Duele la Escuela Taller del Casco Histórico
por Mariane Pécora
En mayo del año pasado, cuando se iniciaba este largo confinamiento, publicamos una crónica sobre el devenir de la Escuela Taller del Casco Histórico, su historia, su identidad, su lucha por la permanencia y la importancia de ocuparse de la continuidad de esta institución en tiempos de peste, cuando se hace palpable la falta de políticas estatales orientadas a la educación, la protección del patrimonio y, obviamente, a la salud.
Por un momento, supusimos que la pandemia detendría el avance de la piqueta, de la especulación inmobiliaria, del desguace de tierras públicas. Nos equivocamos. Nuestros cuerpos se detuvieron. Pero los negocios no. La Escuela Taller del Casco Histórico fue literalmente vaciada durante la cuarentena.
El emblemático edificio de 1500 metros cuadrados, ubicado en Av. Brasil al 200, donde desde su creación en 2002, funcionó la Escuela Taller del Casco Histórico, está siendo demolido. No se trata de un problema de estructura, sino de espacio. A criterio del Ministerio de Desarrollo Urbano y Transporte porteño esta construcción entorpece el trazado del metrobús del bajo, obstaculiza el trayecto a la modernidad, desordena el tránsito y sustrae espacio público a la Ciudad.
El camino al Progreso está sembrado de piquetas
Del lado izquierdo del cartel amarillo, apostado en el frente del edificio, se lee: Juntos seguimos transformando la Ciudad (nótese el masculino). En la parte derecha detalla: Demolición total Av. Brasil al 200.
Transformar es demoler un edificio erigido a principios del siglo pasado por el constructor italiano Nicolás Parisi, autor de edificaciones que sellaron la identidad de la zona sur de esta urbe. Para el Gobierno porteño, la Escuela Taller del Casco Histórico y su enorme bagaje histórico, sólo equivalen a 40 metros más de pavimento.
Un tramo de asfalto signó el derrotero de la única edificación patrimonial que queda en pie desde que se inició la obra del llamado metrobús del bajo. La piqueta de la transformación arrasó con el tradicional edificio Marconetti en 2018, modificó la fachada del Instituto Isauro Arancibia, trasladó el mural de Gasparini y, sin suerte, intentó sepultar el Espacio de la Memoria ‘El Atlético’, que soporta cada embate a fuerza de resistencia popular.
El llamado a licitación para demoler la totalidad del edificio de avenida Brasil al 200, data de junio de 2019 y la iniciativa corresponde al Ministerio de Desarrollo Urbano y Transporte. Un recurso de amparo presentado por el Observatorio por el Derecho a la Ciudad, profesores y alumnos pusieron freno a la piqueta. En diciembre de ese año, la jueza Romina Tesone hizo lugar a la demanda y ordenó suspender la demolición del edificio, “toda vez que la misma podría importar un perjuicio irreparable”.
“Hasta antes de enterarnos fortuitamente del llamado a licitación para demoler la totalidad del edificio, el trato que teníamos era que se iba a hacer una demolición parcial de la fachada del edificio, y los metros que se quitaran se repondrían con una construcción en una tercera planta. En teoría la mudanza para comenzar esta obra se tenía que hacer a mediados de 2018, ese año se perdieron seis meses de clases preparando el traslado de los materiales y herramientas. La cuestión fue que entre idas y venidas aparece el llamado a licitación para la demolición total del edificio”, relata a Periódico VAS, Alberto González, docente de la Escuela Taller.
Pese a la medida cautelar, el 25 de julio del año pasado, en plena pandemia, el primer día que se habilitaron las mudanzas, el Gobierno porteño comenzó a desalojar la Escuela Taller del Casco Histórico. La inmediata intervención de profesores, alumnos/as, autoridades comunales, diputados/as de la oposición y del abogado patrocinante del Observatorio por el Derecho a la Ciudad, frenaron la maniobra. La anécdota del caso es que los operarios que estaban retirando los bienes muebles del establecimiento no supieron decir de qué organismo emanaba la orden, ni cuál funcionario estaba a cargo del operativo.
