“Bailar con Big Mama es como reflexionar en la fiesta”
por Maia Kiszkiewicz
Laura Zapata desea ser artista desde que tiene memoria. De chica, supo convertir la tierra en escenario apropiándose del piso de una casa en Beccar y simulando reflectores con la luz del sol que entraba por el techo agujereado. Quizás esas grietas, contacto con la naturaleza, dejaron pasar algunos de los elementos que hicieron posible el fortalecimiento de las raíces, la conciencia del trabajo y la necesidad de seguir buscando siempre nuevas posibilidades. “Soy bailarina, artista, y así moriré. Es mi labor en esta tierra y tengo que honrarla”, dice Laura en comunicación con Periódico VAS.
Pero, para Zapata, habría sido imposible concebir a Big Mama Laboratorio sin personas y organizaciones que acompañaran la proyección y, en eso, la Fundación Crear Vale la Pena fue semillero e impulso, lugar de pertenencia y espacio de socialización. Ahí encontró y se apropió de herramientas y técnicas que le permitieron crecer en lo que soñaba y construir lazos que la llevarían a seguir investigando en la combinación de elementos artísticos.
Actualmente Laura trabaja en Engendro, disco que saldrá en noviembre como parte del festejo de los diez años de Big Mama Laboratorio. El material cuenta con dos adelantos, Xxxxl y Shamkay, que se encuentran disponibles en YouTube, Spotify y las diversas redes sociales del grupo.
“La tierra que sembramos, memoria de antaño”, decís en Shamkay. La canción habla de que hay gente que trabaja y otros, empresas y corporaciones, que se quedan con lo trabajado, con esa tierra, la memoria de antaño. ¿Esto está basado en hechos reales?
Sí. Fui a visitar a mi tía, en Santiago del Estero, y entre mate y tortilla me enseñó un poco de quichua. Por eso el nombre de la canción es Shamkay, que significa trabajar. Yo la veía a ella sembrando calabazas, dando vida. La tierra no muere, todo el tiempo es fértil. Se regenera. Pero ella me contó que unos años atrás hubo un problema porque a los vecinos del monte les querían usurpar el espacio con arreglo del Municipio. Ahí viven familias enteras, varias generaciones. Eso me dejó reflexionando.
Shamkay es parte de Engendro, y en febrero lanzaste el crowdfunding para poder grabarlo.
Hicimos una cruzada solidaria a ver si podíamos terminar el disco, porque nos quedaba poco por hacer. Con eso cubrimos la mitad de lo necesario. Después, por suerte, recibimos ayudas de otros lados para poder seguir. Así que con mucho trabajo, mucho shamkay.
Pero vi en un video que posteaste en tus redes sociales que hay gente que te manda a trabajar.
Siempre pasa eso. A los artistas nos tildan de vagos. Pero sin arte nos convertimos en robots, nos volvemos automáticos. Por eso es un trabajo y una responsabilidad.
Por suerte también hay personas que valoran y entienden todo el esfuerzo que hay detrás de una canción, que genera puestos laborales para uno y para otra gente.
Producir siendo independiente es muy duro. Y sobre todo en esta situación pandémica, en la que la cultura fue de lo más golpeado, era obvio que no nos iba a alcanzar.
Big Mama es concebido como proyecto musical ligado a la danza y a la transformación social. ¿Qué pasa o cómo se podría concebir esta transformación social en este momento?
Hay artistas que están mucho más comprometidos con encontrar justicia social y cultural y que aportan de diferentes maneras. Nosotros, con Big Mama, siempre que podemos apoyamos las causas que son necesarias. La situación de pandemia dejó en evidencia todo lo que hay que regularizar. Hay gente que antes estaba peor que yo y ahora pienso en cómo estará. No podemos sólo mirarnos el ombligo. En cada aspecto social, desde lo cultural y lo económico, hay que hacer un laburo muy profundo. Y el arte está ahí para concientizar ese camino. Es arduo, tanto como se ha podrido la cosa.
Estas tensiones aparecen en lo que escribís.
