La Patria Educativa
Tu oficio, qué lindo oficio,
magia del pueblo en las aulas,
milagro de alfarería,
sonrisa de la mañana (…)
“Rosarito Vera, maestra”, Félix Luna
por Cristina Sottile
La promulgación de la Ley 1420, de educación común, gratuita y obligatoria, vigente hasta hoy en todo el territorio argentino, respondió a un marco político e ideológico según el cual, el desarrollo y el progreso (estamos hablando del siglo XIX) eran metas a las que se accedía a través de la educación del pueblo y del acceso a conocimientos y tecnologías de producción que habían demostrado ser exitosos en Europa, meca cultural de la generación del 80.
La escuela, concebida de esta manera, no solamente es fuente de información y de unificación de representaciones sociales acerca de la Argentina, sino que es un dispositivo nacional destinado a la formación de ciudadanía y a la reproducción del sistema democrático.
Esto último es una de las grandes virtudes de nuestro sistema público de educación, ya que en las aulas de escuelas primarias, secundarias y universitarias, conviven y se relacionan personas provenientes de distintos espacios sociales y culturales.
Todos los argentinos, hayan tenido o no la oportunidad de poder asistir a la escuela, tienen una representación de lo que ésta significa, y pueden decir cómo se estructura un aula, se sabe del uso de guardapolvo, del izado diario de la bandera, de las canciones patrias aprendidas en música, y también pueden dar fe de que las escuelas fueron históricamente ámbitos de contención en épocas de crisis, aportando copas de leche, almuerzos o meriendas, y esto significa una mirada totalizadora sobre el sujeto que aprende: no sólo se le imparten conocimientos, su cuerpo debe ser nutrido para poder crecer, para poder aprender, para integrar la sociedad.
En estos últimos meses, y a partir de la asunción del Ing. Macri como Presidente de la Nación, se sucedieron rápidamente una serie de medidas de gobierno que tuvieron como objetivo la educación pública: se desguazó el Programa de Orquestas Infantiles, se desactivó el Programa Conectar Igualdad (que garantizaba la alfabetización informática de nuestros chicos), se verificó una notable subejecución del presupuesto 2016 y una disminución en todas las partidas presupuestarias para 2017. El intento de implementar evaluaciones externas tercerizadas para los docentes fue rechazado, así como el intento de terminar con la formación postítulo por parte del ministerio (con lo cual la formación ya deja de ser cuestión y responsabilidad del Estado, para transformarse en un tema individual, que no sólo pasa por la vocación de mejorar sino con las posibilidades de pagar la mejora); también se avanzó sobre un intento de desarticulación del Instituto Nacional de Educación Técnica, que todavía se está discutiendo en este momento.
Me gustaría detenerme un momento en esto, ya que la propuesta gubernamental fue que se ocupen del tema las empresas y que operen a la manera de agentes formadores, para orientar esta formación según las necesidades de las mismas empresas. Esto significa, brevemente, trabajo precarizado en forma de pasantía, mano de obra barata para la empresa, que además recibe un subsidio del Estado. De los títulos no se habló, y de vocaciones menos. Pink Floyd lo expresa muy bien: “…just a brick in the wall” (sólo un ladrillo en la pared), ya que este tipo de propuesta educativa produce “trabajadores a medida”, una visión del país según la cual los jóvenes son puestos a disposición del mercado global para que este decida cómo formarlos, cómo comerciar con ellos y cómo extraer beneficios en todo este proceso: es la esclavitud del Siglo XXI.
Que la educación es un bien valioso para los argentinos, pudo verse claramente en las movilizaciones universitarias por las bajas de presupuesto, en las que participaron desde ingresantes hasta investigadores en su más alto nivel, recordando permanentemente que todos los premios Nobel argentinos que poseen título universitario lo obtuvieron en universidades públicas.
Se suma a esta propuesta educativa macrista el dèja vu que nos propone la Historia de vez en cuando, reeditando la lamentable actuación de Cavallo poco antes de la terrible crisis de 2001, cuando envió a nuestros científicos a lavar los platos.
