¿Qué pasa en tu biblioteca?
por Maia Kiszkiewicz
—¿Qué te gustaría ser de grande?
—Escritora —contesté sin vacilación.
—¿Cuántos libros escritos por mujeres hay en esta biblioteca?
—Tres —dije— Un cuarto propio, de Virginia Woolf, una antología de poemas de Alfonsina Storni y otro de poemas de Safo.
—¿Leíste sus biografías?
—Sí —respondí.
—¿Leíste cómo murieron?
—Se suicidaron —dije.
—Pues aprende la lección —me dijo—. Las mujeres no escriben y cuando escriben, se suicidan.
El diálogo corresponde a un fragmento de La insumisa, novela autobiográfica de la uruguaya Cristina Peri Rossi. Lo que hace la escritora en ese libro es volver pública una situación del orden de lo privado, lo que sucede en la mayoría de las casas. Fíjate. Andá a tu biblioteca, sacá los libros escritos por hombres blancos cis —es decir, personas cuya identidad de género coincide con el sexo asignado al nacer—. ¿Cuántos libros quedan?
Mujeres cis y trans que escriben, hay muchas. Pocas publicamos libros. No porque no querramos, sino porque hay factores económicos, sociales y culturales que hacen que sea más difícil llegar a la instancia de publicación. Y cuando lo logramos, somos menos difundidas que los varones cis blancos. Sobre todo si escribimos textos académicos. De esa inquietud surgió la Feria del Libro Feminista (FiLFem). “Éramos un grupo de compañeras que militaba en un espacio de género en Chacarita. Nos juntábamos a organizarnos y nos recomendábamos textos. Autoras que la mayoría de las veces nos costaba conseguir. No estaban al alcance. Había que investigar para llegar a los escritos de mujeres y diversidades, o a los que trataban sobre feminismo y género”, dijo Josefina Maharbiz, una de las organizadoras de la feria que desde 2018 se realiza en diciembre, pero este año decidieron adelantar al 6 de noviembre por el mundial. El equipo para esta cuarta edición, que tuvo lugar en el Complejo Art Media, ubicado en Corrientes 6271, se completó con Aimé Correa Bravo, Malena Capeluto, Maria Justo, Rocío Jimenez, Micaela Gentile, Paloma Dulbecco, Juana Piñeiro, Analizia Astudillo, Romina Nucci y Agustina Conté Grand.
En la descripción del encuentro, decía: Así como todxs podemos ser feministas, con la FiLFem todxs somos escritorxs. No es necesario escribir un libro porque formamos parte de la autoría colectiva más significativa y transformadora del momento histórico que nos toca vivir. “Hay muchas formas de escribir, de hacer comunidad —contaba Josefina cuando interrumpió su relato para indicarle el camino hacia el lugar en el que se realizaría la siguiente charla a una de las intérpretes de lengua de señas que acababa de llegar—. Bueno, hay intérpretes porque nos parece que el feminismo es eso: que cualquier persona pueda llegar y no haya trabas. Y, como decía, se arma una comunidad en la que aparecen ideas, relaciones y distintas formas de relatos. La feria es un lugar de pertenencia”. Y esa grupalidad, que implica el reconocimiento de la otra persona y el cuidado propio y mutuo, se genera desde el inicio de la vida. Por eso la feria contó con un espacio para las infancias a cargo de la Cooperativa Editorial Muchas Nueces.
La FiLFem es, en definitiva, un espacio de reflexión con miras a construir una sociedad más equitativa y su potencia política surge de reunir a los feminismos que se imprimen en los diversos soportes. La propuesta es cuestionar y ampliar los límites de lo posible, lo deseable. Incomodar. Porque eso permite la reflexión. Y para que suceda, es necesario escuchar o leer voces diversas. Porque hay otros relatos más allá de lo que se difunde de forma comercial. Después de todo, la escritura alcanza a cada ser sintiente, la poesía no es un lujo. Ya lo dijo la escritora afroamericana, feminista y lesbiana Audre Lorde: «Los padres blancos nos dicen: pienso, luego existo; pero la madre negra, la que llevamos dentro —la poeta— nos susurra en sueños: siento, luego puedo ser libre».
Por eso, la feria cuenta con charlas y paneles. “Tratamos de abordar temas que están en agenda, que interesan o es necesario debatir en profundidad. Hoy no hay temas convocantes, hay un amesetamiento del feminismo. Sigue habiendo triunfos, pero es difícil interpelar a una mayoría. Así que escuchamos las sugerencias de feriantes y compañeras y las llevamos adelante en conjunto”, explicó la organizadora. Esta vez, las propuestas fueron: una entrevista a Georgina Orellano, autora de Puta feminista: Historias de una trabajadora sexual y Secretaria General de AMMAR (Asociación de Mujeres Meretrices de Argentina); una conversación sobre vínculos sexoafectivos y sexualidad con la colectiva Las Clito y la participación de la psicóloga y feminista chilena, Carolina Aspillaga, y la charla La poesía llega a todos lados: Activismo travesti y territorio con Susy Shock, poeta, actriz y cantante; Morena García, escritora y militante de la comunidad travesti/trans de Rosario; Vir del Mar, gestora de la librería ¡Escándalo!, espacio de difusión y venta literaria con curaduría LGBTIQ+ y transfeminista; y Killa Orbe, escritora, psicóloga y titular de la Dirección de Control y Asistencia de Ejecución Penal.
