercando. Dejará de ser un espacio público para convertirse en una trampa con rejas, ¿una cárcel al aire libre quizás? En Gregorio de Laferrere y Membrillares, el aparato enmudece. El resto del camino me lo indicará un vecino que pasea su perro. El pasaje Naón es angosto y pintoresco, forma parte del barrio Cafferata: un conjunto de chalets de sobrio estilo inglés, con dos plantas y un pequeño jardín al frente, construido durante la primera presidencia de Hipólito Yrigoyen entre 1916 y 1922. La casa de Vicente Zito Lema está pintada de rojo. En el lugar del jardín hay una inmensa ventana de vidrios repartidos, rodeada de plantas. Luego una galería estrecha con una puerta alta y angosta.
Adentro, la casa se siente fría, pasamos a la cocina comedor. Dos gatas deambulan sobre libros y papeles apilados sobre la mesa. Una lámpara con flecos de mostacilla ilumina el ambiente. Nos sentamos. Zito Lema regresa de visitar a los presos políticos de la cárcel de Villa María, en la provincia de Córdoba, acusados injustamente de instigar la pueblada de Corral de Bustos en 2006, donde los vecinos se alzaron contra las fuerzas del orden cuando una nena de tres años apareció violada y asesinada.
Zito Lema no se explayará precisamente sobre esto, sino que intentará llegar a la médula de lo que él considera la violación sistemática de los derechos humanos dentro del sistema de producción capitalista.
Tras un breve intercambio lanzo la primera pregunta incorrecta.
– ¿Considera que en nuestro país existe una escalada represiva?
– Para reflexionar sobre las distintas formas de represión en un determinado momento, debemos emplear un método dialéctico y encararlo desde un marco histórico. Hablar de la represión en la actualidad sin compararla con otros momentos de nuestra historia resulta, éticamente, injusto. He vivido muchos años bajo dictaduras militares y tengo claro cuál es la vigencia de los derechos humanos en un marco de represión general o dictadura, y cuál es bajo un sistema constitucional, que no me animo a llamar democrático. Lo cierto es que en un país donde la pobreza sigue siendo el peor de los delitos y la verdadera esencia de la violencia social, no podemos hablar de plena vigencia de los derechos humanos.
Vicente Zito Lema afirma que más allá del régimen político o gobierno que esté al frente del Estado, la historia argentina es el relato continuo de la conculcación de los derechos humanos. Me interesa saber por qué sostiene esta teoría.
– Creo que los derechos humanos siguen siendo una materia de violación histórica -sostiene. Nuestro país nunca conoció la vigencia plena de los derechos humanos. Lo que sí tengo claro es que en ciertas épocas los sujetos más vulnerables de los derechos humanos pueden ser unos, y en otras épocas pueden ser otros. Pero siempre hay víctimas y siempre hay victimarios. Y, básicamente, el responsable histórico de la violación de los derechos humanos es el Estado.
– ¿Por qué dentro de un sistema constitucional no es factible que el Estado garantice la plena vigencia de los derechos humanos?
– Cuando se vive en un sistema de reproducción material de la existencia marcado por la antropofagia, donde el poderoso se come al débil; donde los vínculos no son de amor sino de competencia; donde el bien común decae bajo el interés particular, no se puede imaginar una sociedad plenamente humanística. En pocas palabras: en este capitalismo monstruoso que está viviendo el mundo, resulta natural la violación de los derechos humanos. En algunos países de forma más ostensible, en otros es menos… Según la medida en que está concentrado el poder económico.
Una de las gatas se sienta sobre los apuntes desparramados sobre la mesa, juega con mis dedos, ronronea, interviene con ternura felina en la conversación. ¿La vulneración de los derechos humamos resulta proporcional a la concentración del poder económico?, pregunto.
– La cuestión de fondo es que dentro de un sistema de producción capitalista, que necesita una masa de desocupados para tenerla como una reserva y así poder subir o bajar el precio de la mano de obra, no puede haber plena vigencia de los derechos humanos. Un simple ejemplo: el artículo 14 de la Constitución Nacional dice que toda persona tiene derecho al trabajo, pero si vas a la Corte Suprema, que es el mayor garante de nuestros derechos, y te presentas diciendo: yo quiero trabajar, no quiero un subsidio ¿Qué te van a decir? Nosotros no podemos hacer nada, no somos una agencia de trabajo. No hay manera que el Estado, por más que promulgue los derechos humanos, los haga efectivos. Esto es como una burla, porque en el tema de derechos sociales no hay posibilidades de que uno demande al Estado y éste tenga que responder.
