El castigo fue la principal lectura sobre las PASO
por Julio C. Gambina
El 12 de septiembre se realizaron las elecciones Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias, PASO, “legislativas”, correspondientes al medio tiempo del turno de Gobierno (2019-2023). Se validaba o no la gestión gubernamental, a partir de ahí surgen muchas especulaciones sobre el rumbo futuro, ganadores y perdedores, en el oficialismo y en la oposición. Por eso interesa discernir quien ganó o perdió en todo el espectro de la política local, y muy especialmente pensar el porvenir.
El primer dato a destacar es la importancia de la voluntad social para definir la aprobación o rechazo, en general, sobre el rumbo del país y se evidencia la mayor abstención registrada en un proceso electoral. La pérdida de más de 5 millones de votos del oficialismo, por diversas motivaciones: la economía, la gestión de la pandemia, incluso aspectos éticos asociados a actividades frívolas que explicitan el privilegio de los gobernantes sobre el conjunto social. Corriéndonos del ausentismo tradicional, gran parte de incremento de este comportamiento electoral se debe a votantes descontentos con el oficialismo y sin voluntad de premiar a otros grupos, mucho menos al macrismo. Esto explica la participación del tan solo 67% del padrón electoral los electores, cifra que resulta interesante para medir voluntades políticas electorales. La movilización social también incluye el accionar en las elecciones, votando o ausentándose, incluso se pone de manifiesto en el voto blanco o impugnado. El castigo mediante el voto o no voto no constituye una novedad, ya que se ejerció en 2015, cuando se habilitó por primera vez en la historia constitucional de la Argentina, un gobierno de derecha por vía electoral. Es cierto que el macrismo incluía a las identidades tradicionales, peronismo y radicalismo en su seno, pero ninguna ejercía la hegemonía del liberal gobierno presidido por Mauricio Macri y expresiones del poder económico en el equipo gubernamental (2015-2019).
La experiencia macrista fue castigada en 2019 con el retorno del “peronismo unido” de las tres patas (Cristina Fernández, Sergio Massa y Alberto Fernández), aun cuando una parte del peronismo continuaba asociada al macrismo, del mismo modo que el radicalismo oficial validaba la alianza macrista. Algunas expresiones de la identidad radical siguieron siendo parte de la propuesta del “peronismo unido” bajo la hegemonía kirchnerista. El gobierno de Macri no satisfizo las expectativas de una parte de la sociedad y fue castigado en 2019, del mismo modo que se reitera el castigo en estas PASO de 2021, que podrían ratificarse en las elecciones legislativas de medio turno el próximo 14 de noviembre, fecha de elecciones para renovar los Congresos nacionales, provinciales y municipales. Como la política es un proceso social dinámico, en estos dos meses podrían modificarse las condiciones e incluso revertir el clima de castigo, para lo cual habría que recrear las expectativas frustradas en estos dos años de gobierno de los Fernández.
Difícil que esto ocurra, todo dependerá del accionar del gobierno para revertir el castigo, más allá de cualquier renovación ministerial. Lo que se demanda es cumplir las expectativas contra el legado macrista: el fuerte endeudamiento público, la pobreza, el desempleo, la inflación y la desigualdad en la apropiación del ingreso y la riqueza. A 48 horas del castigo, la propia coalición produjo una crisis política que afecta al gobierno y a la institucionalidad vigente, por lo que resulta complejo imaginar el devenir en el corto y mediano plazo, más allá de pensar en cualquier resultado electoral en las elecciones de noviembre próximo.
¿Cómo se castigó? El ausentismo consolidó los votos positivos hacia la oposición, sea la derecha, la ultra derecha (una de las novedades) y a la izquierda. Al ausentismo, hay que sumarle el voto blanco o nulo como forma de castigar, incluso más allá del gobierno, enfatizando la ausencia de opción política. Un dato relevante lo constituyen las nuevas generaciones de votantes, hijos del Siglo XXI, con sus vivencias y registros propios sobre la historia local, regional y mundial, en un tiempo de ausencias de “épicas” que atravesaron otras generaciones, por caso, la de los 60/70, y las percepciones sobre el socialismo y la bipolaridad del sistema mundial entre 1945 y 1991, incluso la posibilidad de un “tercer mundo” como parte de una dinámica anticolonial y antimperialista que cambió el mapa de buena parte del sur del mundo.
Los sesenta en Latinoamérica y el Caribe amanecieron con la esperanza de la revolución cubana, alimentada en los setenta con la novedosa elección chilena de la unidad de la izquierda y a fines de los setenta incluso, la insurgencia nicaragüense. ¿Qué incorporó a la cultura política de la sociedad y a las nuevas generaciones, en ese periodo, la contraofensiva liberal, local y global? Hemos sostenido que el gran logro del “neoliberalismo” emergente de las dictaduras en el sur de América fue la derrota cultural, expresada en la ausencia de un “imaginario alternativo” que lleva ya tres décadas. Hubo voto castigo al gobierno que mermó su consenso electoral de manera considerable respecto de la anterior votación, consolidando un 30% del voto positivo.
