Acerca de la minería, la soja, y los modelos extractivos
Por Ricardo Guaglianone*
Son decenas los pueblos que convocan a miles de ciudadanos de extracción social y posición económica diversa para defender el ambiente natural, y fundamentalmente los cursos de agua potable ante el avance devastador de la minería a cielo abierto y la expansión incontrolable de la frontera agropecuaria que arrasa con bosques nativos y poblaciones de pueblos originarios y campesinos, para impulsar la siembra del monocultivo de la soja.
Existen muchísimas asambleas ambientales en la mayoría de las provincias argentinas que se oponen a estos modelos irracionales. El más mediático de los casos recientes es la lucha del pueblo de Famatina (La Rioja) que interrumpe desde el 1º de enero los transportes mineros a los cerros cercanos al pueblo, rechazando el convenio firmado por el gobernador Beder Herrera con una transnacional del sector que está en la etapa de comenzar a dinamitar esos cerros para luego, utilizando cianuro y miles de litros de agua, extraer el oro del lugar.
Por el otro lado, los llamados “pueblos fumigados”, son poblaciones cercanas a los campos sembrados con soja que son contaminados con glifosato, un poderoso desfoliante prohibido en casi todos los países del mundo por su alto grado de toxicidad. Estos pueblos, con la consigna “Paren de Fumigar” y el triste registro de centenares de casos de afectados por este veneno, no paran de reclamar por un futuro mejor.
Hay que recordar que hubo varios muertos entre lugareños que se resisten a abandonar sus tierras presionados por los sojeros, y que se está desarrollando una política represiva para acallar a las asambleas socioambientales que se han organizado en cada provincia, y que apoyan ahora a Famatina
Si se agudizan estos conflictos, los hechos pueden salpicar al gobierno nacional que apaña una política extractiva devastadora y que llamativamente, no emitió ninguna declaración al respecto, tanto por el armado de listas “negras” por parte de la empresa canadiense Osisko Mining Corporation que opera en La Rioja, como por los recientes asesinatos de vecinos y militantes que se oponían a la destrucción irracional del medio ambiente, con la consigna “el agua vale más que el oro”.
Ni el cianuro ni el glifosato son sustancias nocivas para los señores gobernadores. Antes que las poblaciones y sus deseos están los grandes negocios. Son patéticas las publicidades que instan a la ciudadanía a cuidar el agua como un bien escaso, evitando el derroche, el goteo, bañándose poco y limpiando las veredas o coches con agua de lluvia. En La Rioja, San Juan y Catamarca las mineras a cielo abierto consumen millones de litros de agua y los efectos del cianuro que se utiliza en el proceso de la extracción del oro, contaminan los cursos de agua naturales de esas localidades.
El gobierno nacional debería pronunciarse sobre estos acontecimientos que no aparecen como noticias importantes en los medios oficialistas. Ningún ministro ha dicho media palabra acerca de los justos reclamos de centenares de miles de ciudadanos que hacen oír, cada vez con mayor claridad, su voz en defensa del agua, del medio natural y de su propia salud.
*Editor del Periódico Barrial El Adán de Buenos Aires