Mujeres y escritura: una deuda pendiente
por Maia Kiszkiewicz
A los 19 años, Chimamanda Ngozi Adichie fue de Nigeria a Estados Unidos para estudiar. Allí, su compañera de cuarto se desconcertó, entre otras cosas, al enterarse de que escuchaba a Mariah Carey y hablaba en inglés —idioma oficial de Nigeria—. Su actitud para con Chimamanda, en tanto que africana, fue una especie de lástima bienintencionada y paternalista. “Mi compañera de habitación conocía una única historia sobre África, un relato único de catástrofes”, reflexiona la narradora, escritora, novelista y dramaturga, Chimamanda Ngozi Adichie, en una charla TED. Además, afirma que hablar de un relato único es hablar de poder.
“Existe una palabra igbo que me viene a la cabeza cuando pienso en las estructuras de poder: nkali. Y podría traducirse por ´ser más grande que otro´. Igual que en el mundo político y económico, las historias también se definen por el principio de nkali: la manera en que se cuentan, quién, cuándo, cuántas. Todo ello depende del poder. Poder es la capacidad no solo de contar la historia de otra persona, sino de convertirla en la historia definitiva de dicha persona”, dice Chimamanda. Nombra para romper.
Es que las historias, mitos o leyendas aportan a la construcción del sentido común. Eso trae etiquetas y estereotipos. Prejuicios que dificultan el conocer narrativas diversas. En 2005, Margaret Atwood escribió “Penélope y las doce criadas». Un libro que le da voz a Penélope —que supuestamente espera, fiel, a Odiseo— y la oportunidad de brindar una conferencia de antropología a las criadas asesinadas. Cuestiona privilegios, revisa la historia y aporta nuevas perspectivas. Se leen voces que siempre estuvieron, pero no se habían mostrado. Atwood, además, deja claro que no es tarde. Porque si es posible hacer un juicio anacrónico a Odiseo, también lo es crear un futuro en el cual crecer con la convicción de que, como mujeres, la escritura es un modo de vida posible.
“Escribir es la forma que elijo para habitar el mundo desde la sensibilidad y la libertad —dice Bárbara Elizabeth Alí, profesora, tallerista y poeta—. Hacerlo me conecta con el deseo y lo desconocido. Me permite ampliar mi percepción del mundo y enlazarme a la vida desde un lugar de desautomatización, escucha y juego”.
Escritura y sororidad
La Red de Escritoras Argentinas es un espacio, creado por Lara Maqueira, que busca generar lazos de escritura y sororidad. “En el mundo de la literatura hay mucha competencia y nuestro objetivo es romper con eso, especialmente entre mujeres. Esto de quién vende más o tiene más likes. No. Sororidad. Entender que el trabajo literario que hace una compañera es tan importante como el que hace una misma. Entre mujeres podemos darle mucho valor a nuestro arte”, define Lara.
“Estamos en deuda con la visibilización de las mujeres en la cultura”, dice Valeria Kovadloff, bailarina y coreógrafa. Ella, junto a la actriz Malena Solda, crearon Proyecto Prisma desde la necesidad de conjugar trabajo y reivindicaciones feministas. Por eso, consideran que la perspectiva de género es prioritaria y transversal a cualquier temática con la que accionen. “Y dar a conocer obras de mujeres, en el registro que sea, es una tarea con perspectiva de género”, define Valeria.
Proyecto Prisma surgió con la idea de realizar ficciones sonoras. Buscando sustento, Malena y Valeria obtuvieron el apoyo de Pro Helvetia, una fundación suiza para la cultura. “Una de las obras que queríamos producir era de la dramaturga Julie Gilbert. Nos comunicamos, ella estuvo contenta de participar y, además, nos comentó sobre la Biblioteca Sonora de las Mujeres, un proyecto creado desde una pregunta: ¿Por qué en el corpus bibliográfico de la cultura siempre hay más hombres que mujeres?”.
Julie realiza la biblioteca sonora desde hace más de 10 años. Lo hace en varias modalidades. Una, la que utilizan desde Proyecto Prisma, es agendar horarios individuales con escritoras como Safo o Sylvia Plath. Y, en el momento pautado, una actriz, encarnando a la escritora, llama a la persona que agendó la cita. “Se forma una tríada de mujeres trabajando. La escritora, la dramaturga que escribió en el presente como si fuera aquella mujer ya fallecida, y la actriz”, explica Valeria.
