Historias de punto y coma
por Mariela Acevedo*
Desde hace unos años, el signo de punto y coma circula como tatuaje y como marca compartida por sobrevivientes de abuso, agresión sexual y suicidio. Como el signo de puntuación en una oración, el punto y coma marca una pausa que no finaliza esa oración, hay un después. Sin embargo, esa supervivencia siempre es precaria, está amenazada por espectros que a veces vuelven a atormentar, a producir escozor en las cicatrices que parecen cerradas. El 6 de agosto los medios se hicieron eco del suicidio a los 23 años de Daisy Coleman. La tatuadora norteamericana enseñaba con orgullo el punto y coma, como uno de sus diseños favoritos. Desde los dieciséis había iniciado su activismo desde la SafeBAE, una fundación que ayudó a cofundar, dedicada a la prevención de abusos sexuales. Conocimos parte de su vida por el documental Audrie y Daisy (Bonni Cohen y Jon Shenk, 2016) donde ella relataba su experiencia que no termina la noche en la que fue víctima de violación sino que inicia en ese instante como proceso de supervivencia.
En esta nota recorremos su historia y algunas otras que en forma reciente, y como una consecuencia del #MeToo, el #YoTeCreoHermana y el #YaNoNosCallamosMás desembarcaron en las pantallas. Recomendaciones para ver con un nudo en el estómago, testimonios de mujeres que se animaron a denunciar y a pagar el todavía alto costo de sobrevivir.1
Audrie y Daisy (2016)
El documental de Bonni Cohen y Jon Shenk2 registra las historias de ataque sexual a las adolescentes Audrie Pott en California y a Daisy Coleman en la localidad de Maryville, Missouri. La reconstrucción de los dos hechos, se plasma a partir de las voces de distintos actores que incluye a victimarios, agentes judiciales, familiares y entorno cercano y en el segundo caso, la propia sobreviviente. La forma en la que esos sucesos tienen una dimensión colectiva, una mirada social que parece ensañarse con esas niñas y proteger a los agresores, conecta las dos situaciones en las que se enhebran cuentas comunes con variaciones significativas en uno y otro caso. Ambas adolescentes fueron atacadas por varones conocidos de su entorno, en contextos de consumo social de alcohol o fiestas pequeñas y sus ataques fueron viralizados después de que los jóvenes, en grupo, cometieran los crímenes contra su integridad sexual. El documental inicia con las entrevistas a dos de los adolescentes agresores de Audrie —identificados con nombres ficticios y protegidos con técnicas gráficas para no ser reconocidos por una cuestión legal— quienes se victimizan ante la entrevistadora que los increpa frente a sus respuestas titubeantes. Nos enteramos entonces que el ataque a la adolescente incluyó la humillación pública al viralizar el video en la escuela y el trágico desenlace del suicidio de Audrie. Un detalle importante que revela la entrevista a los agresores es la forma en la que los grupos de varones desde años previos tenía como práctica habitual la coacción a las compañeras para enviarles nudes que compartían entre ellos, por lo que al momento del abuso lo relatan como una broma que se salió de control. Solo querían fotografiarla, inconsciente y desnuda, registrar ese cuerpo humillado al que le habían escrito con marcador indeleble lo que le harían.
Para quienes enseñamos ESI en las escuelas se nos presentan un montón de cuestiones: ¿podríamos esperar como solución una pena de prisión para chicos de quince años? ¿Qué responsabilidad tiene la escuela por el vínculo que desarrollan los adolescentes en sus aulas y patios? ¿Cómo enseñamos a las niñas a no ponerse en riesgo, a no dejar a una amiga sola en estado de ebriedad? ¿Cómo enseñamos a los niños a no abusar, a establecer vínculos afectivos y de cuidado? Si Audrie no se hubiera suicidado, ¿qué costo habría tenido que pagar?
