¡Amarcord Salvador!
¡Amarcord Salvador!
En su homenaje, reproducimos la entrevista que le realizó Mariane Pécora en Periódico Vas en el año 2005
PASION POR EL CINE
entrevista: Mariane Pécora
Se dice que en el Cine Club Núcleo se formaron muchos de los más importantes realizadores y críticos cinematográficos de nuestro país. Hace cincuenta y dos años que Salvador Samaritano, uno de sus fundadores, mantiene viva esta pasión por el cine. Su actividad no se ha limitado únicamente a exhibir films a los asociados, sino que la ha proyectado hacia la comunidad a través de funciones en universidades, clubes de barrio, auspicios de semanas de cine, apoyo a cineclubes del interior, y hasta funciones en plazas y villas de emergencia.
La promoción del cine independiente, de las nuevas tendencias mundiales y del cine de contenido social, le permitió entablar amistad con directores de la talla de Federico Fellini y con actores de la calidad de Vittorio Gasman, Marcello Mastroiani y Nino Manfreddi.
La Cinemateca Argentina, el Fondo Nacional de las Artes, la Fundación Konex y Argentores han sido algunos de los muchos organismos de nivel nacional e internacional que siguen homenajeando a Salvador Samaritano por su trayectoria y dedicación al cine.
P.Vas.: El Cine Club Núcleo está cumpliendo 52 temporadas interrumpidas, cuéntenos cómo empezaron…
S. Sanmaritano.: Éramos un grupo de melómanos de Colegiales, que nos iniciamos viendo películas en el cine del barrio. Un día, allá por 1953, se nos ocurrió hacer una proyección de cine por nuestra cuenta. Para convocar a los espectadores, hicimos un volante en el que escribimos: “un núcleo de jóvenes admiradores del cine…” Recuerdo que la tipografía de “núcleo” era más grande; como hasta entonces no teníamos ningún nombre, comenzamos a denominarnos Agrupación Cultural Núcleo.
P.Vas.: ¿Cómo y dónde se hacían aquellas primeras proyecciones?
S. Sanmaritano.: Al principio teníamos un proyector mudo Kodak Cop, y hacíamos las proyecciones en casas particulares; alquilábamos o comprábamos películas mudas de 16mm. Luego conseguimos un proyector sonoro y empezamos a buscar distintos lugares donde dar funciones. Casi siempre circulamos por este barrio. (Se refiere al barrio San Nicolás). Estuvimos en el auditorio Biravent en Diagonal Norte, dimos algunas funciones en el Teatro del Pueblo, en el Teatro de los Independientes (Pairó), en la sala del cine Dilecto en la calle Córdoba. Allí conseguimos una copia de El diario de un cura rural, de Bresson, sin subtítulos en castellano y se exhibió un miércoles en trasnoche con un lleno total, con gente sentada en los pasillos. También estuvimos en el Premier de la Av. Corrientes, en el IFT cerca de Abasto, en el Teatro de la Comedia de la calle Rodríguez Peña. Pasamos por varios cines que ahora son cadenas de comercios multinacionales, hoteles… Después de muchas travesías, y gracias a Bernardo Bergeret, conseguimos el cine Gaumont, que es el mejor de todos, y aquí nos quedamos.
P.Vas.: ¿Por qué tantas salas, Salvador?
S. S.: Siempre teníamos problemas para conseguir salas. Un día, caminando por el “barrio del cine”, me encuentro con un viejito que repartía afiches de películas. Este hombre me pregunta cuándo íbamos a empezar con el cineclub. Le explico que no podíamos empezar porque no teníamos sala. ¡Entonces me dice que me va a conseguir una! La verdad, no le creí… seguí buscando. A los dos días me llama una mujer a la editorial Abril, donde yo trabajaba: era la hermana Amalia. Resultó que esa monjita era conocida del señor que repartía afiches y nos ofreció la sala del Teatro de la Comedia. En esa sala estuvimos bastante tiempo. Las monjas eran maravillosas, sobre todo la hermana Amalia. Una vez estábamos pasando una película bastante comprometida y le digo socarronamente a la hermana Amalia, que podríamos tener problemas con la policía. Ella me responde: “no te hagas problema, la sala tiene puertitas en las paredes que dan a un pasadizo secreto; podremos escapar antes de que entre la policía.”
P.Vas.: En la década del ’60 se editó Tiempo de Cine, la revista del Cine Club Núcleo. ¿Qué nos puede comentar de aquella experiencia?
S. S.: Entre 1960 y 1968 editamos, con Víctor Iturralde, José Agustín Mahieu y Héctor Vena, Tiempo de Cine. Ahí señalábamos la decadencia del cine oficial y comercial, cuestionando su anquilosamiento y superficialidad. Nos hicimos eco del reclamo de un cambio generacional en materia cinematográfica. Planteamos la necesidad de una modernización del hecho cinematográfico poniendo la mirada en los jóvenes realizadores independientes como Simón Feldman, Rodolfo Kuhn, Ernesto Dawi, David Kohon, y Lautaro Murúa. También hacímos un profundo análisis del nuevo cine europeo, principalmente de la nouvelle vague francesa y el neorrealismo italiano. Tiempo de Cine tuvo una vida bastante fructífera. A mí me enorgulleció cuando Guido Aristarco, uno de los críticos más severos y ortodoxos del cine, escribió que era la mejor revista de cine de habla castellana.
P.Vas.: Otro tema que caracterizó a Tiempo de Cine fue la discusión de la política cinematográfica del gobierno militar de los sesenta…
S. S.: En esa época el gobierno había impuesto la censura. Nosotros no sólo nos oponíamos a la censura, también cuestionábamos el desempeño del Instituto Nacional de Cinematografía. Por ejemplo, denunciamos la sistemática relegación que se hacía a los nuevos directores. Tiempo de Cine se constituyó en un órgano de presión y de repudio a las constantes violaciones de la libertad de expresión que decretó la censura de esos años.
P.Vas: También condujo un programa televisivo…
S.S: Tuve un programa de televisión que se llamaba Cineclub. Lo emitíamos por Canal 7 y tenía mucha audiencia. Pasábamos muy buen cine. Pero un día las autoridades del canal determinaron que había que levantarlo y así lo hicieron. Lo cierto es que yo no cobraba por hacer el programa y conseguía las películas gratis… eso para el canal no era negocio.
P.Vas: ¿Qué pasó en Núcleo durante aquel largo período de los ‘70 en que se censuraban o cortaban las películas antes de ser exhibidas?
S. S: Nosotros en el Cine Club Núcleo, siempre pasamos los films sin cortes. Claro que todas las funciones eran prohibidas para menores de 18 años. En los ’70, el censor máximo era un colega periodista, el célebre “Tato”. Hay una anécdota que lo pinta de cuerpo entero: lo encuentro a Tato por la calle y le digo que deje de prohibir películas; entonces él me responde: “¿vos estás loco?, cuantas más películas censuro más contentos se ponen los curas y los milicos; y yo trabajo para ellos.”
P.Vas: ¿Cuáles son las cinco películas que le dejaron una marca personal?
S. Sanmaritano: Es muy difícil, uno ha visto tantas… Pero puedo mencionar El Acorazado Potemkim de Serguéi Eisenstein (1925); Intolerancia de Griffith (1916); Alejandro Nevski de Serguéi Eisenstein (1938); Ladrón de Bicicletas de Vittorio de Sica (1948) y La Flauta Mágica de Ingmar Bergman (1974) … Hay tantas películas, que uno siempre tiene el temor de olvidar alguna. También se pueden rescatar realizaciones argentinas como la Guerra Gaucha, de Lucas Demare.