Compongo desde mi sentir, desde lo que me pasa. Creo que todos los artistas lo hacen. Algunos se basan en si se separaron, están enamorados o no. Para mí el tema es más amplio que el amor romántico. Es el amor por la vida, por el otro. La familia, los amigos.
Y siempre con un mensaje de seguir para adelante, creer en la fuerza, soñar, bailar. Hay algo de poner el cuerpo en acción para seguir.
Los cuerpos son una especie de envase con una antena y estamos conectados con todos. ¿Qué hace que nos conectemos? Las acciones. Y Big Mama Laboratorio invita a ponerse en acción desde lo festivo y la celebración. Las canciones son para bailar y eso es como reflexionar en la fiesta. Cada tema tiene cierto grado de conciencia, pero no se queda en la protesta. La búsqueda es por transformar.
También la educación transforma y vos das talleres, te formaste en talleres. ¿Cómo fue tu experiencia como niña creadora y cuánto de eso que viviste hay en los espacios que generás para otras personas?
La educación es parte del crecimiento. Es inevitable e importante porque de eso se construye la sociedad. Ahora tengo un taller de música y danza urbana en La Casa de la Juventud de San Isidro. A la vez, soy parte del Programa Adolescencia en Parque Patricios. Invito a quien quiera a sumarse. Son espacios gratuitos y para edades variadas.
De chica ni familia ni yo teníamos un peso, mi hermano iba a pedir pan a la panadería, yo iba a unas clases de danza que pagaba mi vieja pero si se atrasaba le daba vergüenza y no me mandaba más. Después encontré a la fundación Crear Vale la Pena, que estaba a seis cuadras de mi casa y me brindó herramientas gratuitas, además de un lugar de pertenencia para desarrollarme. A mí y a un montón de pibes. Se creó un gran semillero. Ahí conocí a la coreógrafa Andrea Servera y, gracias a eso, bailé en una compañía. También me ayudaron a desarrollar el conocimiento para pedir becas, seguir formándome, decidir y tomar las riendas de mi creatividad para hacer Big Mama Laboratorio. Proyecto que, a la vez, desprende semillas. Los pibes que vinieron al taller ahora se suman a los espectáculos que haremos. Es una rueda, una red de creatividades y fuerza de trabajo.
Semilla, tierra, trabajo, shamkay.
Generar vida. Construir, intercambiar y retroalimentar tiene que ser parte. Dejar de sectorizar tantas cosas para ordenar y controlar todo. En los talleres que doy hay edades variadas, se juntan, se interrelacionan y se pasan data. Es un laboratorio alucinante. De todas las personas hay algo para aprender y todos pueden seguir aprendiendo.
Para eso se necesita interacción social y Engendro, justamente, parte del concepto de que sólo en colaboración podemos salir adelante, encontrándonos con seres diferentes para construir algo en común. ¿Cómo surgió el impulso inicial de buscar la unión para generar el cambio?
En 2019 terminé un ciclo de proyectos y, no sé si la circunstancia económica del país, la falta de trabajo o el cansancio pero hubo un parate, respiré y miré para atrás. Venía haciendo un montón de laburo, pero no sabía cómo seguir. Entonces decidí empezar de cero, desde mí. Un nuevo ciclo. Y pensé en cómo arrancar sola, pero no podía. Nadie puede solo. Siempre uno trabaja en comunidad, está conectado. Entonces me empecé a juntar con diferentes personas como Adrian Llamosas, gurú de esta nueva era de Big Mama Laboratorio, asesor de imagen y productor artístico, y con artistas de distintos géneros y con diversas búsquedas. Así me encontré con Richi Star FT y Tati D e hicimos Xxxxl, le mostré Shamkay a Diego, de Nación Ekeko, y le encantó. Cachitas Now tiene un sonido de cumbia feminista con mucha fuerza que lo vienen laburando hace tiempo y también están invitadas en el disco. Hay diferentes géneros, a la vez que cada canción cuenta con temáticas específicas que tienen que ver con la búsqueda de quién está invitado que, a la vez, se conecta conmigo. De eso se trata Engendro. Partir de una y conectar con otros. Crear combinando diferentes ADNs. Porque en el arte, las posibilidades son infinitas.