Mejor llamarla «La Fiebre»

La aparición de «Sopa de Wuhan» a principios del aislamiento social, preventivo y obligatorio en Argentina puso en circulación, de forma gratuita y con muy fácil acceso, un conjunto de artículos filosóficos de reconocidos intelectuales y pensadores, principalmente, de Europa y Estados Unidos, que propició intercambios por redes, activó debates y también desató críticas.

Esto llevó a que su editor tomara la decisión de eliminar el link de descarga de sus sitios y discontinuara el título en la segunda publicación, «La Fiebre».

En «Sopa de Wuhan», Pablo Amadeo (Bolívar, 1980) sistematizó un conjunto de artículos «dispersos» que leyó a medida que se consolidaba la certeza de que la cuarentena también sería un asunto local y que la pandemia era una realidad. Siguió los debates en su inmediatez en diarios internacionales y redes sociales y los reunió en un libro ordenado en una línea de tiempo, acorde a la cronología de pensar en días marcados por la propagación del virus.

El libro, de descarga gratuita, reúne así artículos de autores como Slavok Zizej, Paul B.Preciado, Giorgio Agamben, Jean Luc Nancy, Markus Gabriel o de autores latinoamericanos, los menos, como la activista boliviana María Galindo.

Amadeo se ocupó del trabajo de edición en un tiempo récord pero fueron otros quienes compartieron para que el contenido se marche a andar. «No hay ningún gesto de ´apropiación privada´de los artículos y eso fue leído correctamente por un público que, además, se ocupó activamente de ´viralizarlo´».

Pero «Sopa de Wuhan» también generó muchas críticas y polémicas en su edición: a grandes trazos, el argumento común es que el título activa un imaginario que culpabiliza a la ciudad china de Wuhan y alimenta un discurso esencialista, y que su a vez, la ilustración de la portada, refuerza el racismo y la sinofobia con el mito de origen del virus: una sopa de murciélagos.

En un comunicado, la Red de Diáspora China se pregunta: «¿Qué tan diferente es este diseño y este título, «Sopa de Wuhan», de Ortega Smith (secretario general de Vox) o Trump hablando de «virus chino»; o de Santiago Segura (actor, director y guionista español) desahogándose en el «puto chino que se comió un pangolín semicrudo. Es importante entender que hay una situación muy delicada con respecto a la sinofobia, contemporáneamente fomentada, con especial intensidad, por la guerra comercial global entre China y EEUU y que esta preocupación es totalmente genuina, por eso absolutamente necesario tomar medidas en contra de la propaganda que impulsa el gobierno de los EEUU y varias figuras políticas de Europa».

«Eso no está en discusión. No todo el mismo: la tapa de Sopa de Wuhan no se propone responsabilizar a los ‘mercados mojados’ de Wuhan –o a ciertas costumbres alimenticias regionales– de la pandemia de la COVID-19. El concepto de ´sopa´ reviste un doble significado: hace referencia al mito de origen y a la mezcla de ideas que contiene el libro. El ´mito´ siempre es ficcional y, a su vez, siempre tiene algo de verdadero, hecho que lo configura como un territorio de disputas», diferecia.

En este sentido, Amadeo, que como respuesta a ese comunicado eliminó el link de descarga de sus sitios, cambió el título para la segunda edición y dice que los invitó a escribir un artículo en «La Fiebre», «si no hay metáfora, metonimia, ironía, todo acto de enunciación no puede ser mucho más que una operación higiénica, de pura literalidad, en definitiva, un acto contra el lenguaje». En cambio, «cuando Donald Trump habla de ´el virus chino´no está utilizando ninguna metáfora».

En cuanto a la selección de imágenes, aclara el editor, «y la disposición bajo la cual aparecen en la portada vienen a representar la idea de compendio de criaturas maravillosas; porque Sopa de Wuhan es también un bestiario del pensamiento contemporáneo. Y que en lugar de una foto documental de un murciélago, haya una ilustración, es una decisión que se propone construir una distancia estética».

Después de «Sopa de Wuhan», la publicación gratuita que popularizó ensayos filosóficos de intelectuales europeos y estadounidenses, el editor Pablo Amadeo lanzó, a través del sello ASPO (Aislamiento social preventivo y obligatorio) «La Fiebre», un conjunto de textos críticos pensados desde el sur: una usina de ideas para reflexionar y debatir desde múltiples perspectivas y autores como María Pia López, Maristella Svampa y Rafael Spregelburd.

A diferencia del «itinerario de lectura» con ensayos de Butler, Preciado o Zizek producidos entre el 26 de febrero y 28 de marzo que Amadeo reunió en un libro muy viralizado al comienzo de la cuarentena, «La Fiebre» aporta abordajes (a excepción del italiano Giorgio Agamben) que piensan desde Latinoamérica, con sus sociedades, estados y experiencias históricas que son bien distintas a las del Norte y con algunos textos escritos especialmente para esta edición, de circulación gratuita: bit.ly/LaFiebreASPO

El profesor en Comunicación Social en La Plata y editor de Malisia, diferencia que «La Fiebre» es un proyecto «de carácter más colectivo» porque hubo detrás un red de personas trabajando para dar forma a un libro contemporáneo «en torno a la filosofía, la comunicación, la psicología, la ecología, la economía, el trabajo, la seguridad, el arte y sus consumos».