Esa última pregunta es la que parece querer responder la segunda parte del documental con la historia de Daisy Coleman y su amiga Paige Parkhurst quienes tenían catorce y trece años respectivamente al momento del ataque perpetrado por tres jóvenes amigos del hermano mayor de Daisy de diecisiete años. La impunidad que encubre a los agresores, que en este caso cuenta además con protección política, se hace más palpable ya que a pesar de que el principal responsable, Matt Barnet, reconoce en sede policial que estaba al tanto de la edad de las adolescentes, admite que estaban ebrias, expresa haber tenido sexo con Daisy y haberla abandonado en estado de indefensión, su historia de que se trató de un “acto consensuado” es aceptada por gran parte de la ciudad. El apellido de Barnett, vinculado a un senador republicano, y la forma en la que se manejó la esfera judicial para con las víctimas despertó el interés nacional, que no alcanzó para garantizarles justicia. Aunque asombre (no ha pasado una década aún), me animo a creer que no podría sostenerse hoy el nivel de la naturalización con la que se perpetra la violencia machista sobre las niñas y mujeres: en el documental serán ellas las que sean obligadas a sentir culpa y vergüenza. Daisy crecerá oyendo y viviendo constantes agresiones que la llevan a depresión, aislamiento e intentos de suicidio. Acusada de mentir, de querer arruinar la reputación de los jóvenes, su vida y la de su familia queda aislada y son expulsados de la comunidad. Parece renacer cuando encuentra en el activismo contra los abusos sexuales un refugio, una manada hecha de madres e hijas que se escuchan y consuelan, que se abrazan e intentan sanar. La decisión de terminar con su vida hace pocas semanas deja una sensación de fragilidad, una pregunta sin respuesta sobre las secuelas y la posibilidad de superar el dolor.
Jeffrey Epstein: Asquerosamente rico (2020)
En este caso se trata de una docuserie de cuatro capítulos tremendamente difícil de reseñar. La complejidad radica en que además de las causas judiciales recientes, la historia se remonta a décadas atrás y tiene múltiples ramificaciones en torno a la política, la corrupción y la cantidad de involucrados. Pero además, la actualidad de los hechos hace que día a día se sumen nuevos detalles aunque la serie esté concluida. La investigación central implica al multimillonario Jeffrey Epstein y su socia y cómplice, Ghislaine Maxwell quienes conducen una organización criminal de esquema piramidal que incluye prostitución de adolescentes, tráfico de influencias y nombres del más alto nivel como el del príncipe Andrés de Inglaterra, Donald Trump o Bill Clinton.
Hay cuestiones bien interesantes para pensar sobre cómo se recluta a las niñas que llegan “por su propia voluntad” a la mansión de Palm Beach, la zona más opulenta de Florida. Ellas piensan que van a realizar un masaje a un viejo rico por doscientos dólares, les cierra por todos lados, no imaginan que están entrando a una red de trata. En ese sentido, es interesante pensar cómo el imaginario popular asocia la esclavitud sexual a garitos oscuros en la ruta con sótanos húmedos y mujeres encadenadas en lugar de piscinas y gente hermosa bebiendo martinis entre adolescentes que sonríen a cámara. El sistema de ingreso, a partir de la invitación de otra joven, implica que sean una cadena o forma que se asemeja a la de las estafas, en la que las reclutadoras (la mayoría de las veces otras adolescentes) convencen a otras y también se convencen de los beneficios de conocer ese mundo de lujos y dinero instantáneo. La pareja simulará recibirlas, darles lo que no tienen y hasta quererlas para entregarlas a fiestas de hombres poderosos o perseguirlas si ya no desean participar.
La miniserie se estructura a partir de los testimonios de varias denunciantes incluyendo a Virginia Giuffre, conocida por señalar los abusos sexuales del Príncipe Andrés cuando ella tenía diecisiete años. Lo que se hace evidente en los testimonios de las sobrevivientes es que la vulnerabilidad (chicas con problemas en los vínculos familiares, consumos problemáticos y la necesidad de mejorar la situación económica) son elementos que se repiten en las historias de las adolescentes, hoy mujeres adultas, que logran llevar a la cárcel a Epstein, aunque no todas estuvieran en una situación de extrema pobreza material. Probablemente, la fragilidad pueda encontrarse en cierto desamparo común que tienen esas mujeres que fueron niñas usadas y descartadas. El multimillonario fue sentenciado el año pasado a 45 años de cárcel por explotar y abusar sexualmente de adolescentes, a través de una trama piramidal. El 12 de agosto de 2019, Epstein fue hallado muerto en su celda de una prisión de Manhattan (Nueva York). El suceso provocó muchas especulaciones, ya que el detenido había estado en vigilancia por riesgo de suicidio tras un incidente, y le trasladaron de nuevo a una unidad sin equipo especial de prevención.