La revolución está en las preguntas
¿Cómo pensás que soy la primera travesti que escribe?
¿Qué pasa en tus recorridos,
en tu biblioteca?
¿A quiénes escuchás?
¿A quiénes ves?
Vir del Mar atravesó con sus preguntas a todas las personas presentes en el panel sobre poesía, territorio y activismo travesti organizado por Elemento disruptivo, Puntos suspensivos, Muchas nueces y la FiLFem. Susy Shock agregó una anécdota: Un día estaba en el hospital acompañando a la psicóloga social y activista travesti, Marlene Wayar, que había sido internada justo antes de publicar su libro. Y la llamaron de un diario. Le preguntaron, entre otras cosas, qué es una travesti. “Yo le decía que no contestara, ella lo hizo y dijo: ´dejen de preguntarnos quiénes somos. Nos cogen hace años, nos consumen´”.
Pero hay personas que no ven travestis haciendo cosas. Porque es un material que no llega solo, hay que ir a buscarlo. Lo resaltó Vir: “Hay que asistir a charlas en las que haya varones trans, obras en las que actúen maricas. Que el asunto sea permanente, no puede depender de si justo te cruzás con una. Somos un montón”.
Morena aprendió a escribir y empezó a retratar escenas que no reflejaban lo hegemónico: “Me decían puto, tragasable, mariquita. Escribir fue poner lo propio en el relato”. Y Killa Orbe coincidió en la necesidad de nombrar de forma propia: “Escribía en un diario contando mi cotidiano. De chica me refugié en los libros. Fui a una escuela militar muy dura, vivía en un pueblo, y eran dos realidades que quedaban muy chicas para lo que me pasaba. En el pueblo no había travas. Si las había eran super del closet. Y cuando me empecé a reconocer como travesti, la escritura fue un canal para hablar sobre eso. Primero supe que era travesti en la intimidad del papel, en la escritura. Después se materializó”, dijo Killa y sus palabras rememoraron a Camila Sosa Villada: “Mi primer acto de travestismo fue a través de la escritura”. “Y yo era la marica gorda con anteojos. No escribí para nombrarme sino para irme”, explicó Vir, quien definió a la escritura como una acción de fuga, como la posibilidad de fantasear. “Ser travesti también es un poco eso: ser la propia fantasía o construir una fantasía colectiva de otros cuerpos, historias y palabras posibles”, definió la artista explicitando que cada persona vive la escritura de forma única, diversa.
Personas escribiendo, hay. Sin embargo, como dijo Susy Shock, si quien escribe no ve un mango de lo que se vende, hay un problema. “A veces nos invitan a lugares, saben que nos tienen que pagar. No lo hacen porque piensan que el reconocimiento es suficiente. Yo no pago el alquiler con reconocimiento”, contó Vir. “Estamos hartas. Nuestro promedio de vida es de 40 años, somos viejas a los veintipico. Susy, que está en la flor de la ancianidad, debería estar haciendo otra cosa. Pero va a donde se necesite, todas lo hacemos. Queremos estar cuando se habla de nosotras”, agregó Morena.
Susy, que viaja mucho, intercambia libros con las personas que se encuentra en otros países. Vuelve con la valija llena. “Todos escritos por personas cis. Lo travesti/trans queda fuera de los recursos, es una pobreza estructural de la vida”, manifestó Susy. A veces, como explicó Vir, existe un entendimiento mutuo de la situación de precariedad entre amigas travestis y encuentran modos alternativos para intercambiar saberes. Algo similar al cooperativismo, que Susy consideró elemental porque ahí están las herramientas para generar las redes de autogestión necesarias.
“Es importante saber que la búsqueda de nuevos modos de producir se debe a que no había un mercado para nosotras. Ahí la autogestión se vuelve más feroz. Venimos de la marcha del orgullo que ahora es como un carnaval del olvido. Todo muta y se lo apropia el capitalismo. El obelisco pintado de colores, los carteles de la ciudad diciendo orgullo. Pero a nosotras nos siguen matando. Estábamos ahí, gritando eso, y pasó el camión de Juntos por el Cambio con un sonido altísimo. No nos escuchan. Los medios de comunicación nombraron a personas conocidas que estuvieron en la marcha. Y ni una consigna. No vamos a luchar contra eso. Se los regalo. Haremos una fuga e inventaremos nuevas cosas hasta que nos atrapen de nuevo y hagamos otra fuga. Y la autogestión es una herramienta declarativa que dice que si no nos dan, hacemos”, dijo Susy y agrega que hay que quitarse la tibieza, hacerse las preguntas necesarias. El día en que demos por sentado que tenemos todas las respuestas, estamos en problemas.