Opinar y Saber
Desde hace muchos siglos la humanidad se ha esforzado en distinguir las meras opiniones de un saber con fundamento. Sin embargo, no es ésta una tarea sencilla.
Retomemos el cuento de Kauter 1 de la nota «¿Cuánto pesa un copo de nieve?», le había preguntado el colibrí a la paloma; y la paloma, creyendo saber, había respondido: «Nada». Entonces el colibrí le contó que una vez, estando posado en la rama de un pino cuando empezaba a nevar, había contado los copos mientras caían. ¿Y qué había pasado? Cuando llegó al número 3.741.953, la rama se rompió y tuvo que salir volando. Por lo tanto, según su experiencia, los copos pesaban.
¿Cuánto de la información que recibimos a diario no es más que un conjunto de opiniones? ¿Cuánto de lo que nosotros mismos pensamos y decimos es simplemente un parecer, algo que no nos hemos tomado la molestia de analizar y sin embargo afirmamos como si fuera una verdad evidente? ¿Cuántas veces, en realidad no hacemos más que repetir opiniones ajenas sin haberlas pasado por el tamiz de nuestro sentido crítico? ¿Cuántas veces, en fin, avalamos así decisiones que afectan no sólo nuestra vida, sino la de muchos otros?
Con palabras de Kant: «Puedo guardarme para mí la persuasión si me satisface, pero no puedo ni debo pretender que tenga validez fuera de mí». No sabemos si la paloma cambió de opinión, si fue convencida por el argumento del colibrí (¡y hasta buscó una balanza!), o si al menos comenzó a dudar de su anterior creencia y reconoció que debía investigar el asunto antes de hablar.