Zoom Histórico: Confitería del Molino
por Gabriel Luna.
Parte I
En 1840 desapareció el último mercado indio de la Ciudad, ubicado en la actual Plaza Lorea; quedaron sólo dos inmuebles. La barraca de Cajias y la barraca de Villariño, un enorme depósito de cueros, lana y costales de trigo, que alcanzaba hasta la calle San José. El gobernador federal Juan Manuel de Rosas mandó instalar en la barraca Cajias, donde antes los indígenas guardaban sus caballos, las caballerizas del “Escuadrón de Vigilantes de Policía a Caballo”, más conocido como los mazorqueros.
La Ciudad crecía, aparecieron las primeras casas de dos plantas, el alumbrado de aceite en las calles. A la vuelta de los mazorqueros se levantó la Confitería y Panadería Central. Y aprovechando esto, en 1849, un genovés obtuvo un permiso para emplazar un molino harinero. El movimiento (siempre que hubiera viento) era así: Los costales de trigo salían de la barraca Villarino, recorrían escasos cien metros hasta el molino -emplazado entre la estatua de Rodin y el monolito del Km. 0 de la Plaza Lorea actual- y, después de la molienda, las bolsas de harina recorrían otros cien metros hasta la Confitería y Panadería Central, ubicada en la esquina de las calles Federación y Garantías -actuales Rivadavia y Rodríguez Peña-.
En 1856 ocurrió en Plaza Lorea el primer vuelo tripulado del país. Una compañía teatral trajo la novedad de París. Hubo banda de música, plateas preferenciales, mucha expectación mientras se calentaba el aire del artefacto. Pero el viento impidió el ascenso y el aeronauta acabó en un balcón. Y en otro intento el globo se estrelló contra un aspa del molino.
En 1857 la Ciudad estaba en manos de los unitarios y la calle Federación pasó a llamarse Rivadavia y se la pavimentó con empedrado (hoy es una avenida de casi 10 km, que divide Buenos Aires en dos). Tras perder la batalla de Cepeda, en 1859, el unitario Mitre atrincheró la ciudad de Buenos Aires por la calle de Las Tunas -actual avenida Callao-. Pero el federal Urquiza no atacó. La guerra civil terminó en 1861 luego de la batalla de Pavón. Triunfaron los unitarios y al año siguiente, Mitre fue presidente de la República.
En 1868, dos pasteleros lombardos, Constantino Rossi y Gaetano Brenna, compraron la Confitería y Panadería Central y le cambiaron el nombre por Confitería del Molino.
El molino harinero, instalado en uno de los sitios más altos de la Ciudad, funcionó hasta el año 1869. Entonces el municipio decidió aprovechar la altura más que los vientos, desmanteló el molino, e instaló un tanque para suministrar agua corriente. El emprendimiento surgió por razones de higiene, para frenar los ataques del cólera mediante una planta potabilizadora de agua. El tanque se elevaba a 20 metros y podía verse desde cualquier parte.
La Ciudad crecía vertiginosamente debido a los inmigrantes -en su mayoría, italianos y españoles-, que llegaban requeridos como mano de obra industrial para forjar “el progreso”. En 1887, la ciudad de Buenos Aires tenía 429.558 habitantes. La idea de “progreso”, impulsada por los presidentes Sarmiento y Roca, no incluía necesariamente al criollo, tampoco al gaucho ni al indígena. El “progreso” consistía en hacer un país europeo (por eso se alentaba la inmigración) y transformar la ciudad de Buenos Aires en una metrópoli europea. El modelo fue París. Sarmiento había vuelto admirado de los anchos bulevares, diagonales y paseos trazados por el urbanista Haussmann. Los intendentes porteños Alvear, Cané y Seeber hicieron un coro entusiasta, y la transformación empezó. Lo primero fue trazar un bulevar, Buenos Aires no tenía, ninguna ciudad sudamericana tenía. Así nació la avenida de Mayo. Su trazado uniría Plaza de Mayo con Plaza Lorea. Habría que demoler diez manzanas. Surgía entonces una contradicción: ¿por qué para construir el “Buenos Aires europeo” se demolerían diez manzanas edificadas, cuando había gran carestía y necesidad de viviendas, debido precisamente a la ola de inmigrantes europeos?
