Tito Cossa: El Arte Como Resistencia
Autor de obras de gran éxito como La Nonna, El viejo criado, Yepeto, Gris de ausencia y Tute Cabrero; Roberto “Tito” Cossa, es uno de los dramaturgos claves de la literatura argentina. Pionero y acérrimo defensor del teatro independiente, preside la Fundación Carlos Somigliana (SOMI) a cargo del mítico Teatro del Pueblo, ubicado en Roque Sáenz Peña 934 de barrio San Nicolás. Entrevistado por Periódico Vas, Tito Cossa, aseguró que el teatro independiente es una forma de arte de resistencia a las imposiciones de un mundo competitivo y comercializado, como el que pregona el neoliberalismo.
P.VAS. ¿Se puede generar identidad cultural a partir de la relación teatro-barrio?
T. Cossa. El Galpón de Catalinas es el único caso de teatro y comunidad barrial que conozco. El resto son espacios teatrales que, por distintas razones, se han ido retirando a los barrios. Ahí no hay contacto entre “teatro y barrio”, de pronto algún vecino curioso se mete en el teatro, pero no es teatro barrial, no trabajan sobre la identidad barrial. El Teatro de Catalinas es un fenómeno único y ejemplar porque está ligado al barrio, hecho con el barrio, con la temática del barrio y lo hacen a su gusto.
P.VAS. ¿Cómo y con qué objetivos nace el teatro independiente?
T. Cossa. El teatro independiente nace en los años ‘30 y se fortalece en los ‘40 y ’50. Estaba formado por grupos estables con sala propia, grupos muy politizados, se hacía teatro para cambiar la sociedad. La polémica que se planteaba era hacer arte por el arte o hacer arte por el cambio social. El Instituto de Arte Moderno (IAM) de la calle Florida, era el ejemplo de arte por el arte. Fray Mocho, el Nuevo Teatro, El Teatro del Pueblo, eran teatros de acción política. Más que teatros eran centros culturales, se juntaban pintores, escritores. Los que formaban parte del teatro por la sociedad tenían códigos rituales: no se cobraba dinero, ni había ninguna forma de divismo. En Fray Mocho se llegó a eliminar el nombre de los actores de los programas. Era toda una mística en pos de un proyecto cultural que se insertaba en un mundo que iba cambiando, básicamente tras las ideas del socialismo y, en Buenos Aires particularmente, del Partido Comunista.
Todo eso tenía un sentido que ya no existe. Ahora las pequeñas salas están a veces en manos de artistas que las usan para hacer cosas propias, o que las derivan a otros grupos a los cuales les cobran un porcentaje. Ahora todos los actores cobran, cosa que me parece bien. Hoy la mística es hacer teatro, antes la mística era hacer teatro para cambiar el mundo.
P. Vas. Después de las experiencias del Teatro del Pueblo y Teatro Abierto, ¿de qué forma el teatro genera ahora resistencia frente al neoliberalismo global?
T. Cossa. El Teatro del Pueblo surge pocos meses después de la dictadura de Uriburu, como forma de resistencia, Leonidas Barletta, su fundador lo concibe como un espacio de resistencia política. El espacio de Teatro Abierto significó una resistencia al régimen militar de los ‘70.
Hoy no existe una forma de teatro que sea de resistencia en la misma forma que se dieron estos dos teatros. No hay un teatro de resistencia política concretamente. Pero el teatro es siempre una forma de resistencia. Cuando un grupo de actores se junta en un pequeño espacio para hacer lo que siente que quiere hacer, de alguna manera, esto es una respuesta a un mundo competitivo, comercializado. Es trabajo colectivo en oposición al individualismo que pregona el sistema, la gente que está lanzada a un individualismo feroz allí encuentra un espacio solidario. El teatro es solidario en sí mismo, porque se trabaja en equipo, en cooperativas. Y, si bien se cobra, nadie explota a nadie, se reparte lo poco que se recauda, a veces mendrugos, pero se reparte en forma igualitaria. Todo esto lleva implícita la resistencia, pero claro no es una resistencia política al régimen, es una resistencia al sistema y de una manera muy tangencial porque es con arte. Se resiste ante el mal gusto de la televisión, del cine o del teatro comercial. Claro que esta resistencia no tiene el mismo significado que tenía cuando se hacía Teatro Abierto, en la década del ’70; luego deviene la democracia y cambian las reglas de juego.
P.Vas. ¿Considera que Teatro por la Identidad es una forma de resistencia?
Tito Cossa. Teatro por la Identidad es una forma no tanto de resistencia sino de denuncia y de militancia política; ellos con un muy buen criterio, al unirse a las Abuelas de Plaza de Mayo, le dan un sentido a través de los Derechos Humanos que cobra una identidad propia a partir de las Abuelas.
P.Vas. ¿Cuál es su mirada sobre las corrientes teatrales actuales, particularmente sobre la teoría del caos que propone Rafael Spregelburd?
Tito Cossa. No creo en las teorías, mas bien considero que el artista tiene que reflexionar en lugar de teorizar tanto. Considero que Spregelburd está teniendo una mirada mucho menos críptica sobre sus espectáculos. No digo que sean populares, son obras para un público más amplio. El peligro que corremos muchas veces los autores es encapsularnos y hacer espectáculos para los teatristas, para los especialistas. No está mal, pero no es un código para todos. En teatro tenemos que tender, con seriedad y nivel artístico, a llegar a un publico más amplio.
Corremos el peligro de estar haciendo un teatro excesivamente encapsulado, esto los creadores lo tienen que pensar. Sin ceder en sus técnicas, en sus preocupaciones, tratar de abrirse a un público más amplio. Cuando estrené mi primera obra en 1964, Nuestro fin de semana, éramos todos desconocidos, la sala también era desconocida, y hacíamos siete funciones por semana de martes a domingo. Hoy los éxitos son dos veces por semana en salas chicas.
P.Vas. ¿Está agotado el realismo en el género?
Tito Cossa. En este momento estoy trabajando sobre una obra puramente realista-naturalista, un diálogo de dos personajes reconocibles, el objetivo es abrir una reflexión sobre la realidad. Para mí, la metáfora debe salir a partir de un lenguaje reconocible. En cuanto al género, Copenhague, fue el mayor éxito del teatro realista de los últimos tiempos, con un público de 80.000 espectadores. No existen reglas, cada artista tiene su mundo, su manera de explicar, su propia identidad y su estilo. Lo que tiene que hacer es hacerlo bien, algunos tienen más profundidad, más llegada que otros.
P.Vas. ¿Está desapareciendo el teatro de autor frente a las creaciones colectivas?
Tito Cossa. A veces, da la impresión de que una obra no tiene guión o autor visible, sin embargo, siempre hay alguien atrás de una obra. Alguien le dio sentido, alguien escribió los diálogos, autor o autores hay. El concepto de que el autor no es necesario o que se puede prescindir de él es una tontería, que también se adoptó y fue muy fuerte en la década del 70, no tanto en nuestro país como en otros países. He visto obras colectivas muy buenas, pero siempre están hecha por un autor o por varios. Lo que esta muerto -y a mí me parece que bastante- es la partitura trasladada tal cual como está escrita. Que un director se tome la libertad de ver la obra de otra manera, sin cambiarle la ideología y el estilo. Una cosa es el libro o el guión de la obra en el papel y otra distinta es la obra arriba del escenario. Lo que tienen de buenos los nuevos autores como Daulte, Spregelburd, Veronese, es que escriben y dirigen sus propias obras. En nuestra generación, salvo Gorostiza, la mayoría de nosotros éramos escritores, eso fue un error.