– ¿No existen sanciones en los Estados constitucionales cuando se vulneran estos derechos?
– Todos los tratados internacionales tienen una cláusula tramposa que dice que cada gobierno lo cumplirá en la medida y en el tiempo de sus posibilidades. Esta es una clausula automática para que los Estados lo firmen sin ceder su soberanía. Argentina se destaca tanto en firmar tratados, como en no cumplirlos. Precisamente, durante la última dictadura militar, Videla firmó tratados de derechos humanos. Esto pone en evidencia que el Estado puede firmar cualquier tratado y finalmente no cumplirlo, porque la cláusula de soberanía lo exime.
La idea de Videla suscribiendo un tratado de derechos humanos resulta patética. El exacto trazado de un laberinto macabro en medio del terrorismo de Estado: sin salida, sin escapatoria, sin voz, pero con derechos humanos. Nada más patológico.
Vuelvo a la entrevista, encuentro el rostro sereno de Vicente, noto que tiene la mirada cansada. Cansada de ver horrores, pienso. ¡De manera que las cárceles y los manicomios son el reservorio de pobres y excluidos!, digo.
– ¡Son las instituciones de la pobreza! En 50 años, pasaron gobiernos peronistas, radicales, militares, menemistas, kirchneristas… ¡Y las cárceles siguen siendo un desastre! Si hablamos de los manicomios, mi primer libro sobre el hospital Borda es del año 66 y el último del año pasado. La situación de fondo es la misma. Lo único que cambió es la fachada: donde antes decía hospital neuropsiquiátrico, ahora dice hospital transdisciplinario de salud mental. Pero la esencia es la misma. Hemos visto, hace poco, cómo el poder político destruyó con total impunidad un espacio hecho para la rehabilitación. Cuando estuvo Pichón Rivière de director en el Borda intentó que los pacientes vivieran en mejores condiciones. Por eso lo echaron.
-¿De qué derechos humanos hablamos, cuando hablamos de derechos humanos en un país que enarbola la bandera de los derechos humanos? -La pregunta parece un trabalenguas, no por el sonido cacofónico de las palabras, sino por la cacofonía del sentido, pienso-
-¿Cómo vas a garantizar los derechos humanos del medio ambiente, por ejemplo, dentro de un sistema capitalista extractivista como el que está instalado en nuestro país? -se pregunta Zito Lema- ¡No podés! Si la mayor parte de los ingresos derivan de la producción de soja y de la explotación minera. ¡Los planes sociales se nutren de allí! Y tanto la soja como la minería están destruyendo la naturaleza. No hay producción propia. No hay trabajo. La manera de vivir a la que estamos voluntaria o involuntariamente condenados hace que la violación de los derechos humanos se convierta en una necesidad del sistema. Tiene que haber pobreza y tiene que haber destrucción de la naturaleza, para que el sistema se sostenga. Pero de esto, salvo honrosas excepciones, nadie quiere hablar.
Vicente Zito Lema, comenzó a militar los derechos humanos en la década de los ‘60, siendo un joven abogado de apenas 21 años, cuando el tema no figuraba en agenda pública alguna.
– Dolorosamente, el auge de los derechos humanos en nuestro país estuvo dialécticamente marcado por el aumento de la represión -explica-. La oleada represiva de la última dictadura militar hizo que mucha gente comenzara a militar los derechos humanos. Pero también, mucha de esta gente cree que la cuestión termina ahí. Es un error pensar que sólo hay que ocuparse de los derechos humanos cuando su violación queda subsumida al terrorismo de Estado.
– Tal vez esta confusión de sentidos reside en el concepto acotado de derechos humanos que hoy se maneja a nivel de agenda pública -señalo-.
– Hay personas que militan los derechos humanos porque alguno de sus familiares ha sido víctima del terrorismo de Estado. Esta es una actitud valiosa, porque sublimaron el dolor a partir de una acción pública -sostiene-. Pero esa militancia está marcada por una situación concreta, y esto hace que su marco de referencia sea estrictamente menor. En cambio, quienes somos militantes históricos de los derechos humanos como, por ejemplo, Osvaldo Bayer y Adolfo Pérez Esquivel, y no hemos perdido familiares en manos del terrorismo de Estado, pensamos en los derechos humanos con un sentido más amplio. No quiero desmerecer con esto el trabajo de las madres, de los familiares, ni de las abuelas. Pero, al día de hoy, se siguen violando los derechos humanos. Y no tengo la suerte, por ejemplo, de que las abuelas me acompañen a las cárceles o a los manicomios.
