¿Es Buenos Aires una ciudad racista?
El 25 de julio de 1992, en Santo Domingo, se estableció el “Día Internacional de la Mujer Afrodescendiente”, que tuvo como base fundadora el Primer Encuentro de Mujeres Afrolatinoamericanas y Afrocaribeñas. En nuestro país, esta conmemoración se materializó recién en 2012. Este año, en el actual contexto de pandemia, esta fecha invita a reflexionar sobre la situación de las mujeres afrodescendientes en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
por Melina Schweizer
En esta “nueva normalidad” que atravesamos, emergen a la superficie las distintas situaciones que evidencian las precariedades que conforman a las mujeres afrodescendientes, negras y pobres. Por esta razón y bajo el marco que engalana la conmemoración del 25 de julio como día internacional de la mujer afrolatinoamericana y caribeña, enarbolamos la bandera de la lucha por la inclusión, por la justicia e igualdad para las mujeres afrodescendientes en la ciudad de Buenos Aires. Y es por ello que en esta nota Periódico VAS se pregunta: ¿Es Buenos Aires una ciudad racista? La respuesta la hallaremos en las voces de las protagonistas.
Cuando hacemos el foco en la discusión sobre si una ciudad es o no es racista, debemos evaluar cuáles políticas públicas de integración social ha legislado. Y, a su vez, evaluar cuáles son las medidas de antidiscriminación que posee.
Buenos Aires es una ciudad racista para Marcela Lorenzo Pérez: “El racismo para quienes hemos crecido en esta urbe fue algo cotidiano. Crecimos en una ciudad que siempre se creyó blanca, en un país donde el discurso hegemónico no te aceptaba o no te acepta al día de hoy como ciudadano/a propio/a. Recuerdo que desde muy chica me querían tocar el cabello, porque según el imaginario colectivo tocarle el cabello a un negro trae buena suerte. «Este tipo de creencia popular es enteramente racista”, relata y describe las distintas experiencias de discriminación que signaron su vida: “La escuela fue un lugar donde padecí mucho racismo por la segregación de mis compañeros. En la adolescencia, cuando algún baboso se me acercaba y me acosaba a través de sus dichos o con solo la mirada, le decía a los gritos a mi mamá: ME VOY A PONER UNA REMERA QUE DIGA QUE NO SOY PUTA. Constantemente vivo a la defensiva, porque para muchas personas soy exótica, y esta hipersexualización también es producto del racismo”.
Louis Yupanqui, activista afro y LGBTQ, considera que Buenos Aires es racista porque se ha dedicado a invisibilizar lo afrodescendiente de la historia, la política y la cultura. “Como mujer trans no binaria me parece importante decir que las vivencias de las mujeres blancas no son las mismas que las de otras mujeres». El mes de la mujer afro es importante porque visibiliza y promueve la conversación sobre lo que es ser una mujer o una feminidad afrodescendiente, en especial en un país como Argentina”.
La Legislatura porteña en el 2012 sancionó la Ley N° 4.355, que instituye el 25 de julio como el “Día de la Mujer Afro” en el ámbito de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Aún faltan políticas públicas que faciliten la reivindicación y la visibilización de la mujer afro y todo su aporte cultural y social en la ciudad porteña. Se necesita algo más que una efeméride para combatir la discriminación racial, la violencia policial que reciben miembros de nuestra comunidad, y la exclusión social.
Para Louis Yupanqui esta ley es un logro importante, que le genera sentimientos encontrados. “Siento que es un logro en una comunidad que social e históricamente ha sido invisibilizada y siento que es un paso, una oportunidad, que tiene el colectivo afro para seguir reivindicando su existencia y su resistencia”.
El covid-19 no solo ha desatado el miedo en la población, ha demostrado que hacer una cuarentena es un privilegio de clase. En este contexto, la población no blanca en Argentina se encuentra en una situación de extrema vulnerabilidad, imposibilitada de vivir en una sociedad más igualitaria, al tiempo que la maquinaria de los medios masivos de comunicación contribuye a perpetuar el racismo. Lo vemos cotidianamente en programas de comedia donde utilizan el blackface como herramienta de estigmatización hacia toda una comunidad. Hace pocos días el programa Polémica en el Bar, de América TV, hizo gala de este tipo de representación cuando Albertito -el personaje que interpreta el humorista Álvaro Navia- ingresó al estudio con un smoking, una trompeta y el rostro pintado de negro, en lo que definió era un homenaje a Louis Armstrong.
