Homenaje a David Viñas
Ni Cultura Populista
Ni tradición Liberal
por Mariane Pécora
Se lo extraña a David Viñas, me dice Carlos Encina del bar Mar Azul, venía todas las mañanas, se sentaba en aquella mesa de la vereda y se ponía a fumar, tengo todavía guardado un atado de sus cigarrillos. En La Paz, los mozos lo recuerdan escudriñando La Nación, tan extremadamente concentrado que se exaltaba ante la más ínfima interrupción. En el restaurante Zum Edelweiss de calle libertad, se transformó en leyenda tras la polémica que entabló con Girondo, allá por los años ‘50. Hace mucho, solía venir con Solita Silveira, y se sentaban en la mesa de la ventana, relata Emilio de La Giralda. Le teníamos mucho cariño y respeto, comenta Raúl, mozo de la parrilla San Remo en la calle Uruguay. Y sí, David Viñas fue tal vez el último exponente de una vanguardia de intelectuales, “curtidos” en las mesas de café, que abrazó un fuerte compromiso con un proyecto nacional y latinoamericano.
Ácido, polémico, incisivo. Siendo muy joven, en 1954, fundó y codirigió la revista literaria Contorno, que cuestionó tanto a la tradición liberal, sostenida desde los sectores conservadores, como al populismo cultural surgido al calor del incipiente peronismo. Alrededor de Contorno se forjó una generación de escritores que impulsaron una literatura nacional con compromiso social. En 1957, obtuvo el Premio Gerchunoff por su novela Un Dios Cotidiano. En 1962, recibió el Premio Nacional de Literatura por la novela Dar la Cara. En 1971 volvió a recibir este premio por su libro Jauría. En 1972 obtuvo el Premio Nacional de Teatro con Lisandro, y un año después Tupac-Amaru conquistó el Premio Nacional de la Crítica. Durante la dictadura militar de los 70, desaparecieron dos de sus hijos, debió exiliarse del país. Dio clases de literatura en California, Berlín y Dinamarca. En 1984 retornó del exilio y se instaló en el barrio donde nació un 28 de julio de 1927, San Nicolás.
Entrevisté a David Viñas un domingo de diciembre de 2005. Nos citamos en el café de La Paz. David Viñas, de impecable blanco, esperaba en su mesa habitual, próxima a la barra. Por entonces todavía se permitía fumar en los lugares públicos y él encendió el tercer cigarrillo de la mañana. Mantuvimos una larga charla, que discurrió por los recuerdos de lugares de su infancia en el barrio -él había nacido en calle Talcahuano, entre Corrientes y Lavalle-, por la primera aproximación a Roberto Arlt, cuando su padre se lo presentó en el diario El Mundo, y por aquella batalla de ideas que entabló desde la literatura y siguió dando hasta los últimos días de su vida.
La entrevista fue publicada en Periódico VAS Nº 6, bajo el título Ni Cultura Populista, Ni Tradición Liberal. De aquella larga charla extraje algunos conceptos que no han perdido actualidad, y que (considero) rinden homenaje a este magnífico personaje de espesos bigotes blancos, vozarrón agudo y andar cansino, que tanto extraña hoy Buenos Aires.
P.VAS: Se puede decir que alrededor de la revista Contorno se formó una vanguardia intelectual ¿Qué proponían concretamente?
David Viñas: Lo que nosotros claramente planteábamos era una polémica a dos puntas: al “populismo cultural”, postulado por el peronismo oficial a través del entonces ministro de Educación y Cultura Ivanisevich; y por otro lado, hacíamos un cuestionamiento al diario La Nación, es decir, a la tradición liberal. Considerábamos que estas eran dos distintas inflexiones de un proyecto cultural siniestro.
P.VAS: ¿A qué se refiere concretamente con estos conceptos?
David Viñas: La cultura de fachada se refleja en el discurso de diarios como La Nación, que conforma una especie de ideología de clase. Antes, haciendo un parangón con la cultura europeizante exportada Francia, a través de barrio Norte. Ahora, con esta reducción al absurdo de Manhattan, que es Puerto Madero. Un ejemplo, con personajes como Alan Faena, de lo que es el modelo divulgado y sostenido por el diario La Nación.
Y al peronismo le cuestionábamos la cultura de contrafrente, concretamente: todas características de cortesanía, que se manejaban alrededor del poder. Recuerdo cuando, por una circunstancia fortuita, le tomé el voto a Eva Perón en 1951. Ahí pude observar como aparecían dos niveles en torno al policlínico donde estaba internada Eva. Adentro era un mundo totalmente cortesano; y afuera, bajo la lluvia, había mujeres populares arrodilladas tratando de tocar la urna donde iba el voto de Eva. Es decir, que ya entonces, era muy visible la distancia y la diferencia que había entre un peronismo oficial, burocrático, y el campo popular. Evidentemente, eran incompatibles. Nosotros por la cosa popular y hasta por el populismo teníamos cierta simpatía. Lo que cuestionábamos era el mundo “oficial” del peronismo clásico del ´45 hasta el ´55. Y lo sigo cuestionando. Personalmente, no tolero ese tipo de casta que se enriquece a costa de los sectores populares.
P.VAS:Fuera de ese esquema, ¿dónde reside el compromiso del intelectual con la realidad social?
David Viñas: Esta idea se divulgó a partir de la lectura de Sartre. Por una serie de razones que se pueden analizar minuciosamente a través de los postulados que enunciaba y que se habían difundido, con diversas inflexiones y entonaciones: ¿Qué era escribir? ¿Para quién se estaba escribiendo? ¿Por qué se escribía?
En realidad, se analizaba con precisión y lucidez qué implicaba la literatura frente al estilo liberal tradicional modelado por La Nación, y frente a la figura del escritor populista que en ese momento buscaba ser insignia del peronismo oficial.
El compromiso con la realidad social significaba buscar otra alternativa. Se polemizaba duramente, se aludía al compromiso de quienes tenían el privilegio de escribir, ¡porque escribir es un privilegio! Se buscaba una propuesta ética del escritor.
P.VAS: ¿Existe ese compromiso del intelectual con la realidad social, actualmente?
David Viñas: En la actualidad el trabajo intelectual está fragmentado, separado. Jauretche decía algo certero: “Los intelectuales en la Argentina suben al caballo por la izquierda y se bajan por la derecha.” Hoy en día, el pensamiento crítico no se difunde porque todas las cadenas editoriales han sido fagocitadas. El gran capital financiero ha comprado la industria editorial, y ha transformado la literatura en una cosa homogénea.
La solución es precaria, pero existe. Hay gente que trabaja en solitario o en pequeños grupos. La idea es catalizar a esas personas y construir una alternativa distinta.
P.VAS:Acerca del compromiso ético, usted rechazó la Beca Guggenheim en 1991. Esto convulsionó al mundo intelectual…
David Viñas: Al principio la acepté, me había propuesto Ricardo Piglia. Pero luego, aconsejado por James Petras, preferí renunciar.
Lógicamente, hubo un tironeo, ¡eran 25.000 dólares!… que para pagar deudas ni te cuento… Esa beca es una forma de cooptar a los intelectuales, no es que te pones al pie, pero te van cooptando. Renuncié. No era un problema de personalismo, como se dijo en su momento, sino un gesto político. Lo hice en homenaje a mis hijos: Lorenzo Ismael y María Adelaida, que están desaparecidos.