– Hay organizaciones de derechos humanos que tienen una estrecha relación con el gobierno. Esto, tal vez, impida que puedan visualizar las problemáticas actuales -esbozo-.
-Quienes defendemos los derechos humanos no debemos hacer partidismo. Sí, obviamente, respetar las ideas políticas. La mirada de los derechos humanos debe tener una categoría que le permita pararse por encima de las pertenencias políticas partidarias. Una sociedad debe tener como fundamento de su existencia la vigencia cotidiana de los derechos humanos, más allá del partido que esté en el gobierno.
– ¿Cómo internalizar estos conceptos en una sociedad sumergida en un sistema económico que está en permanente contradicción con los derechos humanos?
– Si bien es imposible pedir la vigencia plena de los derechos humanos en esta etapa del capitalismo feroz, como sociedad, tenemos que ser conscientes que dentro de un régimen constitucional, podemos demandar, marcar las contradicciones y establecer límites. Los gobiernos constitucionales, si bien se manejan dentro de la lógica de la reproducción del sistema capitalista, también saben que hay ciertas zonas que no pueden trasgredir. Y cuando lo hacen hay que marcarles las contradicciones y exigirles que las resuelvan. Por ejemplo: un gobierno constitucional no puede tener policía que haga desaparecer gente.
Rodolfo Walsh decía que los intelectuales con cierto reconocimiento público, tienen un compromiso ético mayor. Vicente Zito Lema, denunció la desaparición de Daniel Solano, un joven salteño oriundo de Tartagal que había viajado hasta la provincia de Río Negro para trabajar en los campos de la empresa Exporfrut.
Ante la explotación laboral, el hacinamiento y la paga miserable, Solano inició una serie de reclamos que devinieron en su desaparición física en noviembre de 2011. Su cuerpo estaría enterrado en la comisaría 8ª de la localidad de Choele Choel.
– Durante la búsqueda de Daniel Solano, aparecieron cuatro cuerpos NN. Se sospecha que se trata de personas que no eran de la zona y fueron llevadas a trabajar allí. Hasta ahora nadie denunció las desapariciones. Ni siquiera fueron reconocidos -explica Vicente-. Esto significa que traen a personas que están en situación de extrema pobreza y los explotan de forma monstruosa. Incluso los hacen firmar convenios donde declaran que les van a pagar un sueldo, pero les pagan la mitad. Y de lo que les pagan, como en los viejos tiempos de la explotación, la mitad se lo pagan en ticket para ir a supermercado. Esto fue lo que denunció Solano. Y él tiene una culpa -agrega Zito Lema-. Había estudiado. Tenía el secundario hecho. Esa conciencia crítica lo llevó a cuestionar la relación laboral. Empezó a explicárselo a sus compañeros, aunque la mayoría no sabía ni leer ni escribir, y ahí comenzaron los problemas.
La policía de Choele Choel, es la misma que hace la seguridad en Exportfrut, el gran monopolio de la fruta que se ha instalado en la región. Una empresa de origen belga con oficinas en Luxemburgo, uno de los paraísos fiscales de Europa.
– Contra ese monstruo se quiso alzar Daniel Solano -apunta Zito Lema-. Él es uno de los desaparecidos en democracia. Tengo en claro que no son los 30.000 de mi generación, pero soy consciente que en un régimen constitucional el impacto es más monstruoso. Porque las dictaduras tienen como objetivo la muerte, la destrucción. Pero la esencia de los gobiernos constitucionales no es precisamente la muerte.
Entrevista Publicada en la revista Psicología Social Para Todos Nº 53 de Agosto de 2013
Valiosas reflexiones de un intelectual argentino que ha demostrado durante décadas, coherencia entre sus ideas y sus acciones.
Hace muchos años vi una obra teatral, escrita por él, que marcó mi posterior visión sobre los manicomios. Se titulaba «Gurka».
Vicente Zito Lema, personalidad de gran valor ético en nuestra cultura.