Cigliutti estuvo en todas las grandes luchas
por María Alicia Alvado
Si el movimiento LGBTTTIQ+ en la Argentina de los últimos 36 años tiene un protagonista indiscutido, ese es César Cigliutti, el activista fallecido el lunes cuando llevaba 24 años al frente de la Comunidad Homosexual Argentina (CHA) y que «estuvo en todas», poniendo el cuerpo en cada una de las grandes batallas por la conquista de derechos.
El penúltimo de cuatro hermanos, César nació el 5 de marzo de 1957 en la localidad entrerriana de Concepción del Uruguay, desde donde migró a Buenos Aires durante la adolescencia, acompañando el nuevo destino de su padre militar.
Si bien no estuvo en la mítica asamblea de conformación de la CHA celebrada en la discoteca «Contramano» el 16 de abril de 1984 como respuesta a las constantes razzias policiales, se incorporó a la agrupación poco después.
Por entonces César ya se había graduado como profesor de letras y quien lo recibió en la primera reunión fue Carlos Jáuregui, el cofundador de la CHA fallecido en 1996 en cuyo homenaje se instituyó el Día del Activismo por la Diversidad Sexual y con cuyo nombre fue redenominada la estación Santa Fe del subte H.
«Fue una conexión inmediata», recordó Cigliutti para el documental «El Puto Inolvidable» (2018) sobre su gran amigo.
Desde la CHA y durante su alejamiento temporario de esta organización (1991-1996) para integrar junto a Carlos «Gays por los Derechos Civiles», César estuvo en cada una de las campañas para la ampliación de derechos: por la derogación de los edictos policiales, por la modificación de los requisitos para donar sangre, por el cupo laboral trans, por el matrimonio igualitario y la ley de identidad de género, entre otras.
Con el Frente de Liberación Homosexual (1971-1976) como antecedente inmediato, la CHA fue la primera organización LGBTTTIQ+ en obtener la personería jurídica (1992), la primera entidad de la sociedad civil en organizar una campaña de prevención del VIH (1987) y la primera en realizar un relevamiento anual de crímenes de odio (1993). Y en cada una de esas actividades estuvo César «rosqueando», articulando, consensuando, ideando estrategias.
Uno de los momentos bisagra de la vida institucional y de su vida personal fue sin duda la primera marcha del orgullo organizada el 2 de julio de 1992.
«Carlos prefería llamarla ‘de la dignidad’ porque lo otro sonaba muy fuerte. Pero yo le dije ‘¡con lo que nos costó a nosotros ser putos, travas y tortas! ¿Cómo no vamos a enfrentar con orgullo esa vergüenza que nos quisieron imponer?’ Y enseguida hizo el click y dijo ‘vamos con el orgullo'», contó en el documental.
Desde entonces, Cigliutti participó cada año de las agotadoras reuniones de comisión organizadora y estuvo atento a cada detalle de la marcha, siempre tras bambalinas.
«En los últimos tiempos, cuando yo hacía conducción, él siempre se quedaba abajo del escenario y cuando todo terminaba siempre me lo encontraba solo llorando, ya liberado de los nervios de todo el proceso», recordó la activista trans Daniela Ruiz.
Y si toda gesta histórica tiene sus mojones que el tiempo va convirtiendo en monumentos patrimoniales, el movimiento LGBTTTIQ+ tiene entre los suyos el departamento del primer piso de Paraná 157 que César adquirió en 1988 con su pareja de entonces, dentro de cuyas paredes no sólo se gestó Gays DC sino que allí fue el punto de partida de la primera marcha del orgullo y donde se produjo la muerte de Jáuregui, quien se alojó allí sus últimos ocho años de vida.
«Paraná se iba transformando precipitadamente en una usina de exploración no solo de performance e intervenciones públicas y políticas, sino también de debates teóricos (…)En la medida en que la concurrencia se hacía más diversa, el diálogo también se enriquecía generando un espacio de formación privilegiado», recordó Marcelo Ferreyra en un artículo reciente publicado en el sitio Moléculas Malucas.
Una placa de la Legislatura porteña identifica desde 2016 esta casa, donde hoy funciona un centro cultural.
Llevando hasta sus últimas consecuencias el lema de que «lo personal es político», Cigliutti y su pareja de muchos años, Marcelo Suntheim, inauguraron el 18 de julio 2003 el registro de uniones civiles de la Ciudad de Buenos Aires al ser los primeros en hacer uso de la ley sancionada en diciembre del año anterior, el primer reconocimiento legal de parejas del mismo sexo en América Latina y el Caribe.
Cinco años después se volvieron a casar en el ayuntamiento de Madrid para denunciar que no lo podían hacer en su país y en 2011 finalmente el Registro Nacional de las Personas aceptó inscribir el matrimonio.
«¡Somos los más casados!», dijo Cigliutti al cumplirse los 10 años del matrimonio igualitario, en julio pasado.
En reconocimiento a su labor, la Legislatura de la Ciudad lo nombró «Ciudadano Ilustre» en 2011, siendo la primera vez que se entregaba un reconocimiento de este tipo a un referente de la diversidad.
Sus amigos lo recuerdan como una persona sensible, con gran claridad de pensamiento, honesto, generoso, hospitalario, de fuertes convicciones, extremadamente sensible y tierno, pero también con mucho carácter que sacaba a relucir ante las injusticias y con una gran habilidad para la estrategia política.
Superados los años de macrismo, Cigliutti estaba «estaba muy feliz y activando mucho» para las campañas de «Nos cuidamos entre todes» de asistencia en pandemia para personas en situación de vulnerabilidad y por la ley de cupo nacional trans.
Su última conquista había ocurrido hace pocas semanas, cuando el hospital pediátrico Juan P. Garrahan tuvo que quitar como criterio de autoexclusión para la donación de sangre haber tenido relaciones sexuales con personas del mismo sexo.
Separado de Suntheim hace unos años, su gran compañera en cuarentena fue su perra Vera, su «hija» de raza Beagle de la que estaba muy orgulloso.
El día anterior a su muerte lo había visitado su gran amigo Pedro Paradiso Sotile, quienes le llevó una reacreación suya en versión muñequito de play mobil para sumar a otro que ya tenía, de Carlos Jáuregui.
«Él marcó un antes y después en el movimiento porque fue uno de esos imprescindibles, como Carlos y Lohana Berkins. Como ellos, César ahora es de todes y para todes», acotó.