En este caso, el recorte que impide a jóvenes investigadores proseguir no sólo su formación sino también sus trabajos en los equipos que integran en el CONICET, fue justificado burdamente por el Ministro de Ciencia y Tecnología, Dr. Lino Barañao (formado y doctorado en Universidad Pública), ya que según él “un país con 30% de pobres no puede solventar investigación científica” (no es textual). En realidad, desde este reduccionismo histórico, pierde de vista, o mas bien intenta invisibilizar que es la investigación y la inversión en la misma lo que permitió crecer a los que hoy son países centrales, económicamente hablando.
Ejemplo. En Japón, los grandes derrotados de la 2º Guerra Mundial, después de dos bombas atómicas, ocupación americana, prohibición de implementar industria pesada y producción afín, la inversión en investigación permitió que en sólo 20 años y finalizada la ocupación, a partir de los años ’60 creciera económicamente hasta ser la 2º economía mundial sobre la base de producción de transistores, microválvulas, óptica, aparatos de grabación y demás. Esto muestra que orientar un país hacia la producción primaria en un mundo que obtiene su mayor porcentaje de ganancia de la alta tecnología, es condenar a ese país al campesinado preindustrial del feudalismo.
Para terminar este artículo, quiero dejar constancia de dos temas que debemos tener presentes a la hora de hablar de modificaciones en el sistema educativo: el primero, es que hay una referencia concreta a la cual acudir para saber qué es lo que se trama al respecto, y son los 8 años de gobierno PRO en la CABA, en los cuales la desinversión en infraestructura fue una constante, el aumento de subsidio a escuelas privadas creció en un 291%, disminuyó el presupuesto para educación, también se desarticuló el Programa de Orquestas Infantiles, se intentó implementar la instalación de aulas-container -aun en los jardines del Bernasconi, una de las más hermosas escuelas-palacio que construyera la generación del ’80-, se implementó un sistema de inscripción on-line de por sí excluyente para quienes no contaran con tecnología y conocimientos para el acceso, en 2014 hubo 17.000 chicos sin vacantes, se suprimieron viandas en escuelas con población vulnerable, se intentó cerrar el Instituto Isauro Arancibia, que se ocupa de chicos y jóvenes en recuperación o situación de calle, y se embistió contra las escuelas de arte a través de vaciamientos varios. Esto habla de la idea de educación pública que posee la Gestión, que está construida en un claro prejuicio de clase acerca de lo público. Que ni siquiera es la concepción de lo público que existió en la aristocracia tradicional argentina, sino que es una serie de representaciones construidas partir de la dictadura cívico–militar iniciada en 1976, puerta de entrada para el neoliberalismo en la Argentina, que generó una nueva casta de ricos: los que hicieron dinero por estatización de deudas, por uso y abuso de la bicicleta financiera, gracias a la evasión de impuestos y la fuga de divisas.
Y por fin, el segundo tema es que esta casta social también tiene una idea del deber ser de la Argentina y los argentinos, y este deber ser está permeado por el mercado, en todos los aspectos.
Así, la educación (para esta casta) es un bien de mercado que debe pagarse, antes que un factor de engrandecimiento de la Nación. Es un bien al que deberían acceder solamente los que son solventes económicamente hablando, no desde la solvencia intelectual y vocacional. Por lo tanto, si debido a leyes existentes se debe mantener un sistema de educación público, desde el neoliberalismo, éste debería ser lo más escueto posible, sin importar la calidad de formación, porque quienes pasen por él no irán muy lejos: serán mano de obra barata para las empresas.
Y aquí queda al descubierto la mezquindad y la pequeñez de miras de los ricos ociosos que nos gobiernan, porque no hay utopías, no hay posibilidad de soñar un futuro desde este lugar, ya que ellos mismos no sueñan. No se concibe desde ese lugar un lugar de grandeza y soberanía para la Argentina, todas las representaciones simbólicas de la Patria son devaluadas, y la intención es que el orgullo de ser argentinos deje de existir.
Podemos creer que no tienen idea de Patria, pero sí la tienen, y en esa Patria neoliberal que pretenden forjar a través de la imposición de un modelo educativo mercantilista, en esa Patria, la mayor parte de nosotros no estamos.