El macrismo también obtuvo menos votos, pero en menor proporción, resumiendo un 40% de la votación y constituyéndose en la primera minoría. La izquierda en su conjunto (distintas listas) aparecen como tercera minoría, con 1,5 millones de votos. La derecha “libertaria” sigue en la consideración cuantitativa, muy probablemente captando algunos de los votos fugados desde el macrismo y cierta identidad con el rechazo a la “política” (profesional). Insistamos, la derecha y la ultraderecha sumados captan un porcentaje elevado del consenso electoral, seguidos del oficialismo y la izquierda, sin mucha capacidad de alianzas entre estos últimos. Los “ganadores” aparecen afines ideológicamente a otros procesos similares en la región (Bolsonaro) y en el mundo (Trump), siendo el principal perdedor la opción política en el gobierno.
El resultado fue sorpresivo para unos y otros, aunque existían “avisos” en el descontento que se manifestaba en la previa a la PASO. No hay corrimiento a la derecha del electorado, sino descontento ante el incumplimiento de un “imaginario” de restauración de derechos perdidos en tiempos macristas. Por eso señalamos que se castigó el no cumplimiento de las expectativas, igual que en 2019, ya que el macrismo no resolvió entre 2015 y 2019 lo que muchos de sus votantes esperaban que modificara.
Es cierto que a poco de asumido el gobierno de Alberto Fernández y de Cristina Fernández de Kirchner sobrevino la pandemia y agravó la situación de la economía, pero igual no se cumplieron con las expectativas de cambio. Pudo haberse confrontado con la condicionante herencia de la deuda, especialmente con el FMI y el Club de París, y no solo no se hizo, sino que se tendieron puentes de convivencia parlamentaria para favorecer el proceso de negociación, licuando responsabilidades del macrismo en la asunción de una gigantesca e impagable deuda pública. Tampoco se orientó un cambio de modelo productivo cuando el tema fue servido en bandeja por el fraude de la empresa Vicentin. El anuncio de intervención, expropiación y transformación de la empresa en caso testigo para reorientar el modelo productivo agrario con orientación hacia la “soberanía alimentaria”.
Ello podría haber definido un rumbo estructural en un sector estratégico de la economía local. Otra oportunidad perdida fue el fin de la concesión en el río Paraná, la llamada Hidrovía, postergado por un año, en lo que parece una continuidad de un rumbo de consolidación de un modelo productivo y de desarrollo extranjerizante y con destino en la subordinación del país para la promoción de una acumulación asociada en el orden trasnacional vigente. Una cuestión no menor deviene de los privilegios, expresados en vacunaciones por relaciones con el gobierno, cuando las expectativas por la vacunación eran importantes para prevenir el efecto del coronavirus, tanto como el incumplimiento de las normas de prevención puesta de manifiesto en los encuentros festivos en ámbitos oficiales.
El castigo fue contra el ajuste de salarios y jubilaciones, la inflación que favorece a los fijadores de precios y en contra de la mayoría empobrecida, como por el impacto de la emergencia sanitaria y los privilegios a este asociado. La asignatura pendiente El momento político actual pone de manifiesto la necesidad de la emergencia de un nuevo proyecto político emancipador, más allá de las dos coaliciones que disputan el consenso electoral en nuestro tiempo. Las viejas representaciones: radicalismo y peronismo vienen sufriendo mutaciones importantes que se manifiestan en las coaliciones que disputan el consenso electoral. A derecha e izquierda aparecen de ambas coaliciones emergen proyectos que recogen voluntades ideológicas de larga tradición en la cultura política local, sea el liberalismo o el marxismo, cada uno con matices importantes que hasta ahora no les permitió una presencia unificada que ponga de manifiesta su real volumen para la disputa política.
Con los libertarios, reaparece el fenómeno de Alsogaray y la UCD en los 80/90 del siglo pasado, imaginando ante la crisis política local y global un resurgimiento del pensamiento y la política liberal en el orden local. Con los partidos trotskistas se visibiliza una presencia política en el país que los excede, ante el apoyo de concepciones y una cultura crítica que confluye con el programa de rechazo al pago de la deuda pública y en defensa de los intereses de sectores populares, pero diferenciándose de posicionamientos sobre los procesos políticos regionales, especialmente en lo concerniente a la situación cubana y una orientación en la integración latinoamericana y caribeña. La reflexión apunta al cambio de las identidades tradicionales en el país. Si en la historia constitucional de la Argentina emergieron el radicalismo y el peronismo, transformados en el presente en unas coaliciones que se arman y desarman al ritmo de una crisis profunda, con alarmantes datos regresivos del impacto económico y social. En ese cambio de identidades surge la ausencia de una alternativa popular que pueda actuar en una perspectiva crítica y transformadora del orden capitalista.
No es solo un desafío local, sino regional y global. Es una búsqueda que lleva tres décadas ante la debacle de la bipolaridad del sistema mundial entre 1989 y 1991, con las especificidades que ese proceso tuvo en el país. No hay respuesta simple al interrogante sobre la construcción de alternativa, pero es el desafío en un tiempo en donde el capitalismo amenaza a la naturaleza y con ello a la supervivencia del género humano. Ese es el marco civilizatorio de la urgencia para el logro de una propuesta política para la emancipación. La base de lo nuevo estará en la síntesis de experiencias de reproducción de la cotidianeidad asentadas en una radicalización de la democracia participativa y un funcionamiento comunitario de la reproducción de la vida, en armonía con el metabolismo de la Naturaleza, claro que en el marco de una propuesta política que asuma una conciencia colectiva de superar el orden presente subordinado a la ganancia y a la acumulación capitalista.