La avenida de Mayo se inauguró el 9 de julio de 1894 con luces de bengala a lo largo del trayecto y fuegos artificiales en la Plaza Lorea. Era como un bulevar de la “Belle Époque”, con edificios góticos, de estilo italiano o del academicismo francés, que surgían flamantes y presuntuosos a lo largo de la traza, casi inexplicables en este lugar del mundo.
Mientras crecía la edificación en la avenida de Mayo, se construía el Palacio del Congreso sobre la avenida Entre Ríos entre la calle Victoria -actual Hipólito Yrigoyen- y la calle Rivadavia. El imponente edificio estilo grecolatino, plagado de alegorías y con una cúpula ovoide que alcanzaba los 80 metros, se inauguró en 1906. Semejante pieza no podía permanecer solitaria, los impulsores del “Buenos Aires europeo” querían integrarla como un broche de oro al paseo de la avenida de Mayo. En 1909 se demolieron las manzanas que impedían la vista del Congreso. Cayeron las Caballerizas del Escuadrón de Vigilantes a Caballo, el Circo Buckingham Palace -animado por el famoso payaso Frank Brown-, el Colegio Condorcet, la Casa del Mirador, y también cayó el tanque de agua. La Plaza del Congreso unida a la Plaza Lorea, con escultura de Rodin y jardines al estilo Versalles, se inauguró en 1910 durante los festejos del centenario de la Revolución de Mayo.
Y en 1916, año del centenario de la Independencia, se inauguró la Confitería del Molino en la esquina de Callao y Rivadavia. Un palacio estilo Art Nouveau de 6 plantas y 3 subsuelos, cubierto de mármoles, mosaicos opalinos, bronces, cristalerías y vitrales italianos. Todo allí parece orientado hacia un futuro refinado y promisorio. Sin embargo, hay en esta arquitectura la revelación deliberada de una construcción primitiva y de otras costumbres. Bajo la imponente cúpula cónica, hay en la fachada cuatro aspas de un molino, que refieren al antiguo molino harinero emplazado por un genovés en la Plaza Lorea en el siglo XIX, donde antes hubo un mercado indio, y donde hubo después un tanque de agua, y después un estanque con nenúfares diseñado por Thays.
Fotos: Confitería del Molino
Muy buena la nota. Agrego que los bulevares franceses que fueron diseñados por Haussmann se hicieron para que las tropas pudieran entrar en la enmarañada ciudad medieval de París. Después del levantamiento de la Comuna, aparecieron los bulevares franceses. O sea no fue una razón estética o urbanística, sino política.
Muy buenas las fotos.
Muy buen artìculo, sobre todo porque hace año y medio iniciè una invetsigaciòn acerca del candombe y la corporalidad. Y van apareciendo los rastros de lo que antes ocurrìa. Aunque silenciado. Muy bueno saber dònde se encontraba el Mercado Nativo y còmo el mismo se fue transformando en otra cosa hasta la confiterìa El Molino, donde recuerdo tomar chocolate con churros de niña. Reliquia ya y derrumbado lugar olvidado…
Tal vez esa disociaciòn y falta de identidad que tenemos en estas latitudes rioplatenses se deba a esta dicotomìa exacerbada por estar mirando para otro lado. En este caso hacia el continente europeo. Que ya añejado nos muestra mejor la cara de la realidad en relaciòn al continente africano. Y la explotaciòn hacia las personas de color que sigue igual que en aquellos dìas, sòlo que màs encubierta y excluìda esta como siempre.