PARA LA LIBERTAD…
Pese a los trascendidos, Cristina Kirchner no fue detenida. Salió libre y sonriente de los tribunales de Comodoro Py y fue al encuentro de una plaza muy concurrida y espontánea donde dio un discurso profundo.
El miércoles 13 de abril, militantes, obreros, empleados, familias, parejas, gente suelta y diversa, llegaron, pese al día laborable y lluvioso, a la cita de Cristina Kirchner con el juez Bonadío a las 10 de la mañana. Algunos habían llegado la noche anterior, otros en la madrugada. Tomaban mate, formaban grupos, se guarnecían de la lluvia, hacía frio. ¿Por qué estaban ahí? Para defenderla, para agradecerle, para darle la bienvenida, para escucharla, y porque la administración Macri en sólo cuatro meses produjo: 50 % de devaluación, 20 % de inflación, 150.000 despidos y 1.500.000 pobres. Estaban, porque era necesario hacer algo.
Hubo una concurrencia estimada por los medios de comunicación entre 30.000 y 300.000 personas -según hasta donde se contara, a quienes se contara, y según el medio que contara-. El número importa, sí. Pero más importa el fenómeno de plaza. La plaza es un lugar para compartir. Un lugar donde se acepta al otro aunque se discuta, donde se convive y se expresa, donde hay emociones, sueños, ideas. La plaza es un lugar de comunión, de reflexión, de protesta y festejo, de amores y broncas. Es un lugar de libertad donde se pone el cuerpo y también un lugar trascendente, desde donde puede cambiarse la historia. Todo esto se conoce y respeta, desde adentro y fuera de la plaza.
Cristina Kirchner dio un discurso interactuando con la gente, escuchando, respondiendo, emocionándose, poniendo el cuerpo, y siendo escuchada.
“He guardado un respetuoso y democrático silencio, precisamente por respeto a la voluntad popular. ¡Pero ojo! Que la voluntad popular no la tiene que respetar únicamente la Oposición; quien más tiene que respetarla es el Gobierno que ganó diciendo que no iba a devaluar, que no iba a echar, que no iba a haber tarifazos, que no iba a haber ajustes”. Clamor de la gente. “Yo también quiero interesarme por el 51 % que lo votó. Que se respete su voluntad, porque muchos de ese 51 % lo votaron creyéndole”. Hubo gritos y abucheos. La líder pidió no enojarse con los argentinos que creyeron en el cambio, “no sabían, no estaban preparados, les picaron la cabeza los medios hegemónicos. No sirve enojarse con ellos”. Cristina pidió la unión de los argentinos. Propuso crecer, conformar un gran Frente Ciudadano sin bandera partidaria para reclamar por los derechos arrebatados y la felicidad perdida. “Porque son graves los problemas. Nunca he visto tantas calamidades producidas en sólo 120 días”.
Sobre su causa judicial dijo que no tenía fundamento, que se trataba de una persecución política y de distraer a la opinión pública de los temas importantes, refiriéndose al endeudamiento externo y los Panamá Papers. “No se trata de la persecución a una persona”, dijo. “Hay una matriz comunicacional, política y judicial que se extiende en toda la Región para identificar a los proyectos nacionales y populares con la corrupción”.[1] ¿Y qué pasa después? “Vienen los paladines de la moral, los ‘emprolijadores’ que te dejan sin nada. Para cuando terminan ya no te acordás ni de quién sos vos”. Silencio. “Esta es la historia de la República Argentina”, dijo. Y propuso una jornada de reflexión nacional, sin diarios ni radios ni televisores, también sin aparatos electrónicos, donde podamos juntarnos como en familia para hablar de cómo estamos, de cómo estábamos hace cuatro meses y cómo estamos ahora. Y habló de la urgencia de recuperar la libertad. Ese debiera ser el eje del Frente Ciudadano. Recuperar la libertad de expresión, recuperar la igualdad y el trabajo porque dan libertad. Recuperar la libertad de pensar, de soñar, de volver a crecer. Gracias por tanto amor, dijo. Y hubo un gran asombro. Salió el sol.
