Mujeres y precariedad laboral
Menos ricas entre los ricos, más pobres entre los pobres, más desempleadas entre los desempleados y más informales entre los informales; así encontró el coronavirus a las mujeres argentinas, y de esa manera lo resumió un informe de la Oficina de Presupuesto del Congreso (OPC), sobre los “efectos económicos de la crisis por COVID-19 sobre la desigualdad de género”.
El trabajo explica que la “desigualdad” no se limita a -ni fue generada por- la pandemia: “Mujeres y hombres padecen de forma diferenciada los efectos de las crisis económicas”, generaliza el texto, y estima que, “incluso suponiendo igual impacto entre esos grupos, -y aun sabiendo que- existe evidencia en contrario, el número de mujeres en situación desventajosa será mayor”. “Esto es así porque mujeres y hombres ocupan una situación diferenciada en la realidad económica y social”, dice el informe, en referencia a que las mujeres “parten de una posición más desfavorable”.
La OPC compartió datos de la Encuesta Permanente de Hogares, correspondiente al tercer trimestre del año pasado, y de un revelamiento del INDEC sobre Trabajo No Remunerado y Uso del Tiempo, elaborado en 2013.
El primero de esos estudios muestra que la tasa de desempleo de personas entre 14 y 29 años es del 14,8% para los hombres y del 19,6% para las mujeres.
Las mujeres “percibieron un peor ingreso”, señala el informe Oficina del Congreso y señala que, “entre el 10% más pobre de la población, seis de cada diez personas fueron mujeres”. En el otro extremo: “en el decil más rico, 7 de cada 10 personas fueron hombres”. Con lo que se concluye que “las mujeres participan en peores condiciones en el mercado laboral”, con un 36% de informalidad frente a un 33% de los hombres.
“El sector informal de la economía es el más expuesto a la pérdida de empleo y a la caída sustancial de ingresos, sobre todo el relacionado al servicio doméstico», señala el informe y añade: «Una de cada cuatro mujeres se desempeña en en este sector, estamos hablando de aproximadamente 1.700.000 personas, de las cuales el 97% son mujeres».
“El servicio doméstico emplea a los sectores más vulnerables de la población”, dice el informe -de hecho, 8 de cada 10 personas de ese grupo se ubican en los tres deciles más bajos en la distribución del ingreso-. En este sentido se concluye que “la caída de la actividad en ese sector, producto de las medidas de distanciamiento social, afecta de manera directa a las mujeres”.
Vale tener en cuenta que el 55,2% de las mujeres ocupadas en el sector son madres, y el 41,8% de ellas son jefas de hogar, es decir, representan el principal sostén económico en sus casas. De manera que el 95% de esta población cumple con los requisitos para acceder al Ingreso Familiar de Emergencia.
Sobre el impacto de la crisis sanitaria puertas adentro de las casas, el informe señala: “Las medidas de cierre de escuelas y distanciamiento social adoptadas en el marco de la pandemia conllevan una carga de trabajo adicional para las mujeres”, y explica que esto se produce por la “rígida división sexual del trabajo al interior de los hogares”. Según la Encuesta de Trabajo No Remunerado, “en promedio las mujeres destinan 6,4 horas a la realización de tareas domésticas y de cuidado frente a las 3,4 horas que se verifica en los varones”. Y completa que “esa diferencia se acentúa si hay niños pequeños”, ya que los valores pasan a 4,5 horas para ellos y a 9,8 horas para ellas.
Ante este panorama, la OPC recomendó, por un lado, “continuar avanzando en la formalización del sector doméstico” ya que, además de garantizar mejores condiciones laborales para las mujeres, “redundaría en mayores recursos para las arcas públicas”. Y pidió “incorporar la perspectiva de género en las distintas instancias de la política pública”, como una “clave para mitigar los efectos de la actual crisis económica y sanitaria”.
Foto de portada: Télam