¿Es el encierro una oportunidad creativa?
Las escritoras Mariana Enriquez y María Gainza compartieron vía zoom una charla sobre «Encierro, monstruos y fantasías» que se puede ver en el canal de youtube del Museo de Arte Moderno donde coincidieron en que «el encierro puede ser creativo cuando es una decisión y hay un afuera que funciona».
«Una cosa es encerrarte porque tenés ganas y otra encerrarte porque lo que sucede afuera es terrorífico. No es lo mismo. Por eso es complejo cuando te preguntan si estás produciendo en la cuarentena», dice Enriquez -ganadora del Premio Herralde de Novela 2019 por «Nuestra parte de noche»- en el comienzo de la charla organizada por el Museo para reflexionar sobre el contexto actual a partir de “Invasión II”, una obra de la artista Mildred Burton que forma parte del acervo de la institución.
«Por trabajo estoy escribiendo cosas de la cuarentena pero no es lo que me interesa como trabajo creativo», sostiene.
A propósito, Gainza, ganadora en 2019 del Premio Sor Juana Inés de la Cruz por «La luz negra», cita un poema de Bertolt Brecht que dice «En tiempos oscuros, ¿también se cantará? También se cantará sobre los tiempos oscuros» y asegura que escribir en momentos como éste requiere de un temple muy especial.
Para Enriquez, «lo creativo es salirse de tema, es interpretar la realidad de otra manera, y esto es un presente continuo». Además indica que «hay una idea elitista sobre los escritores» que lleva a pensarlos como «seres superiores que se pueden aislar de cómo limpiar la verdura».
«Lo domestico te chupa de una manera que no nos había pasado antes. El horror de lo doméstico es como un monstruo, algo que no para», expresa Gainza que cuenta que no sale «nada» porque está inmunosuprimida y solo continúa dando taller: «Mis alumnas leen y escriben. Yo, en cambio, siento la cabeza como el primer año de haber tenido a mi hija. Leo algo de poesía y cuentos cortos».
La autora de «El nervio óptico» relata que casi no lee diarios, que hay cosas que no quiere saber y que si sus alumnas le dicen que escribieron un cuento infantil y otro sobre la cuarentena, prefiere que le lean el infantil.
La lectura de estos días de Enriquez es «La condesa sangrienta», de la surrealista francesa Valentine Penrose, conocida por el trabajo que hizo con su texto la argentina Alejandra Pizarnik, que describe como «una biografía novelada de una condesa húngara que mataba jóvenes por puro sadismo», cuyo castigo consistió en encerrarla en su castillo. «Esto fue en 1640 o 50 y duró años allí», explica la autora y asegura estar terminando este libro con una historia que la tranquiliza porque se trata de un mundo horrible que finalizó.
En tono informal y con un registro irónico y afectuoso que da cuenta de su amistad, Enriquez y Gainza intercambian lecturas y un mapa de libros y películas que construyen universos sobre encierros, pestes o espacios cotidianos que se vuelven monstruosos.
«La película que muestra la cuarentena más fracasada es ‘El resplandor’, en la que supuestamente alguien está en el lugar indicado para escribir y enloquece», grafica Gainza y confiesa que «cuando surgía la posibilidad de hacer una residencia para escritores pensaba que iba a enloquecer».
Por su parte, Enriquez trae a la charla a Shirley Jackson, unas escritora que descubrió por uno de sus favoritos, Stephen King, quien cita el principio de una de sus novelas como uno de los más maravillosos comienzos de una historia de ficción.
«Era una señora de los años 50 en los Estados Unidos, casada con un académico, tenía agorafobia, terror a salir de su casa», explica y se sumerge en tres de sus novelas que se pueden leer en castellano: «Los veraneantes», «Siempre hemos vivido en el castillo» y «El reloj del sol».
La primera es sobre «dos viejos que están en un pueblo y les van cortando los servicios», recuerda Enriquez, la segunda tiene como protagonista a «una chica que mata a su familia y se queda en su casa con su hermana y su tío» y la tercera cuenta la historia de «una familia que decide que es el fin del mundo, buscan provisiones, van al pueblo a avisar que llega el fin del mundo».
En ese entramado de ficciones que recomiendan, Gainza recupera el cuento de Enriquez «La casa de Adela», en el que «hay una casa que se come a la gente» y que la escritora dice «tener muy presente», y que su creadora dice haber trasladado a su última novela: «Quise trasladar la casa, no al personaje. Después la nena vino con la casa y me abrió un juego».
Los universos de Emily Dickinson, Sylvia Plath, Irène Némirovsky, Natalia Ginzburg, Mildred Burton, Jane Eyre, Samuel Pepys y alguna película de Armando Bo toman la charla en la que las autoras recurren a ficciones que leyeron o rememoraron estos días en los que reconocen estar viviendo «una cuarentena burguesa».
Enriquez advierte la importancia de «no entrar en la sociología de la urgencia, en el frenesí del registro» porque si bien dice entender «la necesidad de catarsis, del testimonio y la primera persona» también marca que «hay que tener cuidado con el exceso de eso. No es un momento de cargarle las angustias propias a los otros».
Con respecto a la información que consumen en este tiempo, la autora de «Este es el mar» asevera estar «un poco intoxicada» porque sigue trabajando en el diario Página/12 lo que la «obliga a tener algún tipo de conexión»; que para Gainza se reduce a la rutina de sus clases porque necesita eximirse «de la realidad».
Se preguntan por cómo será narrado este tiempo histórico en el que Enriquez dice tener «la clara sensación de una especie de falta de carácter importante».
«He pasado crisis personales y nacionales pero ninguna me preparó para este momentos y todos los días me pregunto por qué. Tuve otros momentos de fragilidad nacional y personal pero hay algo de la escala de estos acontecimientos que me perturba de otro modo», sostiene.
Ante ello, Gainza resalta la importancia de «un afuera que funcione» y Enriquez remata:»El encierro puede ser creativo porque es una decisión y hay un afuera al que podes volver por éste es angustiante».
Foto de portada: Télam