El asado cortesano de Larreta
El Gobierno de la CABA, presidido por Horacio Rodríguez Larreta y Diego Santilli, invitó a los vecinos de esta Ciudad a un insólito e inesperado evento: el Primer Campeonato Federal del Asado.
por Gabriel Luna
A la sombra del Obelisco, por lo demás exigua, se celebra este evento el domingo 9 de octubre a partir de las 11 hs. a lo largo de varias cuadras de la avenida 9 de Julio, desde el Obelisco hacia el Sur. La invitación concretada a los vecinos a través de la prensa corporativa afín al Gobierno, y mediante afiches, mails, llamadas telefónicas grabadas, etc., genera la ilusión de un derrame. Es decir: de comer en una fiesta aunque sea ajena. En estos tiempos difíciles, donde la pobreza se verifica en uno de cada tres habitantes, comer una buena porción de carne y algunas achuras, resulta extraordinario. Son manjares inusuales. La invitación genera la ilusión de comer bien y gratis. No es mucho pedir a cambio del aumento de los alimentos, a cambio del aumento de las tarifas, de los impuestos. Aunque sea una vez, devolver algo. ¡Qué haya un derrame, alguna consideración, un momento feliz! La gente camina hacia el Obelisco con esa esperanza, con sus bolsas, sus tápers, sus cubiertos, y lo primero que ve son las vallas.
La 9 de Julio está cortada, las calzadas para autos y para el Metrobús, también están cortadas la avenida Corrientes y varias calles laterales, por eso cuesta llegar, la gente viene caminando. Después hay más vallas, la plazoleta sur del Obelisco está doblemente vallada. Al lado de la calle Cerrito hay una carpa vip (para very important persons) y en la plazoleta hay tres filas de stands hechos con andamios blancos y techos altos de zinc (un stand por cada provincia) que forman un patio interno, vedado a la multitud. Y dentro de los stands están las parrillas, 24 parrillas cargadas, crepitantes, olorosas, humeantes, pero inaccesibles. La gente se amontona, mira el manjar detrás de las vallas. Hay dos andamios de tablones escalonados, dispuestos entre el Obelisco y la plazoleta para mirar sentado. Pero el asado es ajeno, detrás de las vallas hay guardias de seguridad privada cada tres metros, no hay resquicios, imposible entrar.
En el patio interno hay fotógrafos, mozos, periodistas, animadores y cámaras que proyectan a los vip y a los manjares en una pantalla gigante. Los vip picotean entre flashes recorriendo stands, los mozos llevan fuentes a la carpa, y un locutor vestido de gaucho hace preguntas estúpidas a los asadores. La tribuna espera, se enoja. Acá se mira pero no se come, dice un señor con táper celeste. ¿El Gobierno ha montado estas gradas para que la gente vea comer al rey con su corte detrás de las rejas?
Yendo al Sur
La gente del perímetro de las vallas y de la tribuna no entiende el espectáculo. ¿Están viendo un campeonato? ¿Se trata de un deporte? ¿Es un deporte hacer un asado?, ¿necesita público y relator?: “Ahora, justo cuando brota la primera sangre entre las estrías, don Zoilo ensarta y da vuelta el bife, ¡qué bien lo hace!” ¿Esto es algo sólo para mirar? Muchos esperan el convite. Una aparición de mozos con fuentes humeantes para la tribuna. Fetas de cuadril con salsa criolla sobre pan, alcanzadas por el escuadrón de guardias a través de las rejas, ¿no habrá nada?, aunque sólo sea simbólicos choripanes… No. Acá se mira pero no se come. ¡Parece la televisión! Si queremos ver televisión, la vemos cómodos en casa, dice una señora enojada con cartera al hombro y bolsa vacía en la mano. El locutor cansa. Mucha gente se va y otra llega con la esperanza. La gente se va yendo al Sur, dando vuelta la plazoleta, dejándola atrás. Al fondo de la 9 de Julio se ve el Ministerio de Desarrollo Social con la escultura de Evita en la fachada y más acá, el espacio plebeyo. Hay un corredor para la multitud en la calzada de la avenida, limitado a la izquierda por la estructura de caños, vidrio y cemento del Metrobús, y a la derecha por una hilera de stands más precarios y bajos que los anteriores, negros. Aquí se vende. El choripán a 60 pesos y el sándwich de tapa de asado o de colita de cuadril a 90, gaseosa a 25. Por las porciones finas que reparten, es caro, opina un señor con equipo de mate. Al frente de los stands, en letras blancas sobre fondo negro dice: “A beneficio de COAS”. Las filas de espera son lentas, la mayoría se va. Mientras tanto, Larreta, Santilli, y una corte de funcionarios y familiares -entre los cuales Periódico VAS identifica a Ángel Pititto “Mahler”, el ministro de cultura de la Ciudad, y a Roberto Salcedo, presidente de la Junta Comunal Nº 1, denunciado por abuso sexual y sospechado de corrupción- come las mejores carnes, asadas por los parrilleros notables del país, sin esperas, a discreción, cómodamente en la carpa vip o en el patio de los stands blancos, y sin pagar nada.
