Trepar el Obelisco
Con motivo de celebrarse hoy el 80 aniversario del Obelisco porteño, 80 vecinos subirán durante todo el día al icónico monumento construido en 1936 para celebrar los 400 años de la primera fundación de Buenos Aires.
Desde las 8 de la mañana, una carpa devenida en refugio del viento frío y el caos vehicular, recibe con café, té, facturas y frutas a los vecinos que, convertidos en expedicionarios urbanos, subirán los 206 peldaños de una escalera vertical, semejante a las que se utilizan para bajar a pozos muy profundos.
Desde donde podrán disfrutar la vista privilegiada que ofrecen las cuatro enigmáticas ventanas ubicadas en la punta, contemplar el ajetreo del microcentro y tomarse una foto desde la cima de un emblema nacional.
«Fue una emoción tremenda ver los cuatro puntos de la ciudad desde semejante altura, porque la punta tiene cuatro ventanas, y no te dan los ojos para ver todo. La vista que más me gustó fue la que da al ministerio de Desarrollo Social, donde saqué una foto increíble», contó Emi Kurtz, de 37 años, primer vecino en «hacer cumbre» en esta particular travesía porteña.
«Te cansás un poco, pero yo me daba ánimo: si hay gente que puede escalar el Everest, yo tengo que poder subir el Obelisco», se arengaba Emi.
Es que la proeza exige completar los 67,5 metros (206 escalones con siete descansos) entre la base y la cúspide.
«Lo que me tentaba era conocer la vista desde ahí arriba, en medio del quilombo, porque yo trabajo en microcentro y paso por acá todos los días», dijo Guillermo, de 34 años, a poco de bajar y visiblemente agitado.
«Se ve mucho más de lo que pensaba, el río, la ciudad, no me imaginaba que era tan alto -agregó-. Entre otras cosas, la experiencia me sirvió para darme cuenta que necesito empezar el gimnasio porque estoy fuera de estado».
Paulina tiene 21 años y antes de subir confesó:» Casi no vengo pero después me di cuenta que era una oportunidad única, no hay excursiones para subir al Obelisco».
«Lo que más me intriga son esas ventanitas que tiene, quiero ver qué hay, sacar fotos, escuchar el silencio desde arriba y estar a la misma altura de todos esos carteles luminosos de la avenida».
La razón que impulsó a Diana a transitar este desafío fue poder «mostrarle una foto a sus nietos con su abuela en la cima del Obelisco».
«Tengo 60 años y no dudé en anotarme porque ya tengo la edad límite para estas cosas -dijo-, aunque la experiencia no me da miedo porque no tengo vértigo, soy arriesgada y como hago maratones de cuatro horas de spining, calculo que no voy a tener problema en subir hasta arriba».
Ana tiene 27 años y dice que cuando llegó de Ecuador a la Argentina hace cuatro meses para hacer un posgrado en Odontología, el Obelisco fue lo primero que vio.
«Decidí faltar a clase, no me importó, porque no me quería perder la posibilidad de ver Buenos Aires desde arriba y fue increíble, se ve toda la ciudad, enorme, los colores del cielo, se siente el viento, fue hermoso, como un oasis en medio del ruido», concluyó.