Macri reaccionó como pudo a la plaza de Cristina. Anunció medidas de ayuda social el viernes 15 de abril (que difícilmente cumpla o sirvan para rehacer lo destruido). Y montó una especie de escena teatral, muy original por cierto, el lunes 18 por la noche. Convocó en la quinta de Olivos a los “dueños del país”, es decir a sus pares, los empresarios: Luis Ureta Sáenz Peña (Peugeot), Héctor Magnetto (Grupo Clarín), Gastón Remy (Dow), David Ruda (Tarjeta Naranja), Paolo Rocca (Techint), Aldo Roggio (Roggio), Cristiano Rattazzi (Fiat Chrysler), Luis Pérez Companc, Darío Werthein y Marcelo Mindlin (Pampa Energía), Mariano Ibañez (Telecom), Eduardo Eurnekián (Grupo Eurnekián), Eduardo Elsztain (Grupo Irsa), Alfredo Coto (Coto), Carlos Blaquier (Ledesma), Eduardo Caride (Telefónica), Ruben Cherñajosky (Newsan), Alejandro y Carlos Bulgheroni (Grupo Panamerican), Jorge Brito (Banco Macro), Sebastián Bagó (Bagó), Oscar Andreani (Andreani), Enrique Alemañy (Ford), Alexandre Costa (Nestlé), Enrique Cristofani (Santander Río), Michel Davidovich (Coca Cola), Fernando del Carril (P&G), Julio Figueroa (Citibank), Marcos Galperín (Mercado Libre), Hugo Krajne (Cargill), Teófilo Lacroze (Shell), José Luis Manzano y Adelmo Gabbi (Bolsa de Comercio), Gabriel Martino (HSBC), Carlos Miguens (Grupo Miguens), Tomás Sánchez de Bustamante (OSDE), Alejandro Gorodisch (Farmacity), José Moreno (La Serenísima), Marcelo Sielecki (Grupo Sielecki), Federico Braun (La Anónima), Carlos Blaquier (Ledesma), Carlos de la Vega (Cámara Argentina de Comercio), Luis Pagani (Arcor), Hugo Sigman (Grupo Insud), José Cartellone (grupo Cartellone), Rosario Altgelt (LAN Argentina), Adrián Kaufmann (Unión Industrial Argentina), Luis Etchevehere (Sociedad Rural Argentina).
Estos “dueños del país”, muchos de los cuales tienen empresas offshore como el presidente Macri, llegaron a Olivos, también con lluvia pero individualmente, en autos mercedes benz, audi, bmw… Y plasmaron una curiosa escenografía. Ocuparon un salón vidriado, como un jardín de invierno, y de pie, distanciados un metro uno del otro, formaron un reticulado con un fondo de plantas: una plaza. La plaza de Macri. Se mide así una relación de fuerzas con la plaza de Cristina. Funciona como una demostración de poder. Macri les habla directamente a los empresarios (y nos habla por el video) con el trajinado discurso de campaña (el único que le sale o que puede decir frente a una cámara), ya desmentido en cuatro meses, porque no combatió el narcotráfico, la droga se administra en Costa Salguero donde celebró su boda el propio Macri y estaba en bunker del PRO, porque tampoco unió a los argentinos (salvo que los esté uniendo en la oposición), y porque mucho menos se acercó a la pobreza cero, ya generó un millón y medio de pobres. Salvo que la pobreza cero consista en un exterminio.
Macri les habla a estos empresarios (a los únicos que han ganado con su Gobierno), les cuenta que va a dar un paquete de ayuda social a los pobres, y les pide que inviertan en el país, “porque es la capacidad que Dios les dio”, que no aumenten los precios y cuiden a sus empleados, los puestos de trabajo, que piensen en el país, que amen el lugar donde viven. Les pide caridad, generosidad, compasión. ¡Es increíble! A los más corruptos y desalmados, a los que evaden, ocultan y fugan capitales condenando el país a la pobreza, les pide caridad. El discurso sigue delirante y contradictorio, porque después de referirse a la pesada herencia económica del Gobierno anterior, dice: “Yo no puedo parar de atender la cantidad de gente que viene del mundo diciendo queremos ser parte de la Argentina que viene”. No es sólo el uso oligofrénico del lenguaje lo que se percibe. Aquí se trata de una falta de lógica, de un delirio omnipotente, o de las dos cosas. ¿Por qué vendrían los inversores a un país desquiciado? Dónde está la cola de inversores que Macri no puede parar de atender. ¿Será la empresa Uber parte de estos inversores? ¿Se referirá a las constructoras que quieren hacer más torres en Puerto Madero? ¿Por qué suponer que el interés de los inversores coincide con el interés del país? Rara vez fue así. Los empresarios miran a Macri inexpresivos, tiesos como estacas desde los lugares asignados. Y al final aplauden, parcos pero aplauden, porque para eso los han llamado: para dar la cara y apoyar, es lo que se les pide a cambio de las ganancias.[2]
La lucha política está planteada entre la libertad de empresa y la libertad de las personas, entre la derecha y los derechos, entre el poder y los empoderados, entre la codicia y el amor, entre las falsas plazas de los empresarios y las verdaderas plazas, entre el exterminio y la vida. Nos concierne a todos.
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[1] Aludió al reciente pedido de juicio político a Dilma Rouseff en Brasil.
[2] Para muestra basta un botón: dos días después, Eduardo Elsztain (Grupo Irsa) -uno de los ubicados en primera fila en la “plaza de empresarios”- hizo una operación muy ventajosa para IRSA con el Gobierno porteño. http://www.periodicovas.com/sesenta-y-ocho-millones-de-dolares/