Audivert: «el teatro es un espejo astillado»
por Pedro Fernández Mouján
El actor y director teatral Pompeyo Audivert estrena este viernes en la sala Casacuberta del Teatro San Martín «El farmer», obra basada en la novela homónina de Andres Rivera y que, dice, propone «una muy buena superficie de inscripción de una operación teatral metafísica» donde bajo la figura de Juan Manuel de Rosas aparecen la identidad nacional, el Rey Lear y el concepto de la otredad, entre otras cuestiones.
«Al montar la obra, nuestro objetivo no es estrictamente político-histórico sino que nuestro objetivo central es teatral, tomamos esta figura porque es muy atractiva, muy contradictoria, porque en ella se cruzan muchas cosas», destaca Audivert.
El actor, que en estos momentos sigue en cartel con la excelente «Muñeca», sobre texto de Armando Discépolo cruzado con la poeta uruguaya Marosa Di Giorgio, comparte en este caso la dirección con Andrés Mangone (también presente en «Muñeca») y con Rodrigo de la Serna, con quien además interactúa en el escenario en esta suerte de monólogo entre dos que propone «El farmer».
«Es una obra que habla de la tragedia de este ser histórico que fue arrojado al destierro y todo lo que ahí puede reflexionarse en esa metáfora que también es una metáfora de la vejez, del cuerpo que ya ha dejado de servir a los fines históricos, del padre mismo y donde se juegan una serie de asociaciones que pueden ir del Rey Lear a todas las asociaciones políticas ligadas a lo nacional y popular», comenta Audivert adentrándose en la posición que asumen en esta adaptación de la novela.
«Lo que nos interesa -agrega- es abrir la idea del doble, de la otredad, del cuerpo que puede tener otras proyecciones más allá del cuerpo físico; el cuerpo que permanece, que asedia y asecha, que entra en la fantasmagoría de la identidad de los otros, la idea -en definitiva- de la identidad de un ser fugada ya de un cuerpo e infiltrándose por detrás en otros cuerpos, por zonas poco rastreables y costados insospechados».
«La idea -continúa terminando el concepto que subyace en la puesta- de la otredad que anida en los hechos históricos o en las cuestiones mismas de lo personal, eso me parece que es a lo que el teatro siempre se debe, a escarbar en esas cuestiones metafísicas de la presencia y de la ausencia o de la presencia de la ausencia en los presentes, cómo uno late presencias que no están pero que dejaron una marca que permanece aun más allá de la extinción física, eso es lo que hace que uno pueda volver una y otra vez al teatro a escarbar en esa sospecha existencial de ya haber sido».
En «El farmer», Rivera propone un largo monólogo del emblemático caudillo federal en un una granja en el condado inglés de Swanthling mientras avizora su muerte y pasa registro de su vida pasada, sus luchas, las traiciones y entrevé también un futuro más allá de la extinción de su cuerpo.
En la adaptación teatral, Audivert, De la Serna y Mangone situaron dos personajes: el hombre viejo que enfrenta su último día de vida (que interpreta Audivert) y por el otro el Rosas mítico, joven, «el cuerpo que va a quedar en la inmortalidad» (que interpreta De la Serna).
«Nosotros trabajamos la idea del doble mítico, la idea de que hay un cuerpo que está monologando consigo mismo y que ya en ese monólogo empieza a surgir una suerte de presencia fantasmal que se empieza a escindir que es el cuerpo mítico, el que no va a morir, el que permanecerá en las sombras de lo histórico, en esa zona clandestina de la identidad nacional a la que fue arrojado Rosas», asegura el actor.
«El que queda -dice Audivert- es el mito, el que permanece activo y acechante en las sombras de la identidad nacional, el que anda por detrás de todos los acontecimientos de la violencia política, el que expresa toda una zona de lo nacional que siempre estuvo en discusión, que es el campo popular en una forma nacional y popular que llevó adelante luchas con un grado de enorme lucidez; una figura contradictoria porque en un punto fue también retardataria y funcionó como el capataz político de la clase terrateniente que luego lo traicionó».
«Nos interesa -señala- librar esa conciencia de otredad que el teatro ayuda a producir, la relativización de lo histórico como frente existencial único, la idea de que hay zonas dorsales de la presencia individual y colectiva».
Audivert remarca en este sentido que el teatro es una máquina de escrutación metafísica encargada a escarbar en las cuestiones de identidad y pertenencia; «el rito teatral, desnudo de todas las obras con las que se reviste -dice-, es un rito de la identidad, vinculado a esa sospecha existencial de ser otros, de haber sido otros».
«Y la figura de Rosas a través de la novela de Rivera -concluye- nos sirve para desatar las condiciones poéticas de la máquina teatral en un momento en que la teatralidad contemporánea está demasiado ligada a la visión del teatro como un espejo, algo que de algún modo atenúa las fuerzas poéticas y metafísicas de la dramaturgia».
«Para nosotros, el teatro más que un espejo es un piedrazo en el espejo, ya que en la medida en que el espejo es apedreado esos reflejos alcanzan otras valencias y desatan otras incógnitas sobre aquello que se refleja», asegura Audivert.
Fuente/foto: Télam