La muerte del magnate en la cárcel deja muchos interrogantes y decepciona el sentido de justicia de las sobrevivientes que esperaban, además de una condena, que se develaran los nombres de quienes visitaban la isla privada o las mansiones de la pareja y pagaban fortunas por ser “sugar daddys” de chicas en situación de vulnerabilidad.
La categoría de “sugar daddy” y “sugar baby” no son utilizadas en la miniserie, pero puede ayudarnos a pensar algunas de las cuestiones que aparecen plasmadas allí. Últimamente se han hecho populares en foros en los que se mencionan estos vínculos y si hacen la prueba de poner en el buscador van a encontrar cientos de lugares de citas, experiencias y consejos para que adolescentes y jovencitas encuentren su “papi” con plata o se conviertan en la “nena mimada” de un viejo. La romantización de estas relaciones en las que supuestamente ambas partes satisfacen sus intereses contrasta fuertemente con la mirada que se teje en el documental en la que se ponen de manifiesto las dificultades para reconocerse sobreviviente de explotación sexual y animarse a reconocer en esas relaciones desiguales en términos de poder político y económico la imposibilidad de negarse, de rebelarse e incluso de escapar. Las denunciantes debieron soportar que se las llame mentirosas y que se las presentara en la prensa como “ex prostitutas” cuando se trataba de jóvenes que habían sido utilizadas como moneda de cambio en negocios de hombres multimillonarios.
Para cerrar
Si no la viste aún, buscá Inconcebible (2019) una ficción basada en un hecho real que revolucionó las redes el año pasado y fue considerada como la “True Detective” feminista. Excelentemente filmada y basada en la investigación periodística «An Unbelievable Story of Rape», (T. Christian Miller y Ken Armstrong) relata la historia de una joven que tras denunciar un asalto sexual de un desconocido en su casa debe enfrentar en completa soledad un sistema judicial que la revictimiza y la convence de retirar la denuncia. Frente al hostigamiento, la joven “confesará” haber inventado la agresión sexual y pasará de víctima a delincuente, responsable de pagar una multa al Estado y dejada a la intemperie por su entorno más cercano. La serie compara en el segundo capítulo la diferencia entre una investigación llevada adelante pocos años después en otro caso en el que se contempla una perspectiva no revictimizante por lo que el contraste entre creer y no creer en la palabra de la denunciante se convierte en una buena forma de entender el trauma de las sobrevivientes que no son oídas por el sistema médico legal y la ausencia de empatía con lo que se presenta como una “mala víctima”: mujeres con problemas vinculares, con consumos problemáticos, errancias producto de uniones inestables, pobreza y/o experiencias sexuales que se consideran inapropiada para una “señorita”. Recomendadísimo mirar estas series con pausas para llorar, tomar aire y pensar en lo que hemos hecho en estos años. Porque sí hoy podemos escuchar a las sobrevivientes de abusos y agresiones sexuales, si podemos conocer las experiencias de las que ya no están como Audrie y Daisy, es porque tenemos no solo el mandato de ya no callar sino también el de animarnos a oirlas y de cambiar las cosas para las que vendrán.
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- En la Ciudad de Buenos Aires el 135 es la línea de asistencia al suicida. Más información en https://www.casbuenosaires.org.ar/
- Recientemente Bonni Cohen y Jon Shenk (2020) estrenaron en la plataforma de streaming Netflix Atleta A, un documental sobre los abusos sexuales que el ex médico de la selección olímpica de gimnasia de Estados Unidos, Larry Nassar, perpetró sobre al menos 250 gimnastas adolescentes durante más de dos décadas y por los que en 2018, fue condenado a 175 años de cárcel.
*Mariela Acevedo es feminista, doctora en Ciencias Sociales, licenciada en comunicación y docente. Administra el portal Feminismo Gráfico y es editora de Revista Clítoris. Escribe, da clases y realiza tareas de investigación en el campo de la comunicación, la salud, los géneros y las sexualidades.