La invisibilización histórica de la cultura afro
por Milagros Alonso
A 210 años de la prohibición del ingreso de personas esclavizadas al actual territorio de la Argentina, historiadoras y afrodescendientes señalaron que se trató de un paso muy importante para la abolición definitiva de la esclavitud, pero advirtieron que en la construcción de la identidad nacional persisten aún el racismo estructural y la invisibilización histórica de la población africana.
«Se prohíbe absolutamente la introducción de expediciones de esclavatura en el territorio de las Provincias Unidas», ordenaba el decreto del 9 de abril de 1812 del Primer Triunvirato.
La historiadora Marisa Pineau explicó que esa medida «fue un primer paso muy importante que tenía que ver con las resoluciones más radicales de los primeros gobiernos patrios que tendían a tomar medidas igualitarias y equitativas, pero que no dio por terminada la esclavitud».
«Había una idea de que no todas las personas que estaban en una situación de esclavitud estaban en condiciones de vivir en plena libertad. Entonces tenían que hacer como un aprendizaje bajo una mirada paternalista», agregó Pineau, profesora titular de la Universidad de Buenos Aires (UBA) y especialista en estudios de África y colonialismo.
En el largo camino para llegar hasta el fin de la esclavitud en 1853 con la Constitución Nacional, Mérida Doussou Sekel, afroargentina y profesora de Historia, destacó el rol de los sujetos individuales y colectivos: «Son justamente las personas esclavizadas las que luchaban por su libertad, tendían puentes y empezaban a ejercer presiones para que los gobiernos tomen esas medidas».
«Es importante rescatar estas historias porque hay un mito instalado que nos invisibiliza hasta el día de hoy, que plantea que los negros y las negras del período colonial y de las guerras de la independencia se murieron todos de fiebre amarilla o por la guerra», remarcó la activista antirracista, y señaló que tanto la comunidad afrodescendiente como los pueblos indígenas tienen la «misma raíz de invisibilización histórica».
De esas historias de resistencia conoce bien María Elena Lamadrid, quinta generación descendiente de africanos esclavizados y portadora del apellido con el que un esclavista bautizó a un antepasado suyo que fue secuestrado en África y traído a la fuerza a estas tierras.
«Nosotros tenemos el apellido del amo, del General Francisco Aráoz de Lamadrid. Es todo un engranaje los apellidos de los afro y ahí está la verdad de la historia que no fue contada», relató María Elena, de 87 años, afroargentina y difusora del candombe porteño.
En 2008 fundó la Asociación Misibamba, única organización de afroporteños del tronco colonial, con el objetivo de difundir las raíces culturales y forjar un hilo de continuidad entre sus ancestros y las generaciones venideras.
«Misibamba es el recuerdo de mis antepasados. El nombre es por un afro que le decíamos abuelo en mi familia por respeto, y cantaba el candombe misibamba», explicó María Elena, quien está grabando un disco con canciones de candombe, tango y bolero, y asegura que, aunque no se dice, el tango viene del candombe.
Luego remarcó que «no se conoce la historia de lo que vivenciaron nuestros antepasados, ni de lo que seguimos vivenciando. Se invisibilizó la cultura afroargentina, o más bien se la borró de la historia».
Para Pineau, este negacionismo se origina a partir de 1870, cuando con la promoción de la inmigración europea, comienza la consolidación de una Argentina moderna bajo el ideario de «un país de blancos».
«Aunque se haya invisibilizado a la población de origen africano y a sus descendientes, éstos forman parte constitutiva de la sociedad y la cultura argentina, al igual que los pueblos originarios, europeos y la asiáticos que llegaron más tarde», asegura la investigadora del Instituto de las Culturas (Idecu), perteneciente a la UBA y al Conicet.
Hace más de 200 años, alrededor del 30% de la población era de origen africano. Según un censo de fines de la época colonial, y el 75% de las personas que llegaban desde el exterior provenían de África, por lo que la «migración era fundamentalmente africana, no europea», apuntó Pineau.
De acuerdo a un muestro aportado por el Censo Nacional de 2010, en nuestro país unas 149.493 personas se autorreconocen afrodescendientes en nuestro país. Pero, las organizaciones comunitarias estiman que alrededor de dos millones de personas tienen origen afro.
Este año, el Censo -que ya puede ser completado de forma digital hasta el 18 de mayo- amplía por primera vez el alcance de la consulta sobre autorreconocimiento étnico (pueblos indígenas y afrodescendientes) a toda la población, con lo que se espera obtener una cifra más representativa de estas comunidades.
Sobre este punto, Doussou Sekel manifestó las dificultades que puede tener la población para reconocerse como afrodescendiente cuando «no te podes ver en figuras históricas, ni en la calle, ni en la tele».
A su vez, la activista remarcó que todavía hoy persiste la discriminación y que el racismo «tiene muchas formas» que abarcan desde la violencia física hasta la «poca posibilidad de acceder a determinados puestos de trabajo».
Algo similar planteó Pineau, quien aseguró que «la discriminación viene de la no aceptación de que hay un racismo estructural en la sociedad argentina. Hay un mito de que este país es un crisol de razas y que no hay una diferenciación racial como se ve en otros países, pero esa también es una forma de invisibilización del problema».
«Ese racismo estructural hace que quienes sean afrodescendientes o quienes tengan la piel de color más oscuro estén mayoritariamente en las capas más bajas de la sociedad y sean las personas más vulnerables», puntualizó María Elena, que reiteró el pedido del reconocimiento histórico que impulsa la comunidad afrodescendiente en el país: «Nosotros queremos que en la cultura se acepte nuestra historia . Y pienso que lo vamos a lograr. Quizás yo no lo vea, pero lo vamos a lograr».