La Retaguardia.
El medio que muestra los juicios de lesa humanidad en tiempos de pandemia
por Ariadna Dacil Lanza
Aixa Bona, sobreviviente del centro clandestino de detención que funcionó en Campo de Mayo durante la última dictadura militar, reconoció en agosto pasado al hombre que la había secuestrado, el excomisario de la Policía Federal Roberto Álvarez, durante la transmisión de un juicio.
Ocurrió en una de las audiencias del juicio de la causa Contraofensiva Montonera que se emitía por el canal de YouTube del sitio La Retaguardia, un medio comunitario de comunicación.
En medio de ese momento cargado de tensión, el Tribunal Oral Federal 4 de San Martín ordenó suspender la audiencia que se realizaba por medios electrónicos por la pandemia y poco después imputó por delitos de lesa humanidad a Álvarez, quien está cerca de ser enviado a juicio oral.
El pasado jueves, el abogado Pablo Llonto, querellante en causas sobre crímenes del terrorismo de Estado, recordó este hecho cuando alegaba en el debate de la causa Contraofensiva II, y ponderó la importancia de la televisación de estos juicios que lleva a cabo La Retaguardia, en tiempos en los cuales el público tiene vedado el acceso a las salas de los procesos orales y públicos.
Fernando Tebele, editor responsable de La Retaguardia, que desde 2003 se propuso realizar los diarios de los juicios por delitos de lesa humanidad, dijo: «Con el proceso judicial de la Contraofensiva arrancamos un diario de juicio, con crónicas narrativas que intentaban reflejar los testimonios y las sensaciones para meter a la gente a través de la lectura».
En la misma línea, Martina Noailles, integrante de La Retaguardia, le comentó a esta agencia que de ese modo buscaron «acercar a los lectores un poco más a esos juicios que son tan chiquitos, exclusivos, y con tan poca repercusión».
El año pasado, por el coronavirus, los juicios continuaron de manera virtual y ahí se abrió la puerta de la televisación en vivo y directo para el público en general.
«Hicimos el pedido sin demasiadas expectativas y el Tribunal Oral Federal 4 de San Martín nos dijo que sí. Y bueno, nos metieron en el lío de tener que llevar esta la tarea», dijo Tebele y remarcó que siempre tuvieron el mismo objetivo: «Meter a la gente en las audiencias».
La iniciativa permitió visibilizar un acto decisivo en el proceso de Memoria, Verdad y Justicia, y además concretar actos reparatorios como el que experimentó Bona en pleno juicio.
«Ella ya no vive en Buenos Aires, por lo cual es fácil presumir que ese día no hubiera estado en la sala si el juicio era presencial», señalo Tebele.
Paulo Giacobe, otro miembro de La Retaguardia, reforzó: «Los juicios tienen un día y horario, y hay que estar en ese momento sí o sí».
«Pero ahora quedan en YouTube, y se puede entrar en cualquier momento. Lo pueden ver, adelantar o parar. No hay muchas excusas para no verlo», agregó.
Noailles contrastó la cobertura de los medios tradicionales con la de los comunitarios, al indicar que «en general se informa sobre el inicio de un juicio o el anuncio de la sentencia, pero hay cosas del desarrollo que se pierden y eso es lo que buscamos evitar».
También habló del «valor histórico» del material, sobre todo para «las generaciones que no lo vivieron». Los tres comunicadores coincidieron en que cada historia tiene como una «cuestión individual y familiar» en relación a los delitos de lesa humanidad.
La Retaguardia tiene una estructura de 30 personas, de las cuales 10 están concentradas en los juicios, y se trata de una tarea no rentada como parte de una «decisión política» que está en la «esencia de un medio comunitario», remarcaron.
«La televisación también cambió la mirada sobre las detenciones domiciliarias. Ahora al ver a los acusados en sus casas, mientras nosotros estamos en las nuestras, es como que te queda la imagen de que estamos iguales y no somos iguales», observó Tebele.
Noailles insistió en que «nadie controla que se cumplan esas domiciliarias», de ese modo «lo único que se les está quitando es la posibilidad de salir, pues todos sus derechos están garantizados».
Los tres periodistas aseguraron que a las detenciones domiciliarias «las violan sistemáticamente la mayoría de los represores» y por eso la televisación es «un aporte para que las víctimas no tengan que volver a encontrarse con sus victimarios en la calle».
Giacobbe reseñó el caso del represor Jorge Antonio Bergés, que vive en Quilmes, en una vivienda en una calle llamada Madres de Plaza de Mayo y que en su fachada exhibe un provocador cartel: «Qué lindo es estar en casa».
«Muchos de los represores incurren en estas provocaciones y tendrían que estar en una cárcel común», sostuvo Giacobbe.
De las 859 personas que se encuentran presas por delitos de lesa humanidad, 636 de ellas -el 74%- cumplen su condena en arresto domiciliario, según la Procuraduría de Crímenes contra la Humanidad. Esta modalidad de detención es la predominante desde 2016.
La Retaguardia también cubrió el juicio sobre el copamiento del cuartel del Ejército de La Tablada (1989) y el del crimen del adolescente Luciano Arruga. Sus integrantes comentaron que si bien «los juicios también se pueden ver en el canal de la Comisión Provincial por la Memoria o el Canal de la Justicia», ellos tienen una «abrumadora mayoría» de la audiencia.
Uno de los diferenciales del canal son las entrevistas y comentarios en las transmisiones que buscan acercar el lenguaje jurídico a la audiencia, y el chat de YouTube, en el cual se dio el caso de dos mujeres que durante su niñez «habían estado compartiendo clandestinidad y se encontraron durante una sentencia», contó Noailles.
Fuente: Télam
Foto: Natalia Bernardes – La Retaguardia