Llega a las salas porteñas “El Hombre Solitario”
(Que no es igual a “El Hombre que está Solo y Espera”)
por Laura Molina
EL HOMBRE SOLITARIO (Solitary Man) Dirección: Brian Koppelman y David Levien. Guión: Brian Koppelman. Reparto: Michael Douglas (Ben Kalmen), Susan Sarandon (Nancy Kalmen), Danny DeVito (Jimmy Merino), Mary-Louise Parker (Jordan Karsch), Jenna Fischer (Susan Porter), Imogen Poots (Allyson Karsch), Jeese Eisenberg (Daniel Cheston), y otros. Origen: Estados Unidos. 2009.
Ben Kalmen, interpretado magistralmente por Michael Douglas, es un vendedor de autos que hizo fortuna. Kalmen encarna el “sueño americano” del estadounidense medio, el mito del self made man, el hombre solitario que impulsado por la voluntad y la ambición se hace a sí mismo, salta las vallas, y triunfa. Es decir: hace mucho dinero. Pero la película no nos cuenta esto. Empieza cuando la empresa meteórica y el mismo Kalmen están desmoronándose.
El hombre ya ha pasado los cincuenta años, hubo algunos procedimientos ilegales en su veloz crecimiento empresario que debió reparar, tuvo un pronóstico clínico desfavorable, se separó de su mujer… Y ahora Kalmen se ha entregado a una vida sexual muy activa empleando esa seducción utilitaria tan propia de los vendedores. Pero las relaciones no le duran y los negocios no le salen. La audacia del emprendedor, la imaginación comercial, el cielo es el límite del “sueño americano”, ya no funcionan. Algo, invisible para el protagonista, se ha quebrado en el sistema.
Kalmen insiste en su individualismo, los métodos asertivos, la seducción y las manipulaciones de siempre, pero se hunde cada vez más. Pierde su departamento y el crédito bancario. Busca ayuda económica en su ex esposa, Nancy, y también en su hija, Susan, que está casada con un taxista. Kalmen sigue cayendo, se acuesta con una amiga de Susan, se acuesta con la hija de su amante. Y acaba viviendo con un amigo de juventud, Jimmy Merino, a quien ha ignorado durante 30 años. Merino, interpretado por Danny DeVito, escucha sus penas, le da trabajo en su pequeña cafetería. Y Kalmen, el hombre de negocios estrella y tapa de la revista Forbes, termina de camarero.
Como broche del asunto, el marido de su amante le manda un matón para golpearlo por haberse acostado con la hija. Y el hombre solitario acaba en un hospital, rotos los huesos y el alma, sin entender qué ha pasado con su vida.
En contraste y paralelo con la caída del héroe, la película rescata a los personajes sencillos, sin tanta ambición y “sueño americano”, que ayudan a Kalmen. Como es el caso de Nancy, la ex esposa, de Susan, de la hija casada con un taxista que tiene bien calado a Kalman, o de Jimmy Merino, el dueño de la pequeña cafetería. Ninguno de ellos busca el “sueño americano” y todos viven en armonía con su propio mundo, tienen cierta sensibilidad, rasgos de humanismo. Se nota que el director y guionista, Koppelman, toma partido por ellos.
El mito del muchacho clase media que a golpes de trabajo, voluntad y audacia, hace fortuna prácticamente de la nada porque está en EE UU y allí todo es posible, ha terminado. La riqueza ya no es el premio al esfuerzo. Deben considerarse otras cosas en lugar de enriquecerse. Hay un cambio de metas y de subjetividad. La clase media deberá conformarse con cierta estabilidad económica, casas más austeras, menor consumo, y familias convencionales.
¿Qué tiene en común esta película con el libro de Scalabrini Ortiz, El Hombre que está Solo y Espera? Lo común es que hay en ambos la búsqueda de una nueva subjetividad. Lo común es que la película y el libro surgen tras dos fuertes crisis económicas que limitan el horizonte de las clases medias. Scalabrini publicó su libro en 1931, tras la crisis económica del 30 y el consecuente golpe militar que derrocó a Yrigoyen. La película surge tras la crisis económica financiera de 2008, la burbuja inmobiliaria, las debacles de General Motors, Ford y Chrysler, entre otras.
No hay mucho más en común, pero lo que hay no es poco. La búsqueda de la subjetividad ocurre en épocas de crisis. En el caso de Hollywood, no me queda claro si se trata de una búsqueda o de formar directamente una nueva subjetividad en los sectores medios de la población acorde a las necesidades imperiales.
Scalabrini, en cambio, inicia una búsqueda y encuentra a ese Hombre de Corrientes y Esmeralda, un arquetipo porteño y regional. Se trata de en un hombre sentimental que menosprecia los bienes materiales y se mueve según su intuición. “El porteño no piensa, siente”, dice Scalabrini. Y así deslinda dos campos que considera antagónicos: el nacional y el europeo, representado entonces por el Imperio Inglés. E insufla en su hombre solitario un carácter humanista y de emancipación que lo llevará a luchar contra el capitalismo. Aquí terminan los puntos comunes entre el libro y la película. Empiezan dos historias muy diferentes pero basadas en un mismo drama.