Ni Una Menos es Todas Más

por Agustina Paz Frontera*

Hoy es Ni Una Menos, 3 de junio de 2015, llegó el día. Ni una menos…ni una menos…cuando buscábamos un nombre para la idea que teníamos y Vanina Escales dijo «ni una menos» a mí me pareció un concepto triste y un sintagma rebuscado. Pero todas aprobamos, las otras propuestas eran resaca de la tormenta de cerebros y corazones. Después de la muerte de Daiana García hablábamos de bolsas, de basura, de shorts. Ahora cada 100 mensajes que llegan a la página de Facebook del colectivo alguien pregunta por qué «Ni una menos», en serio no lo entiendo, dice: «¿No debería ser Ni una más?». Cada vez que contesto eso me entusiasmo, porque del otro lado hay alguien enroscado; pregunta eso, le desespera el nombre de la cosa. “No queremos ni una mujer menos, queremos ser todas las que somos”, digo, “ni una muerta más a manos de la violencia machista, ¡ni una menos entre nosotras! ¡Nos queremos vivas! ¡Basta de femicidios!”, grito por el chat.

Hoy ya vi tres veces la pregunta pero no la contesté, me quedé pensando qué estúpida y necia fue mi reacción al escuchar la frasecita por primera vez, me pareció mortuoria, me pareció centrada en la negatividad y no en la vida. Pero ahora me quedé callada y pensé que habla de un conjunto deforme, heterogéneo, incluyente, paradójico, de todas las mujeres que somos, que estamos; habla de un deseo colectivo y potencia el grupo largo que somos. La que dice “ni una menos” jamás puede ser una, son todas las femeninas, incluso las que sólo son femeninas porque a ellas se les canta y nadie más lo quiere ver. “Ni una menos” es tan elíptico que detrás está el mundo.

¿Será por esa magia de las palabras que todo el mundo se sintió nombrado? ¿Será que cada quién se sintió en el centro de la escena, o será que cada quién entendió cómo nos minimizan? Ni una menos es todas más. Más vida. Vida…vida…palabra que podemos, queremos, debemos, disputarle a las mujeres y varones que por defender la vida biológica a ultranza le niegan la vida compleja y espesa a las mujeres que no quieren tener hijos, aun estando embarazadas. Una vida en la que puedan tomar decisiones libres, autónomas, sobre la propia integridad, el propio cuerpo, el propio tiempo.

Detrás de Ni Una Menos está la persistencia de la vida libre, que incluye a las otras y los otros como vidas libres y no como cosas pasibles de ser agarradas y metidas en una bolsa. Las otras no son tuyas, ni para matarlas ni para cuidarlas. Las otras, aunque sean tus hijas, son otras. Los apoyos que llegan a la página son de los más diversos: mujeres motoqueras de Argentina, bomberos voluntarios de Campana, escuela de sordos, equipo de hockey, biblioteca LGBTI, profe de gimnasia, director de cine. Pero hay algo que suele repetirse hasta el cansancio, como argumento para acompañar la censura a la violencia contra las mujeres: “Podría ser tu hermana, tu hija, tu mamá; esa chica que aparece muerta, la mujer golpeada, podría ser de las tuyas”. Como si una mujer pudiera ser propia de un otro, como si el entusiasmo por intensificar y cuidar las vidas no debiera ser una obsesión de lo que nos enlaza, del colectivo-todas-y-todos-nosotros, una inclinación comunitaria, más allá de que quizás nunca vaya a ser tu hija, tu sobrina, tu esposa o vos misma la que sufra violencia y muerte machista. No es que le puede pasar a cualquiera, es que cualquiera somos todas y todos. De nadie y de todas. Si hay algo en lo que se insiste desde el feminismo es en liberar las relaciones personales de la propiedad privada, vale para todos: en la cima del femicida y en la base de la amiga, nadie se adueña de nadie, las mujeres y niñas somos seres autónomos, inteligentes, locos.

¿Será hoy un día histórico? ¿Será que hoy lo que está en la ley, lo que está latiendo en el movimiento de mujeres, lo que está en cartelitos, fotos, mensajes, canciones, dibujos, se expande como epidemia? ¿Será que la próxima vez que nos juntemos a decir “Ni una menos” nadie mande un dibujo de una mujer con un palo de amasar? Algo no se discute: el femicidio. Salvo una minoría que se anima a expresarlo en términos de inclusividad: la violencia es para todos, ¿por qué dividir hombres de mujeres, humanos de animales, si el mal es la violencia y no la violencia solamente contra la mujer?
Contesto: porque los que se ocupan de domesticar, sancionar, prevenir la violencia no se están dedicando a hablar y trabajar sobre la violencia contra la mitad del mundo, las mujeres. ¿No te parece sospechoso? Compararon Ni una menos y la campaña de concientización acerca de la violencia contra la mujer, con la extinción de los koalas, “¿quién puede estar en desacuerdo?”. Eso mismo decimos, nadie puede estar en desacuerdo con la lucha contra los siglos de explotación y subordinación de la mujer al varón, nadie puede estar de acuerdo con la estereotipación y objetivación de la mujer y las niñas (en especial ellas), con la violencia simbólica y física contra todos los que no respetan la heteronormatividad. Nadie puede estar de acuerdo con la esclavitud sexual. ¿Alguien puede estar en desacuerdo con la libertad? Justifique. Tinelli, vos sabés cuánto mejor es ser libre y que no te acosen. Lo saben hasta los funcionarios que no ejecutan el dinero para refugios de mujeres que tuvieron que irse de la casa con sus hijos, porque el marido las violaba, las golpeaba, las extorsionaba, las estaba por matar. Lo sabe el novio de mi amiga, que cree que ella milita en el feminismo por diversión. Ni una menos es que nadie decida nada por nosotras, que no nos encorseten, nos prejuzguen, nos violenten.

“Vengo de comulgar y estoy en éxtasis”, dice un verso del poeta Viel Temperley. Así me sentí anoche cuando la madriguera de Facebook se llenó de aullidos porque nuestro lema, nuestro reclamo, nuestra urgencia, había llegado hasta la Presidenta, porque suponemos que va a tomar alguna decisión, porque estamos en año de elecciones y logramos meter el tema en la agenda de todos. Porque por un efecto raro, la política se parece a un acto de fe. Organizarse es una misa (tranquilas, sin cruz, sin cristo, sin vírgenes ni pecados), organizarse políticamente es un sacrificio, y por eso estamos en éxtasis. Ni una menos es todas más.

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Texto escrito el 3 de junio antes de la movilización.
*Escritora, parte del colectivo Ni Una Menos.

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