Tiempo Argentino resiste
Luego del violento ataque perpetrado en la madrugada de ayer, los trabajadores de Tiempo Argentino hicieron lo mejor que saben hacer: una edición especial que se agotó antes de media mañana.
«Es una edición que nunca hubiéramos querido hacer. Lo decidimos ayer y los lectores nos acompañaron. Antes de las 11 de la mañana el diario ya se había agotado en los kioscos», señaló Javier Borelli, presidente de la cooperativa Por Más Tiempo, conformada por ex trabajadores del diario que desde abril gestionan la salida de la publicación.
Una crónica de la madrugada del domingo al lunes, perfiles de los agresores, fotografías, repercusiones en los medios nacionales e internacionales y una cronología de cómo fue el vaciamiento al diario llenan las 16 páginas de la edición que da cuenta de un hecho que fue calificado como «un ataque sin precedentes a la libertad de expresión».
En la nota «Crónica del violento intento de silenciar a Tiempo Argentino», Borelli describió que los integrantes de la patota de Martínez Rojas, «forzaron la salida de emergencia de Radio América» para ingresar y luego «forzaron una segunda puerta» que es la que comunica a los dos medios.
Adentro de la redacción, cuando habían pasado algunos minutos de la medianoche, los agresores se encontraron con los trabajadores Norma Fernández y Gabriel Agüero, a quienes obligaron a irse, incluso a este último le pegaron para echarlo.
Norma y Gabriel dieron aviso a sus compañeros y para las tres de la mañana, unas cien personas se encontraban en la puerta. Hasta esa hora, la policía por orden de la fiscal no había ingreso al inmueble.
Alrededor de las tres y media, «el subcomisario Carlos Gastón Aparicio ingresó junto a los trabajadores del diario pidiéndole una reunión a los intrusos y garantizándoles desde el primer momento su salida sin detención», describió Borelli, lo que finalmente sucedió.
Los agresores, que se retiraron del lugar escoltados por la policía, no quedaron detenidos pero fueron identificados e imputados por los delitos de usurpación y daños por la fiscal Verónica Andrade.
En una columna pegada a la crónica, Borelli describió el encuentro mantenido por la tarde en el Ministerio de Trabajo, y aseguró que «ante el ataque violentísimo de una patota armada (la cartera laboral» ofreció por respuesta: subsidios» en contraposición a “la necesidad de soluciones integrales” y concluyó que «la reunión terminó sin ningún avance».
Por su parte, Néstor Espósito abordó el tema desde su aspecto judicial e informó que la querella pedirá la imputación de Martínez Rojas y el resto de los agresores por «al menos siete delitos» que se cometieron durante la noche en concurso real y que, de hallarlos culpable, podrían recibir «más de diez años de prisión».
«Es muy grave: se trata de un ataque sin precedentes a la libertad de expresión», es el nombre de la nota en la que el periodista Gustavo Sarmiento recogió los testimonios de los cronistas que fueron a cubrir la noticia del ataque.
Mientras que una entrevista a María Del Carmen Verdú, titular de la Coordinadora contra la Represión Policial e Institucional (CORREPI) y abogada de los trabajadores, aseguró que «fue un intento de neutralizar un diario que es la voz de los trabajadores».
En las páginas centrales, la edición especial despliega fotos y testimonios de referentes de organizaciones sociales, sindicales y políticas que se acercaron y expresaron su solidaridad.
Un nota destacada es la descripción del accionar de otro grupo también liderado por Martínez Rojas el 11 de junio pasado que, con igual metodología, irrumpió en la planta transmisora de Radio América en Villa Lugano para sacar a la emisora del aire.
En la página 12, Gastón Rodríguez entrevistó a un ex socio de Martínez Rojas llamado Ricardo Sodo Toranzo que describió cómo fue estafado por el empresario correntino en operaciones de venta de autos; en tanto Juan Diego Britos, realizó un perfil de Juan Carlos Blander, uno de los miembros de la patota a quien describen como «un profesional de la violencia».
En las anteúltimas páginas, Randy Stagnaro y Javier Schurman realizan una crónica sobre cómo el vaciamiento del grupo 23, perteneciente a Sergio Spolski y Matías Garfunkel, la supuesta compra de Martínez Rojas de los medios y la historia de lucha de los trabajadores que devino en la conformación de una cooperativa de trabajo en el caso de Tiempo Argentino, en tanto en radio América aún no han podido tomar una forma legal.
Finalmente, la contratapa es una editorial titulada «No pasarán», en la que el director de Tiempo Argentino, Gustavo Cirelli, aseguró «fue una noche de terror de esas que no se olvidarán jamás, que quedan impregnadas en la memoria como una pesadilla que arrastra al presente a los fantasmas agazapados en la oscuridad de los tiempos de la dictadura cívico militar».