Alfredo Moffatt: Solos y Amontonados

entrevista:  Mariane Pécora

Discípulo directo de Enrique Pichón Riviere, autor de Estrategias para Sobrevivir en Buenos Aires (1967), Psicoterapia del Oprimido (1974), usado en numerosas universidades latinoamericanas, Terapia de Crisis (1982) y En Caso de Angustia Rompa la Tapa (2004). Es creador de experiencias terapéuticas alternativas, entre ellas: La Peña Carlos Gardel en el Hospital Borda, el grupo Cooperanza, que derivó luego en Radio La Colifata y los espacios de atención terapéutica gratuita llamados: Bancadero, Bancapibes y Bancavida, este último creado para darle contención psicológica a las víctimas de Cromañón. Desde hace seis años puso en marcha Las Oyitas, un sistema autogestivo alternativo en La Matanza organizado con las madres de una villa que da de comer a más de 500 niños. Y desde hace 18 años coordina y dirige la Escuela de Psicología Social en el barrio de Balvanera, donde hicimos esta entrevista.
Cierta familiaridad sorprende cuando uno entra a la casona de avenida Rivadavia donde funciona la Escuela y el espacio Bancavida. Dos perros se adelantan y bajan la escalera ladrando, Alfredo Moffatt abre la puerta de hierro y nos da la bienvenida. Hace frío esa mañana, pero un sol cálido se filtra por la ventana del estudio, consultorio, oficina y dormitorio donde Alfredo Moffatt organiza su existencia, da vida a sus proyectos y atiende con diligencia y afecto a la gente que viene a consultarlo o a pedirle un favor.

P.VAS: ¿Cómo ve Ud. la salud mental de la sociedad argentina?

A. Moffatt. Mal. Muy mal. Cada vez peor. La salud mental de una sociedad depende de una estructura vincular, comunitaria, familiar, vecinal, que sostiene a la subjetividad de cada uno de nosotros. Creo que en nuestra sociedad se han roto muchos vínculos. Entonces nos encontramos solos y amontonados, que es peor que estar solo y con un poco de distancia. Sentimos que el Otro está demasiado cerca, entonces irrita. Y está más cerca de lo que tiene que estar, porque es un desconocido.

P.VAS: ¿Cómo incide ese Otro en nuestra subjetividad?

A. Moffatt. La subjetividad es muy lábil. Cuando Sartre plantea: «La mirada del otro me define». Nos está diciendo que si yo no soy mirado por el Otro no sé quien soy, el Otro me define. Traducido al criollo: si perdemos los vínculos sociales la salud mental se deteriora mucho. Esta pérdida no siempre se manifiesta a través de locura, sino también a través de la violencia o la depresión.

P.VAS: ¿Cómo se desarrolla esa estructura vincular?

A. Moffatt. La conciencia se paraliza si no está en diálogo con el Otro. Porque la conciencia existe a través del lenguaje. Es el diálogo que mantenemos con el Otro, lo que nos sostiene y nos cuida de la locura. El tiempo es el conflicto con el Otro. Si es un conflicto creativo es algo muy bueno, porque -por ejemplo- permite la construcción de una sociedad. Pero repito, es el lenguaje lo que sostiene los vínculos: yo existo porque hablo y si hablo aparece una historia, y esa historia soy yo. Y esa historia la hago con el Otro. El Yo está arrojado a la sorpresa de lo que le va suceder. Pero lo que le va a suceder depende de una historia con Otro, que se sostiene porque el lenguaje construye historicidad, y la historicidad es identidad. Somos una historia que quiere proyectarse, continuarse, pero para eso necesitamos el diálogo con un Otro Real.

P.VAS: ¿El diálogo con un Otro Real?

