LO QUE VENDRÁ
«…………existen dos maneras de concebir el mundo:
una, salvarse solo y arrojar ciegamente los demás de la barca.
Y otra, una manera de construir con todos,
no dormir esta noche
si hay un niño en la calle…»
Armando Tejada Gómez
por Cristina Sottile
Aunque no lo percibamos, la Historia es esta construcción colectiva de la que todos participamos, luego analizada, relatada, escrita e interpretada desde las múltiples miradas culturales y sociales. Y hay muy pocos momentos en los que somos conscientes de ser partícipes activos y necesarios de esta construcción: este es uno de esos momentos.
En las próximas elecciones se decide, no ya autoridades, equipos de funcionarios, banderas o colores políticos. El cuadro se ha ido depurando hasta quedar limitado a sus sentidos fundamentales, expuestos sin adornos, sin carne, como el hueso que es el andamiaje de todo discurso escuchado y proferido en estos días.
Vamos a elegir como queremos vivir, pero no sólo nosotros, sino nuestros hijos, y los hijos de nuestros hijos: en este mundo globalizado, en el que el neoliberalismo se ha perfeccionado, la dominación es económica. Alcanza con unos pocos entregadores, un aceitado aparato mediático, cómplices coyunturales y un par de guerras disciplinadoras en lugares más o menos lejanos. En este mundo globalizado, además, ya no hay adonde huir, como lo hicieron nuestros abuelos cuando vinieron a la Argentina, porque la crisis de los países centrales es la que promueve las tristes multitudes huyendo de sus países destruidos, buscando refugio sin conseguirlo en el territorio de quienes contribuyeron a su destrucción.
Quiero, en este caso, hablar en primera persona, sin desarrollar análisis ni hablar de uno y otro candidato. Porque estas líneas son escritas en Ushuaia, casi el fin del mundo. Viajamos en un avión celeste y blanco, que salió puntual, desde un Aeroparque que además estaba lleno de compatriotas de viaje, visitando familia, llevando regalos a sus parientes, tomando café en las confiterías ahora accesibles, familias con chicos, jubilados, grupos de adolescentes.
Viajamos a Ushuaia en un vuelo sin escalas, con personas felices porque algunas de ellas no habían viajado nunca en avión. Diciendo que quieren «conocer nuestro país», no decían este país, decían nuestro.
Y escuchamos en la ciudad decir, acá se vive bien, el nivel es de medio para arriba, mientras sigan las empresas y tengamos trabajo vamos a estar bien: de boca de taxistas, dueños de hosterías, trabajadores gastronómicos, pequeños emprendedores, artesanos, y casi cualquier persona con quien hablamos.
Entonces, yo les cuento que cuando vaya a votar, voy a votar a favor del trabajo digno, a favor de las personas que hablemos de «nuestro país», porque no quiero ser ofendida nunca más por quienes en nombre de un pretendido periodismo degradan a nuestro pueblo y nuestra Historia diciendo que este es un país de mierda: es posible que tales personas se rodeen de gente así, o tengan una incapacidad estructural para la felicidad, pero no es esto lo que quiero para el pueblo argentino.
Y además tengo claro que a la felicidad hay que defenderla, defender la alegría, como dice Benedetti, porque si no se confunde la verdadera alegría, que siempre es colectiva y no siempre se muestra de manera mediática, con algunas performances de plástico, coloridas y a los saltos en un recinto que no es de libre acceso.
Y la alegría, mis hermanos, es otra cosa: volver a casa diciendo que se aprobó un final, poder festejarle el cumple a los hijos, salir a tomar mate a la plaza un día de sol, cantar mientras se riegan los malvones del patio, salir al balcón a ver la luna. Está construida con esas pequeñas cosas que en sí no tienen precio, pero están sustentadas sobre derechos: a la educación, a la vivienda, a la jubilación, a la memoria y la justicia, al salario digno, y también sobre el orgullo de vivir en una Nación soberana.
Es por eso que voy a votar por la soberanía, por la recuperación de la palabra Patria, porque veo a los pibes y pibas usando camisetas con los colores argentinos, porque nos ponemos la escarapela cualquier día, porque cuando recuperamos nuestra Fragata y fue a recibirla el pueblo hubo una herida que empezó a curarse, y porque nos paramos en el mismo camino de la gesta emancipadora, de la cual somos los continuadores; somos: nosotros los argentinos.
Mirando hacia atrás, creo que con un poco de atención podremos ver la sonrisa de aliento de San Martín, en los principios de este camino en que estamos.
Allá vamos, sigamos construyendo la Patria para todas y todos, que nadie quede afuera.
Yo voto celeste y blanco.
Voto Argentina.