Entre el 4 y 8 de mayo, el Observatorio de Géneros y Políticas Públicas realizó un informe basado en una encuesta virtual en el marco del Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio (ASPO) decretado en Argentina desde el día 20 de marzo de 2020. El objetivo era hacer un análisis interseccional del impacto del ASPO sobre la organización de la vida cotidiana respecto del trabajo productivo y reproductivo en la población residente en el AMBA. Los datos socio- demográficos fundamentales como género, edad, lugar de residencia, máximo nivel de estudios alcanzados y tipo de contratación laboral, permitieron construir una radiografía de los primeros 50 días de aislamiento. Se obtuvo una muestra compuesta por 75,1% de mujeres cis (1474 personas), 23,2% de varones cis (455 personas) y 1,8% (34 personas) identificadxs con otras identidades de género -entre las que prevalecen identidades no binarias, mujeres trans y lesbianas-. Esta encuesta arrojó que desde una perspectiva étnica, en el caso de la población negra o afro, se observa un alto porcentaje de sensación de angustia (75,8%), y miedo (52,7%). Asimismo se notó que la pérdida de ingresos desde el inicio de la ASPO marcó de manera contundente que el 48,6% de la población afrodescendiente perdió absolutamente sus ingresos.
El colectivo de artistas afrofeministas KUKILY, si bien considera un acto de voluntad la celebración de la cultura afro, destaca la necesidad de poner en marcha políticas públicas culturales que proporcionen un espacio a creadoras afro: “Un par de fechas al año que celebran prácticas artísticas y culturales de origen afro no son equiparables a la gran actividad artística de la Ciudad de Buenos Aires y no compensan la ausencia o la escasa presencia de les afrodescendientes el resto del año en los espacios de arte». Las personas afrodescendientes, son creadoras y no sólo y únicamente cuando realizan prácticas de origen afro, sino también en toda experiencia individual o colectiva en el arte”.
“Las personas afro y/o originarias no formamos parte de los espacios culturales estables, pese a que la base de muchas creaciones culturales es de raíz afro/nativa. Es evidente entonces, que las políticas de inclusión son insuficientes, cuando no tenemos acceso a la distribución de recursos que nos garanticen no sólo la producción de nuestras obras, sino también la regularidad de las puestas”, explican las artistas de este colectivo artístico que propone al Estado una distribución equitativa de políticas, programas y recursos.
“¿Qué han hecho últimamente los programas dirigidos a la población afro para subsanar las dificultades de asistencia de la comunidad misma a estos programas aunque sean gratuitos? ¿Cuáles son los recursos que ofrecen estos programas a lxs trabajadores que van a sostener estos espacios?”, interpela KUKILY y se responde:“No los suficientes”.
“La mayoría de las veces, los lugares que nos ofrecen para el desarrollo del arte y la cultura son precarios. Hay espacios mejores, pero allí no se nos ubica”, confiesan,y consideran que el proceso debe ser integral. “Desde la pobreza no podemos sostener estos espacios sin recursos; es ilógico que nos pidan que lo hagamos ‘de onda’ cuando se trata de lugares que representan al Estado”.
Las mujeres afro dentro del movimiento feminista argentino, venimos batallando por la inclusión porque hasta de los espacios históricamente integrados se nos ha excluido. Cuando tomamos en cuenta la integración de los talleres afro dentro del encuentro nacional de mujeres, podemos ver claramente que nuestra participación es relativamente nueva; que se haya permitido la participación del feminismo negro recién en el 2016, en un evento que se realiza desde el año 1986, es una clara evidencia de lo que la naturalización del racismo puede lograr.
A usted, estimado/a lector, lectora, le pido que se haga la misma pregunta que detonó este artículo: ¿Es Buenos Aires una ciudad racista?