La lucha por la sanción de la Ley de Danza
por Maia Kiszkiewicz
Eva Martínez, bailarina, coreógrafa, investigadora y Licenciada, en Jujuy, en Trabajo Social, recuerda su relación con la danza desde los cinco años. “Siempre supe que quería dedicarme a esto, aunque en un momento dudé por la inestabilidad laboral”. Julieta Rodríguez Grumberg, coreógrafa, intérprete, docente, gestora, Licenciada en Composición Coreográfica y egresada del Taller de Danza del Teatro San Martín, también empezó de niña. Tenía mucha energía y la llevaban a diferentes actividades: patín, gimnasia deportiva. Una vez la mandaron a una clase de danza y le encantó. “Tuve el privilegio de que me banquen económicamente esos espacios de aprendizaje. Después tuve la suerte de encontrarme con el San Martín y la Universidad Nacional de las Artes, y de tener una formación estatal”, dice Julieta.
Eva es parte de un movimiento de danzas del noroeste argentino. Para ella, es necesario pensar la danza situada y reflexionar sobre su relación con la historia. Hay danzas patrimoniales, rituales, para la agricultura. “Las danzas son, sobre todo, nuestro deseo. Y desde ahí se relacionan con la identidad personal, hereditaria, social, de género. Condensan imágenes, símbolos. Contamos la historia desde nuestra mirada, la de las mujeres y disidencias, que somos mayoría en este arte. La danza es un trabajo poético de empoderamiento”, define Eva y resume la importancia de la labor de bailarinas y bailarines, quienes exigen mayor reconocimiento por parte del Estado.
El reclamo viene desde hace tiempo. El anteproyecto de la Ley Nacional de Danza fue presentado por primera vez en la Cámara de Diputados el 3 de septiembre de 2012 y aún no fue tratado. Por esto, en 2020, cuando se profundizó la precariedad laboral por la pandemia, más de cincuenta y cuatro equipos de trabajo, entre los que se encontraban organizaciones, salas, estudios, asociaciones y compañías, se unieron en el Frente de Emergencia de la Danza
¿Es posible vivir de la danza?
Julieta: Yo lo hago, pero soy privilegiada. Y la situación no es homogénea en todo el país. Por lo general es un camino difícil. Todavía se necesita que generemos las condiciones para que el sector esté más profesionalizado tanto en lo que respecta a las posibilidades laborales en sí como en el imaginario cultural, entender que la danza es un trabajo. Son cuestiones culturales y estructurales. El Estado tiene que poner condiciones, y quienes nos dedicamos a la danza tendremos que jugar con esas reglas a las que muchas veces nos resistimos. Por ejemplo, ser monotributistas. Lo que pasa es que es todo tan precario que se genera un campo en el que hay mucho talento pero faltan recursos económicos y estructuras burocráticas. Es un círculo vicioso que la militancia debe romper.
Eva: En mi caso, en Jujuy, estudié nueve años en la Escuela de Danza y al terminar, en 1989, con 18 años, en teoría tenía la posibilidad de rendir un examen y entrar al ballet estable de la provincia. Pero lo cerraron con la excusa de problemas económicos.
¿Y sigue cerrado?
Eva: Sigue cerrado. Aquí no existe un ballet estable en el que paguen por el trabajo, a diferencia de lo que sucede en otras provincias. Así que me dedico a la danza de forma independiente pero no me alcanza para vivir. Trabajo, además, en el Ministerio de Educación. Mientras, hago un doctorado y mi tesis sobre políticas culturales de la profesionalización de la danza.
Las dos son parte del Frente de Emergencia de la Danza, ¿en qué momento de sus carreras estaban cuando se sumaron a este modo colectivo de lucha?
Julieta: Yo milito en danza desde el 2012. Primero con el Foro de Danza en Acción, y en el 2020 fui una de las que estuvo en los chats fundacionales del Frente de Emergencia de la Danza.
Eva: En el noroeste argentino nos veníamos juntando a través de un Foro de Danza Teatro para generar producciones colectivas y dialogar sobre las necesidades de la danza. Después, en 2008, nos encontramos con la posibilidad y la necesidad de hacer una ley y armamos el movimiento por la Ley Nacional de Danza. Y cuando se armó el Frente de Emergencia de la Danza, en la pandemia, decidimos participar porque la precariedad continuaba incrementándose.
Julieta: Una particularidad, respecto a esto, es que la formación en danza, por lo menos la que tuvo de mi generación y también las anteriores, tendió al individualismo. Hace poco empezamos a pensar que esto es algo colectivo. Por eso los bailarines y bailarinas no tenemos los derechos adquiridos que tienen en otras áreas. Y a esto se le suma que en la danza hay una fuerte impronta de mujeres y disidencias, y que tenemos una “vida útil” breve, eso hace que las personas solo piensen en sus carreras y no se den cuenta de que hay gente que milita para que el terreno sea lo más fértil posible.
