Verdurazo en Plaza de los dos Congresos
«No pedimos que nos regalen nada, proponemos créditos blandos, un procrear rural, para que de la misma manera que el vecino del barrio accede a su vivienda propia, el agricultor acceda a la tierra que es el origen de su trabajo», dice Nahuel Levaggi, dirigente de la Unión de Trabajadores de la Tierra (UTT). Lo dice parado en la Plaza de los dos Congresos, bajo el sol del mediodía de un abril que se parece a enero. Lo dice tras tres días de acampe y lucha. Lo dice agotado y aturdido luego de regalar centenares de bolsones de verdura.
Este es sexto Verdurazo que la Unión de Trabajadores de la Tierra hace en dos años. Durante tres jornadas repartieron 30 mil kilos de verduras. El fruto de la tierra vale poco para quienes lo comercializan y le cuesta la vida quienes los producen. La paga es escasa, la ganancia es nula y el alza en el costo de la renta de la tierra, de las tarifas eléctricas y los insumos impacta en las magras economías de los productores.
El miércoles presentaron en el Congreso nacional un proyecto de ley que crea un Fondo Fiduciario Público de Crédito para la Agricultura Familiar. El objetivo es facilitar el acceso a la tierra a quienes la trabaja, a través de créditos blandos. Los trabajadores de la tierra fueron escuchados por un grupo importante de diputados nacionales.
“El proyecto de ley de Acceso a la Tierra, responde a la necesidad de cientos de miles de pequeños productores que trabajamos en tierra ajena y producimos más del 60% de los alimentos que se consumen en el país”, sostuvieron. Explicaron que la iniciativa “se asemeja a un crédito Procrear pero para el acceso a la tierra propia”.
“La tierra es para quien la trabaja, nosotros sabemos cuidarla. Se puede producir sin químicos y ofrecer verduras sanas», añade Pedro, a cargo del taller de agroecología que se desarrolló en el marco de esta protesta. «Hay familias que viven de la tierra, en la tierra y para la tierra; pero la tierra no les pertenece. El alto costo de la renta se lleva gran parte del fruto de nuestro trabajo. No tener tierra propia para un agricultor no significa únicamente pagar un alquiler, es no poder arraigarse, no poder proyectar, vivir en casas precarias», explica.
«Los consumidores terminan pagando hasta 10 o 15 veces más de lo que a nosotros nos pagan por lo que producimos», señalan desde la Unión de Trabajadores de la Tierra. La organización nuclea a 14.000 familias de pequeños productoras en 16 provincias, obligados a arrendar la tierra que trabajan para producir alimentos. En la cadena de producción, el costo de la renta de la tierra es uno de los factores que impacta en el costo de los productos.
Jueves 19 de abril. 13 horas. Plaza de los dos Congresos se va vaciando, desde la madrugada los vecinos porteños formaron una fila de hasta cuatro cuadras para recibir un bolsón de 5 kilos de verdura. Pasado el mediodía, el sol arrecia y la humedad aplasta los cuerpos, algunos pocos deslizan con pesadumbre entre el vaho que despide el pavimento de baldosas blancas. Las carpas se van desarmando. Los trabajadores de la tierra experimentan la sensación contradictoria de sentirse angustiados al tiempo que satisfechos.
“Incertidumbre, eso siento”, dice una joven productora.