“Cuando nos llega el mensaje de un alumno avisando que había camiones estacionados en la puerta de la escuela, lo primero que pensamos es que se trataba de un robo: era de noche, hacía un frío tremendo y estábamos en cuarentena. Estaban sacando nuestras herramientas, nuestros materiales, nuestros elementos personales… Tristemente, así nos enteramos que estaban estaban trasladando la Escuela. Esa noche la fiscalía suspendió la mudanza”, dice González.
Cuatro días después, el mismo fiscal que frenó la mudanza, la volvió a autorizar, sin dar aviso a las autoridades, ni a la comunidad educativa. Los muebles, herramientas, maquinarias fueron trasladados al edificio de Alsina 963 que hasta entonces funcionaba como depósito de partituras de la Orquesta Sinfónica de la Ciudad. En pocas palabras, la escuela del Casco Histórico tuvo que adaptarse a una arquitectura poco apta para la enseñanza de oficios de restauración patrimonial, mientras que las partituras fueron llevadas al sótano del edificio de La Prensa.
“Y sí, un párrafo de la cautelar autoriza hacer mudanzas de forma operativa en el caso de que la Escuela sea trasladada”, dice Rubén Fernández, restaurador egresado de esa institución. “Lo absurdo de todo esto es que el metrobús va a tener un alcance solamente de cinco cuadras hasta La Boca, porque más allá de la calle Pérez Galdós y hasta Almirante Brown no van a poder ensanchar a menos que se propongan demoler todo el barrio hasta el puente Pedro de Mendoza”, agrega.
Y sugiere que el llamado ordenamiento del tránsito es una excusa para deshacerse de la Escuela Taller y dejar la manzana a merced de los desarrolladores inmobiliarios. “Tras demoler el edificio Marconetti, la esquina de la Escuela Taller es lo único que sobresale de la línea de ensanche del Paseo Colón. Y el proyecto que tienen en carpeta es hacer una ancha avenida frente a Parque Lezama. De hecho, en la misma manzana, pero sobre Azopardo, exactamente en el pasaje Pilcomayo, gente del Gobierno de la Ciudad estuvo haciendo un testeo para desalojar unos monoblocks y poner a la venta toda la manzana. Lo que se viene es la construcción de torres con amenities”, asegura.
Modernizar es volver al pasado
La idea de hacer una ancha avenida en el Paseo del Bajo y demoler el Casco Histórico para construir una ciudad moderna viene de la época de Onganía y se continuó durante la gestión del brigadier Cacciattore, a cargo de la Intendencia de la Ciudad de Buenos Aires durante la última Dictadura Cívico-Militar. Y, como señala la antropóloga Cristina Sottile: “De haberse realizado esta pavimentación, hubiese quedado bajo el asfalto el centro de detención y desaparición ‘El Atlético’, que funcionaba en el sótano de un edificio de tres plantas ubicado en la avenida Paseo Colón entre Cochabamba y San Juan, demolido para construir la Autopista. Lugar que fue declarado sitio histórico y sede de un proyecto para la memoria de los crímenes cometidos por el terrorismo de Estado».
Efectivamente, unas de las primeras medidas que tomó Hernán Lombardi, al frente de la cartera de Cultura, durante la gestión de Macri en la Ciudad, fue poner el edificio de la Escuela Taller del Casco Histórico a disposición del Ministerio de Desarrollo Urbano y de Transporte.
Este segundo año de peste, el desguace del edificio de la Escuela Taller se inició a principios de agosto, y la piqueta ha arrasado con el techo y gran parte de la mampostería. Queda en pie el esqueleto de sus muros de ladrillos revocados con losas de bovedilla plana, características de las construcciones que conforman lo que queda del Casco Histórico de la Ciudad.
Nuevamente, la comunidad educativa y las asociaciones en defensa del patrimonio urbano, fueron alertadas por los vecinos y las vecinas del barrio de su demolición. Mientras que en algún cajón de la Legislatura porteña duerme el proyecto para declarar este edificio como Bien Patrimonial.
La pregunta que cabe hacernos es: ¿Junto a quien o quienes Larreta está transformando la Ciudad?
Junto a los vecinos y las vecinas seguramente que no.