¿La grupalidad es importante para que eso suceda?
Julieta: Y, la grupalidad tiene que ver con el reconocimiento.
Eva: Yo entré a la Escuela Pública de Danza de Jujuy en 1983, acababa de volver la democracia y pensábamos en lo grupal tanto arriba como abajo del escenario. Y se veía en el apoyo. El de madres y padres, por ejemplo, que acompañaban y se quedaban esperando, se ayudaban para comprar zapatillas, trajes. Armamos el centro de estudiantes. Esa grupalidad que generamos es la que intentan boicotear desde el sistema capitalista que promueve la competencia. Rompen los lazos y la danza no es ajena a eso.
Julieta: El otro día estaba en una charla en la Universidad Nacional de San Martín, nombraron el Mecenazgo, y un chico dijo que sin hacer nada le dieron un patrocinador. Entonces una compañera le contestó que para que eso sea posible sucedieron muchas acciones previas. Lo que pasa es que se tiende a borrar la acción militante como si la danza y la política fueran terrenos ajenos. Y, no. Hay que hacer política para que pase algo como un Mecenazgo.
O una ley.
Julieta: La ley establece las bases y condiciones mínimas para que el Estado invierta en la danza de manera estable y no dependamos de la voluntad del gobierno de turno o de un mecenas. Porque los programas los hacen y vuelan con el cambio de gestión.
Eva: La ley nacional de la danza es para el sector y para toda la sociedad. Valoriza la danza, la fomenta. No tenerla hace que hagamos todo a pulmón. Trabajamos en equipo para ver cómo pagarle a los músicos, el vestuario, la formación, la investigación.
Julieta: Además está comprobado. La creación del Instituto Nacional del Teatro promovió cambios visibles. Queremos lo mismo para la danza.
¿Por qué hace 11 años que esa ley es sólo un proyecto?
Julieta: Hay varios motivos. Por un lado, no todos los gobiernos tienen una mirada afín. Por otro, tenemos un Estado que siempre parece tener otras urgencias. La cultura queda relegada.
La pandemia sirvió para demostrar que hay mucha gente que labura de esto. Salimos de esta cosa romántica de que somos todas personas que tenemos mecenas, y pasamos a ser laburantes que necesitamos un ingreso. Pero el romanticismo está al pie del cañón. Hay un imaginario en el que no necesitamos nada porque somos flacos, comemos algas y hacemos esto que es un hobbie. Hay algo de todo esto que todavía está en las cabezas de las personas que gobiernan. Y, por otro lado, somos un colectivo en el que principalmente hay mujeres y minorías sexuales. Tal vez la clave está en estas tres cosas: el imaginario sobre la danza, el hecho de que parece ser algo elitista, de pocos, y que somos mayoritariamente mujeres y disidencias.
Eva: Esta es la octava vez que el proyecto entra al Congreso. Las otras veces ni siquiera tuvo tratamiento en Comisión. Eso es lo que queremos ahora: un pronto tratamiento en la Comisión de Cultura para que después vaya a la de Presupuesto y de ahí al Recinto. Para eso, buscamos el apoyo de más diputados. Necesitamos una Ley parecida a la del Instituto Nacional del Teatro que tiene una delegación para cada provincia.
Para eso son necesarias políticas públicas.
Eva: Sí. La ley es una política pública que impulsa la creación de un observatorio para seguir de cerca los avances en investigación, docencia, producción, giras, publicaciones.
Julieta: Y la creación del Instituto Nacional de Danza, que generaría una paridad con otros institutos existentes. Pedimos para la danza lo que tiene el teatro o la música. Y que haya un instituto dedicado a nuestro sector con personas que provengan de la danza, que conozcan el territorio, las problemáticas, y que se piensen políticas públicas de protección, promoción y desarrollo de la actividad. Ahí están las posibilidades y oportunidades para la profesionalización. Necesitamos que el Estado promueva la danza que, en definitiva, es parte de los bienes culturales intangibles .
Eva: Profesionalización para todas las personas que trabajan en la danza: mayoritariamente las que bailamos, pero también quienes hacen iluminación, sonido, vestuario, traslado, alojamientos.
Julieta: Docencia, interpretación, creación, coreógrafas/os/es, investigación, salud corporal, gestión cultural en danza.
Eva: Pero por lo general no nos pagan. Y cuando lo hacen es con un sandwichito.
Foto: Télam