– ¿Cómo fueron pensados ambos libros?

-Pablo Amadeo: Cada libro es presa de la percepción del tiempo que teníamos sobre el inicio del confinamiento y de los cambios que fue sufriendo esa forma de experimentar el paso de los días. Es posible que sobre el inicio de la cuarentena fuéramos empujados por la inercia del tiempo productivo -el de la realización de la mercancía- por debajo del cual siempre subyace una idea de futuro al que habría que llegar de manera inmediata. Con el pasar de las semanas comenzamos a percibir el tiempo como puro presente y la idea del porvenir se fue saliendo de foco.

«Sopa de Wuhan» compila textos que están capturados por la idea de un futuro inmediato. En su amplia mayoría son producciones de intelectuales europeos y estadounidenses y desde esas geografías hay una determinada forma de experimentar la catástrofe y la pandemia. Cuando se empezó a pensar «La Fiebre», habían pasado varios días de encierro y estaba sedimentando la idea de que esto «iba para largo». Por eso los temas son más próximos a interrogarse sobre qué nos sucede ahora con los medios de comunicación, la economía, el trabajo, la angustia, el Estado, las militancias. A su vez, reflexiona sobre el vínculo entre la humanidad y la naturaleza y trabaja de manera más situada.

-¿Qué le aporta que sean escrituras del sur?

-P.A: Nuestro continente vive en un casi permanente estado de catástrofe. Esto hace que nuestra mirada sea distinta con respecto a lo que está sucediendo. Es un libro escrito desde el sur, pero no circunscripto a pensar lo regional. Muchas veces se espera que Europa y Estado Unidos produzcan pensamiento global mientras que el resto sólo produce en torno a lo local. En este caso no es así. Si bien hay artículos que se estructuran desde experiencias situadas en contextos inmediatos, se proponen dar cuenta de fenómenos que tienen impacto en distintas geografías.

– ¿Qué gran lugar o tema atraviesa los textos de «La fiebre»?

-P.A: La idea de laboratorio y el ejercicio de pensar posibles salidas hacia sociedades deseadas. Creo que aún se está en esa etapa del pensamiento en la que se tejen hipótesis para la fuga. Hay algo también de tratados para la supervivencia de la especie. Estamos pensando en cómo salir de este embrollo en el que llevamos 200 años metidos y sobre el cual hemos concluido que solo nos conduce a la extinción. Es un libro articulado por el concepto de «síntoma», por ello la reflexión sobre lo que sucede en el cuerpo social parte en muchos de sus tramos de la identificación de las distintas manifestaciones de lo sintomático, las «dolencias», incluso, los «traumas»: desastre ecológico, punitivismo, consumo cultural, infodemia, fexibilización integral de la vida, crisis económica y así.

– ¿Por ejemplo?

-P.A: Los trabajos de Maristella Svampa, Mónica Cragnolini, Marina Aizen y Silvia Ribeiro construyen desde miradas diferentes pero complementarias -neoextractivismo, zoonosis, agronegocios, desforestación- un estado de situación que nos permite interrogarnos en profundidad sobre las causas de esta pandemia. Rafael Spregelburd aborda problemas filosóficos pero también trabaja sobre la ficción, el entretenimiento y la democratización de la producción cultural; mientras que Lala Pasquinelli y Bárbara Bilbao escriben sobre medios de comunicación, narrativas feministas y el hábitat. Candelaria Botto y Fernando Menéndez se ocupan de economía y políticas de cuidado, estrategias empresarias, teletrabajo y flexibilización laboral en el escenario de cuarentena. Y Esteban Rodríguez y María Pia López trabajan sobre vigilancia, punitivismo, memorias sociales,derechos humanos y politicidad de los ciudadanos, entre otros.

-¿Están pensando nuevos títulos?

-P.A: Me interesa reunir producciones en torno a políticas públicas. Es necesario diseñar iniciativas que se expresen en ese campo, desde el Estado, sopesando todas las variables de un cuerpo social golpeado por las desigualdades económicas, de género, pertenencia étnica. Si observamos el mapa internacional, las diferencias en la gestión de la crisis que han tenido gobiernos como el de Inglaterra, Brasil o Estados Unidos por un lado; y el de Argentina o China por el otro. No hubo solo dos formas, pero la discusión Economía-Salud se resolvió de diferentes maneras y eso da señales sobre las políticas. De igual manera, si no se problematiza la matriz de producción extractivista y predatoria en torno a la naturaleza, no hay política estatal benefactora que solucione nada. Allí es necesario elaborar y difundir pensamiento contemporáneo. Por esas zonas se está pensando el tercer libro de ASPO.

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