¿Asado en Viernes Santo?
por Marcelo Valko
Durante casi veinte años con Osvaldo Bayer compartimos una hermosa amistad. Aunque nos separaba una larga brecha generacional nos unía una profunda serie de cuestiones, por ejemplo, denunciar la Desmemoria de la Historia Oficial que no es poca cosa. Y es así, que realizamos varias conferencias conjuntas, viajes a ciudades del interior y esa familiaridad de compartir hoteles. En pueblos del interior después de un desayuno tempranero era un placer caminar por esas plazas o anchas avenidas con árboles añosos mientras comentábamos novedades bibliográficas, chismes sobre editoriales y distendidas conversaciones sobre bueyes perdidos o cuestiones personales. Siempre me divertí mucho en su compañía. Algunos se sorprenden cuando comento acerca de su gran sentido del humor, muchos de esos episodios los volqué en el “Anecdotario” publicado por Sudestada. Nos habíamos conocido cuando estaba terminando mi libro sobre el Malón de la Paz al que le hizo un generoso prólogo. Hicimos numerosas comidas en mi casa o en su mítico Tugurio, y este recuerdo trata sobre una de ellas. En esa época, a poco de conocernos y en proximidad de Semana Santa, le pregunté al pasar si el Viernes Santo estaba en casa o en alguno de sus innumerables viajes que en una misma semana lo llevaban a brindar una conferencia “de Calafate a Cafayate” como le gustaba bromear. Por una cuestión automática, como era su costumbre consultó la agenda. Esos días estaban en blanco.
-No tengo nada de nada -y riendo agregó- estarán todos en misa…
Le pregunté si no quería venir a mi tradicional asado de los Viernes Santo. Antes de responder me miró fijo.
-¿Asado en Viernes Santo? -hizo un silencio- Las cosas que hace usted…
Por esa reacción pensé que no aceptaría, pero agregó de inmediato-
-¡Voy! ¡Claro!, ¿Qué llevo?