Poner blanco sobre negro
En este caso, la expresión puede aludir a la primacía de la gente de los stands blancos sobre la gente de los stands negros. Pero también la expresión ‘poner blanco sobre negro’ alude a entender un fenómeno confuso mediante el contraste. Y en este caso se perciben físicamente dos mundos aislados con dobles vallas y escuadrones, que sólo se relacionan entre sí a través de cámaras y pantallas. Son mundos muy distintos. Los blancos y los negros. La confusión tiene lugar cuando la gente de los stands blancos pretende hacer un asado popular en la 9 de Julio. Por más que Larreta se vista de negro nunca hará (pruebas a la vista) una fiesta popular, tampoco será popular.
¿Qué ocurre en el corredor Sur? La gente hace filas, se sienta en los cordones de la calzada, en los bordes del andén del Metrobus, camina hacia el Sur, hacia el Obelisco, hacia ningún lado, espera o escapa del corredor en las bocacalles. Un dron registra la escena que dura tres cuadras. Hay algunas mesas hechas con un tablón sobre dos barriles, hay racimos de globos con personajes de Disney. Asfalto, calor y cemento. Dos estatuas vivientes de un gaucho y una paisana tienen un color ocre desagradable, como si acabaran de sugir de un pantano o de una cisterna. Una familia tipo come en silencio sentada en el andén del Metrobus. Un payador canta por la cadena de parlantes a los 30000 desaparecidos y dice que este es un país de libertadores pero sin libertad (¿cómo se les escapó?). Cierto, comentan dos chicos de veintitantos junto a los globos del ratón Mickey.
La mayoría de la gente sale de corredor con ganas de comer asado. En la esquina de Montevideo y Corrientes, una parrilla ofrece medio pollo por 80 pesos, sándwich de vacío a 70 y choripán a 50. Son mejores precios, no hay que hacer cola y uno come con cubiertos en una mesa. Cerca de esta parrilla, una pareja de entrerrianos que ha venido a Buenos Aires aprovechando el fin de semana largo no encuentra su auto. Están enloquecidos. Les explican que se lo ha llevado la grúa, les muestran una etiqueta roja en el cordón, sí, a pesar de ser domingo a las 5 de la tarde, a pesar del turismo de fin de semana largo, a pesar del asado en la 9 de Julio. El Gobierno de Larreta puede cortar muchas calles y desviar líneas de colectivos provocando enormes molestias a los vecinos para hacer asados de propaganda, pero las grúas recaudadoras, que te llevan el auto por estacionar frente a un banco, siguen funcionando.
Los números de la fiesta
La fiesta costó $ 10.080.630. Pese a que la Municipalidad tiene o tuvo un departamento con capacidad para realizar eventos en la vía pública. La Subsecretaría de Bienestar Ciudadano, a cargo de Diego Santilli, contrató los servicios integrales de Complemental S.R.L (una empresa casi fantasma, constituida hace poco más de un año por dos socios con un capital de $50.000) para realizar el Campeonato Federal del Asado por 10 millones de pesos, según consta en el Boletín Oficial del 22 de septiembre (BO 4972). Es decir que la fiesta, incluyendo los cientos de kilos de carne y achuras, la pagaron los vecinos de la ciudad de Buenos Aires.
Pero los números no terminan aquí. Periódico VAS llamó a COAS para pedir información sobre la recaudación de los stands negros. Después de alguna espera, consultas y pases de llamada, COAS no suministró esa información ni ninguna otra. COAS se define en su página web, según su acrónimo, como una Cooperadora de Acción Social que trabaja en articulación entre el Estado y los empresarios recibiendo donaciones para equipar hospitales públicos. Algunas de las empresas “articuladas” por COAS son: HSBC, Fundación Noble (Grupo Clarín), IRSA (Grupo Elsztain), Coca-Cola, VISA, Sheraton, La Rural, Citibank, Banco Galicia, Telecom, Gente, SAMSUNG, Mercedes Benz… Empresas que, supuestamente, obtienen desgravación impositiva por las acciones sociales de COAS. Y cabe señalar que mientras COAS recauda para los hospitales el Gobierno tiene subejecutado el presupuesto de Salud. Es decir que los fondos adjudicados a la salud pública los está empleando en otra cosa.
A falta de los datos de recaudación, se propone al lector o lectora el siguiente cálculo. Según la prensa corporativa afín al Gobierno pasaron por el corredor de los stands negros 250.000 personas. Imagínese entonces el consumo de una tercera parte a un promedio de 100 pesos por persona. Resultado: $ 8.333.333. Hasta aquí el aporte de vecinos y concurrentes a la fiesta ha sido entonces en números redondos de 10 millones más 8. 18 millones de pesos.