A. Moffatt. El vínculo con el Otro Real (sujeto) sostiene al hombre en el juego de la contradicción y en el devenir de una historia con otros. En este momento nuestra cultura sustituye al Otro Real por el Otro Virtual. El vínculo se establece no con una persona sino con el televisor. Ese Otro Virtual nos ofrece violencia, consumo frustrante y es mejor que nada; pero te deja solo, porque no te contesta. Actúa como un psicópata que te induce a hacer cosas. Se ha instalado a nivel social el mundo virtual que no se distingue mucho del delirio psicótico. ¡Desde hace mucho tiempo los locos chatean con los marcianos sin necesidad de ningún aparato!
Hasta hace poco, la familia -por ejemplo- era un grupo operativo muy grande que contenía al sujeto. Ahora se pasó de esa familia tradicional a la familia nuclear: papá, mamá y dos nenes. Pero papá quedó desocupado y dejó de ser proveedor, entonces no existe, se fue del hogar. Mamá tiene que ir a trabajar y los chicos quedan solos. Pero no quedan solos, se quedan con el tío psicópata: que es el televisor.
Por eso te digo, como sociedad cada vez estamos más solos y amontonados. No conocemos al que tenemos al lado. Lo percibimos como una cosa. Y si el Otro no es un sujeto sino un objeto, con un objeto uno puede hacer lo que quiera. El caso extremo es el de esos pibes que mataron hace poco a una nena de dos años.

P.VAS: ¿Qué nos pasó como sociedad?

A. Moffatt. ¿Cómo llegamos a esto desde aquella sociedad criolla que era solidaria, donde existía «la gauchada»? ¿Cuánto hace que vos no pedís una gauchada? Ahora no existe más la gauchada, existe el sponsor (risas) … Creo que el Proceso Militar nos quitó la calle y no la recuperamos más. Las consecuencias del Proceso Militar fueron mucho más allá de los 30.000 desaparecidos, porque después de los asesinos vinieron los ladrones. Había que matar mucha gente y atemorizar al resto para poder vender el país… Perdimos la cultura criolla y compramos carísimo la cultura norteamericana de consumo individualista. Como no tenemos identidad tampoco nos pudimos resistir demasiado a la venta del país. Hicimos una guerra para recuperar las Malvinas y regalamos una cuenca petrolífera patagónica a la British Petroleum a través de la concesión de explotación de Cerro Dragón…
Lo cierto es que quedamos muy solos. Ya no existe prácticamente el barrio, porque el vecino puede ser peligroso. La policía te dice: «si usted se va de vacaciones no avise a sus vecinos», ¡cada vecino cree que el otro le va a afanar! No se puede ver sino a través del sistema. La clase media sigue negando la pobreza extrema. El chico de la calle es invisible, no existe. Y peor, niega que existe y niega que niega. Entonces el Otro desaparece.

P.VAS: ¿Y por qué lo niega?

A. Moffatt. A la clase media le da miedo aceptar la pobreza por varias razones: porque puede caer en cualquier momento en ese lugar –es el futuro probable de la clase media en este sistema–, porque de alguna manera se siente responsable de esa miseria, o porque teme que ese marginal le robe… Es decir, la clase media experimenta una mezcla de miedo y culpa. Esto es parte del carácter depresivo que tenemos los argentinos. Somos «melancoloides». Ahí, puede estar una razón de la destrucción de nuestra sociedad: en el comportamiento autoagresivo de los depresivos. Tenemos una tendencia muy fuerte a marginar todo aquello que nos molesta, y a exterminar todo aquello marginamos.

P.VAS: ¿Hay motivos en nuestra historia que explican estos comportamientos?

A. Moffatt. Creo que somos todavía un país muy joven y tenemos que buscar nuestras raíces en una identidad que hay que fabricar. El 25 de mayo de 1810 una clase social declaró una independencia relativa, porque la independencia económica nunca se alcanzó: pasamos de los patrones españoles a los ingleses y de los ingleses a los norteamericanos.
Nuestro sentido de pertenencia tal vez esté en el gaucho, o el compadrito. Tendríamos que recuperar la cultura criolla, para lo cual habría que reivindicar desde Rosas hasta los caudillos del Interior. El Martín Fierro es un texto muy interesante, con denuncias y con un personaje con fuertes valores y principios. El tango es el testimonio de esa inmigración que fracasó, porque venían a «hacer la América» y quedaron marginados en los conventillos. Solos, lamentando la pérdida de la mina. Y quedó un pueblo melancólico compuesto de inmigrantes y usurpadores. Los inmigrantes -pobres- no se integraron al país, quedaron mirando el puerto. Y los usurpadores desterraron al indio, no lo integraron. Perón fue el único que lo integró. Le dio existencia política a un sector que hasta el partido socialista y el comunista en la argentino desconocían. La clase media socialista se asustó mucho el 17 de octubre de 1945, con decirte que la vanguardia socialista escribía en sus periódicos: «hordas de analfabetos alcoholizados han invadido nuestra ciudad». Esa es la izquierda que todavía sigue en nuestro país: revolucionarios que nunca miraron a un pobre…