Crónicas VAStardas
por Gustavo Zanella
Atmosférico
Las diferencias culturales se notan más cuando lo que se compara es distante. En la Argentina vas por la calle, te entra la lija y te clavas un pancho. En Corea del Sur, vas por la calle, te pica el bagre y andá a saber qué te podés manducar. Clarito. Pero también las diferencias se ven en lo cercano. Por ejemplo, con la mierda. Del lado pobre de la General Paz, cuando no tenés cloacas, tenés un pozo ciego. Un agujero profundo en la tierra donde va lo que cagás. Suele estar disimulado con pasto o con un contrapiso y el único signo de su existencia es el respiradero porque si no lo tiene, los gases se acumulan y explotan y nadie quiere en mitad del comedor un cráter de meconio añejado. Cuando se llena, porque sos afortunado de comer seguido y por ende, de cagar, tenés que llamar a un camión atmosférico que viene, mete un manguerón en el pozo y se lleva tus detritus y los de tu familia a un lugar no muy claro y del que seguramente no querés saber. La cloaca soluciona esa ingeniería. Por eso quienes viven en capital no están acostumbrados a esos asuntos. Florian Werner, en su historia cultural de la mierda, junto con otros destaca algo bastante evidente: ignoramos el destino de nuestros residuos corporales. Al volverse algo tan privado y con tanta mala prensa, una vez que sale le decimos adiós y si te he visto no me acuerdo.
Eso es lo que me viene a la mente cuando a pocas cuadras del parque Las Heras, digamos Peña y Austria, se detiene un camión atmosférico, como si tuviera un desperfecto mecánico. Como dicen los colectiveros: “se quedó”. Pero no es que sólo se detuvo, algo hace ruido, como un cortocircuito o como metal partiéndose, porque de pronto de una manguera del camión comienza a salir un chorro de mierda color caqui y un olor que para qué te cuento. Un Ford Ecosport que venía de costado se fuma un guascazo de diarreas varias que le pinta todo el lado del acompañante. Por suerte tenía la ventanilla cerrada. Se detiene en plan de gresca, pero creo que la vergüenza puede más y continúa viaje. Son las 12 y si bien la zona está a pleno, no hay mucho movimiento por ahí.
Una flaca viene en cualquiera caminando con un nene de la mano cuando de repente se da cuenta de que los dos están en mitad de un lago de porquería. El nene debe tener unos 4 o 5. Mira tentado a zapatear cual charco. La flaca le grita que no se mueva, que no haga nada de nada. Amaga con hacerle upa pero duda. Imagino que se dio cuenta que si lo alza se va a chorrear la pilcha. No sabe qué hacer. Un portero pelado que está a las puteadas le grita:
-Nena, salí ya de ahí porque te va a llegar a la cintura.
La piba arrastra al nene por dónde vinieron. El nene le dice que hay olor a caca como en la casa de la abuelita Esther. La flaca tiene arcadas. El portero tiene en la mano una manguera y de gaucho les tira un poco de agua en las patas. La mina dice “mirá mis botas, la puta madre”. Son facheras y de marca. El pibito, en su universo paralelo, le dice al portero que él no quiere agua, que si no tiene jugo. El portero no lo registra y lo mangueréa igual.
En algún momento, sin mucha preocupación, baja un tipo de la cabina del atmosférico y empieza a tocar unas palancas que están entre el camión y el tanque. El chorro a presión corta, pero sigue saliendo un hilito, como una canilla que pierde. Al portero se le suman otros dos del gremio que putean de lejos al del camión, pero sin hacerse los cocoritos porque se dieron cuenta que es morocho, alto y tiene pinta de ser patovica en boliches de alguna zona picante, no sé, el Jagüel, Tristán Suárez, Afganistán, un lugar de ésos.
Saldo de la enchastrada: la Ecosport, las ruedas de una trafic de Telecentro, un cartel de Gabriel Mercado Propiedades, el frente vidriado de un edificio hiper coqueto y la bici de un pibe de Rapi que la había dejado apoyada en un árbol para ir a entregar una pizza. También la flaca y el nenito, pero esos ya cuentan como limpios.
Los porteros se quejan de que van a tener que laburar toda la tarde. Un policía se acerca a preguntarles qué pasó y los tipos arrancan otra vez su cantinela. El agente no parece muy interesado en la perturbación del orden público porque desaparece al instante. El del atmosférico cerró todo lo que había que cerrar y ahora está con medio cuerpo dentro del motor del camión. Le grita algo a alguien que está en la cabina. Se escucha que arranca. Al olor a mierda se le suma el humo blanco y el olor a gasoil mal quemado que sube y entra por los ventanales y balcones de los edificios. De uno de ellos se escucha un grito
-La ropa lavada, la recalcada concha de tu abuela.
Una vieja super ultra cheta con cara de visitar Europa cada tanto dobla la esquina, escucha el grito, ve la escena, la huele, da media vuelta y dice para sí y para quien quiera oírla -Ojalá no salga en las noticias, es un quemo, parece la Matanza.