Cromañón: entre la masacre y la tragedia
Diego Zenobi, antropólogo social e investigador del Conicet y de los sucesos de Cromañón, sostuvo que las denominaciones de “masacre” y “tragedia” que se utilizan para definir aquella noche del 30 de diciembre de 2004 que le costó la vida a 194 personas “muestran una lucha por la clasificación que expresa posiciones diversas en torno de la asignación de responsabilidades”.
“Familiares, sobrevivientes y amigos le han puesto un nombre muy claro a lo sucedido: ‘masacre de Cromañón’, porque ellos entienden que hay actores que son responsables de haber conducido a la muerte a cientos de jóvenes”, precisó Zenobi.
Como contrapundo el antropologo señaló que “las leyes y decretos estatales relativos a subsidios o atención hospitalaria para familiares y sobrevivientes -así como los medios de comunicación- hablaron siempre de una ‘tragedia’».
La pelea semántica es apenas una parte de la problemática que Zenobi estudia y que le permite afirmar que “Cromañón siempre fue un suceso incómodo que tensionó al progresismo y la centro izquierda. Creo que esa tensión continúa vigente”, opinó.
Con una tesis de doctorado en antropología social que recientemente fue editada como libro bajo el título “Familia, política y emociones. Las víctimas de Cromañón entre el movimiento y el Estado”, el investigador sostuvo que “para comprender la dinámica interna del movimiento Cromañón, entendí que era importante abordar cómo se relacionaban los familiares y los sobrevivientes con el Estado y con la política”.
Al desmenuzar esa situación, detalló que “para ser reconocidos como víctimas por el aparato estatal (para ser querellantes o para cobrar un subsidio que en el caso de los familiares fue de mayor monto) debieron recorrer circuitos burocráticos diferentes. Este tratamiento diferenciado contribuyó a reforzar el carácter autoevidente de la condición de víctima de los familiares y de su legitimidad al interior del movimiento”.
“Con respecto al tema de la política -dijo- para los familiares su lucha es una cuestión política. Pero la política no es para ellos una actividad esencialmente buena o mala sino que es una cuestión relacional: según quién actúe políticamente y según cuál sea el contexto de situación, puede ser utilizada positiva o negativamente y aparece como una categoría ambigua”.
Consultado acerca del rol de los familiares, Zenobi consideró que “el movimiento Cromañón es muy heterogéneo y todos realizaron un gran esfuerzo por construir espacios de consenso en medio de un profundo dolor y sufrimiento y quienes disputaron con ellos muchas veces intentaron deslegitimar sus posiciones aduciendo que su capacidad de razonar estaba limitada a causa del dolor”.
En el mismo sentido, el antropólogo añadió que “por tal motivo para ellos siempre fue importante trabajar para evitar ser vistos como personas ‘sacadas’, ‘enceguecidas por el dolor’, ‘irracionales’. y lograr ser reconocidos como actores socialmente legitimados para llevar adelante una lucha política y jurídica. Esa búsqueda siempre me pareció lúcida, admirable y conmovedora”.
Con el foco puesto en la capacidad de movilización de ese colectivo, destacó que “numerosas personas incluidos funcionarios, bomberos, policías, músicos y empresarios fueron juzgados. Luego de la intervención de diferentes instancias –tribunal juzgador y cámara de casación- la gran mayoría de ellos fueron condenados a penas de prisión”.
“Si bien actualmente la mayor parte está en libertad esperando a que se resuelva su situación -y a pesar de que el entonces jefe de Gobierno Aníbal Ibarra fue sobreseído de la causa penal-, esto también es un logro notable para el movimiento de víctimas”, insistió.
-¿Qué significa que Cromañón hoy sea un no-lugar todavía habitado por los restos de esa noche?
-He visto esas imágenes de remeras ennegrecidas, zapatillas amontonadas, manos rasguñando las paredes… esas imágenes se constituyen en índices que expresan muertes desesperantes y violentas. Cuando vemos las imágenes de Cromañón 10 años después, vemos que esas muertes estuvieron bien lejos de ser pacíficas y naturales. Para quienes las ven como muertes evitables, son muertes sin sentido: al ver esos índices del sufrimiento uno no puede menos que sentir un profundo y angustiante vacío.
-¿Y que se haya restaurado la circulación vehicular en esa zona?
-La calle Bartolomé Mitre fue reabierta pero el santuario sigue en pie, lo que obliga a hacer un leve desvío. A un costado está lo que queda de la Plaza de la memoria.
Cromañón dejó esas marcas en el espacio urbano y ya nadie podrá removerlas.
En ese sentido, la circulación vehicular podrá restablecerse, pero el retorno a lo que podríamos llamar “normalidad” ya no es posible.