Proyecto Prisma, además, desarrolla un espacio de debate. Por eso, Malena y Valeria eligieron tres palabras para definir el trabajo total: ficción, performance y sociedad. “Buscamos intervenir en la reflexión social, en la visibilización. Que se generen nuevas escuchas, nuevas miradas”, define Valeria e invita a seguir a @proyectoprismanet en Instagram. Allí, también está el link para acceder a la página donde permanecen disponibles partes de las grabaciones de la Biblioteca Sonora de las Mujeres. Está, por ejemplo, Hebe Uhart que afirma: “La necesidad de escribir surge de la necesidad de guardar algo que te parece significativo y no querés que se pierda”.
“En el mundo editorial hay una necesidad: darle espacio a las mujeres. Nosotras tenemos ese objetivo”, cuenta Lara. Ella también es parte de Miríficas, una editorial que comenzó hace cinco meses y trabaja con más de 10 autoras. Además, reunió a 20 mujeres para realizar una antología, a la venta desde el 8 de marzo. “El 70% de las ganancias serán donadas a la fundación de Alika Kinan, que ayuda a mujeres víctimas de explotación sexual”, dice Lara y agrega que el otro 30% de lo recaudado se destinará a imprimir el material para llevarlo a la Feria del Libro de Buenos Aires.
“Logramos costear un stand en la Feria. Llevaremos a las autoras que publicaron con nosotras, y abrimos el espacio para aquellas que lo hicieron sin editorial o con una independiente”, cuenta la autora y propone pensar en un mundo editorial y literario en el que haya lugar para todas las que lo deseen.
Es que, sin duda, la escritura y el deseo se relacionan. Por ejemplo, desde el anhelo por eternizar. “Escribir es una especie de alquimia —dice Moira Morgulis, música, docente, locutora, actriz de doblaje, escritora y autora de “Una voz imperfecta”—. Es como hacer un grabado de la belleza. A lo doloroso lo hace soportable y a lo bello, eterno. Me da miedo irme de este mundo como si nada. Y si escribo y publico es como si no fuera a morir jamás. Además, como dice un poema de Silvina Giaganti: es una forma de pasar sin mucho dolor por este barro”.
Meterte en el mar
Pienso que escribir
es como meterte en el mar:
primero el agua
está helada,
pero a medida que te metés
y permanecés
se va poniendo calentita.
Pienso que también
es una forma de pasar
sin mucho dolor
por este barro.
Y también pienso
que escribir
es hablar de amor
cuando se termina.
—Silvina Giaganti—
Escribir, mostrar, crear nuevos mundos
Mariana Enríquez, en el prólogo de “¿El futuro es feminista?” (2017), escribe : “¿Cuándo vamos a poder hablar de literatura, de política, de políticas de la escritura, escribir sin que nuestra subjetividad esté siempre sesgada por la condición de género? ¿Cuándo podremos hablar de política sin que nuestra opinión esté invadida por la lucha contra el patriarcado?´ se pregunta —Marina— Mariasch. Releo las preguntas y pienso: me temo que va a pasar mucho tiempo y que vamos a perder la paciencia muchas veces, como yo la perdí esta mañana cuando, para una entrevista, me preguntaron una vez más sobre cómo es escribir y ser mujer (¡no sé!) y sobre si podemos pensar en una lectura femenina (¡no!)”.
Mujeres escritoras, hay miles. Y cada una con sus particularidades. “Escribir es mi forma de atravesar la realidad —dice Leticia Martínez, escritora, investigadora y tallerista— La vida doméstica, los trabajos, el mundo que se derrumba, las personas con hambre, sin laburo, todo pareciera aplastarme. Y tener el privilegio de escribir ante tanto abismo, me genera un compromiso con la belleza y el amor. Además, es una cuestión de clase. Nací y crecí sin libros, en un hogar obrero. Pude ir a la Universidad, no puedo darme el lujo de no aprovecharlo. Escribir es lo mejor que puedo hacer para crear fisuras ante una realidad que es un desastre. Es una oportunidad, es crear otros mundos. Es una urgencia”. “Disfruto escribir desde que agarré un lápiz —cuenta Lorena, empleada en una ONG, periodista y técnica en intervención sociocomunitaria—. De chica dormía con un diccionario. Me gustaba leer los significados y pensar en qué me podría servir cada palabra. Escribir es mi forma de ser en el mundo”.
Como dijo Chimamanda, las historias importan. Muchas historias importan. Las historias se han utilizado para desposeer y calumniar, pero también pueden usarse para facultar y humanizar. Pueden quebrar la dignidad de un pueblo, también restaurarla. Y cuando un conductor le explica cómo actuar en un bombardeo a la periodista y escritora de “Diario de guerra, apuntes de una corresponsal en el frente”, Elisabetta Piqué, resulta evidente que es necesario seguir luchando por la difusión. Por las mujeres en la literatura, en la ciencia, en el arte. Por la diversidad de relatos, la distribución del poder. Por un mundo en el que quepan muchos mundos.
Foto: Proyecto Prisma