La Buenos Aires de Julio Cortázar
por Federico Coguzza
Parte I
Habiéndose cumplido un nuevo aniversario del nacimiento de Julio Cortázar, Periódico VAS propone un recorrido por algunos de los sitios de la Ciudad de Buenos Aires en los que el escritor halló terreno fértil para su literatura. Espacios en los que la realidad y la fantasía convivieron en un mismo y distendido plano.
El Barrio Rawson
Excepción, coincidencia y casualidad fueron para Julio Cortázar formas de denominar aquello que de alguna manera nos acecha, nos amenaza, nos conmueve por otros caminos que los que transita la lógica. Entonces, no diremos aquí que Cortázar vivió entre 1934 y hasta 1951 en el Barrio Rawson de casualidad, sino que muy posiblemente ese oasis de la ciudad de Buenos Aires estaba destinado a ser abono para su prodigiosa literatura.
El Barrio Parque “Guillermo Rawson” es un complejo de edificios de tres pisos, que conforman una isla donde reinan la calma y el silencio, solo interrumpido por el trino de las aves. Un barrio en el que confluyen también casas bajas de estilo inglés y en donde los árboles cubren de sombras las veredas pobladas de gatos. Lleva su nombre en homenaje al médico higienista y creador de la Cruz Roja Argentina y fue inaugurado a principios de la década del 30´.
En la fachada de uno de los edificios, más precisamente en Artigas 3246 puede leerse “En este edificio vivió Julio Cortázar, el clima del barrio Rawson y Agronomía está presente en varios de sus cuentos”. Y aunque por esas calles los autos sean una especie de visita inesperada, en el cuento “Ómnibus” que forma parte del libro Bestiario (1951) puede leerse “A las dos, cuando la ola de los empleados termina de romper en los umbrales de tanta casa, Villa del Parque se pone desierta y luminosa. Por Tinogasta y Zamudio bajó Clara taconeando distintamente, saboreando un sol de noviembre roto por islas de sombras que le tiraban a su paso los árboles de Agronomía”.
Escuela Normal Mariano Acosta
Fundada el 16 de junio de 1874, la Escuela Normal Mariano Acosta, ubicada en la calle General Urquiza 277 en el barrio de Balvanera, es uno de los establecimientos educativos más tradicionales de la ciudad de Buenos Aires. Hasta allí viajó Julio Cortázar, desde Banfield (lugar en el que vivió el escritor una vez llegado de Europa en 1918) y luego desde el barrio Rawson, para hacer “cuatro años de magisterio y tres años de ese llamado profesorado de letras, que era una especie de título orquesta, que permitía luego enseñar en escuelas secundarias las asignaturas más diversas y extrañas (…) en esos siete años yo fui un autodidacta completo. Yo estudiaba lo que me daba la gana estudiar y lo que no me gustaba no lo estudié jamás”.
Su vínculo con la institución puede rastrearse en el cuento “La escuela de noche” que forma parte del libro Deshoras (1982). Allí, relata la pesadilla de dos estudiantes que ingresan en medio de la oscuridad a un edificio que creían vacío y en palabras del propio Cortázar se trata de “hechos imaginarios que han sido escritos como un equivalente simbólico de una realidad”. En dicho establecimiento, Cortázar fue, también, director de la revista del Centro de Estudiantes, Addenda. Revista en la que afirman apareció impreso por primera vez un poema suyo llamado “Bruma” en el que se puede leer lo siguiente “Vagaré anhelante de encontrar lo bello/que me niegan todos/los que no han sentido como tú el llamado/del aire, del ritmo, del amor y el cielo”. En 1935, y con motivo del 61° aniversario de la escuela, Cortázar fue el encargado de pronunciar el discurso en el que ya puede notarse la calidad de su prosa: “Juventud es un concepto que no distingue generaciones. Tan jóvenes sois vosotros como estas cabezas arracimadas que os saludan por mi boca. Sólo que las mentes, quizás, piensan distinto. Pero la diferencia no implica oposición, cuando se trata de esperanzas y de ideales. Tan sólo es complemento y devenir fecundo. Por eso, en momentos en que mis ojos os buscan para saludaros, me parece imposible distinguir vuestros rostros de los de mis compañeros de estudios. Hay una absoluta conjunción de cuerpos y almas. Una sola luz en las pupilas. Y la misma callada ternura en el corazón”.
Luego de recibirse, Cortázar ejercería la profesión de maestro en las ciudades de Bolívar y Chivilcoy entre 1937 y 1944. En un artículo publicado en la Revista Argentina en 1939 y titulado “Esencia y misión del maestro”, Cortázar escribía “Alguien afirmó, sencillamente, que nada se conquista sin sacrificio. Y una misión como la del educador exige el mayor sacrificio que puede hacerse por ella. De lo contrario, se permanece en el nivel del «maestro correcto». Aquéllos que hayan estudiado el magisterio y se hayan recibido sin meditar a ciencia cierta qué pretendían o qué esperaban más allá del puesto y la retribución monetaria, ésos son ya fracasados y nada podrá salvarlos sino un gran arrepentimiento. Pero yo he escrito estas líneas para los que han descubierto su tarea y su deber. Para los que abandonan la Escuela Normal con la determinación de cumplir su misión. A ellos he querido mostrarles todo lo que les espera, y se me ocurre que tanto sacrificio ha de alegrarnos. Porque en el fondo de todo verdadero maestro existe un santo, y los santos son aquellos hombres que van dejando todo lo perecedero a lo largo del camino, y mantienen la mirada fija en un horizonte que conquistar con el trabajo, con el sacrificio o con la muerte”.
En 1999 el edificio del instituto Mariano Acosta fue declarado Monumento Histórico Nacional. Allí, Cortázar hizo amigos, un legado de los que más valor ha tenido a lo largo de la vida.
(continuará…)