Analía Kalinec: «Llevaré su nombre»
por Ariadna Dacil Lanza
Analía Kalinec, referente de Historias Desobedientes, agrupación de parientes de militares y miembros de fuerzas de fuerzas de seguridad responsables de crímenes de lesa humanidad, publicó el libro «Llevaré su nombre» donde relata su historia como «hija desobediente de un genocida» y cuenta que decidió, frente al silencio familiar, «tomar la palabra en primera persona».
Kalinec dijo que allí relata especialmente a sus hijos la historia de su abuelo «que está preso y cometió delitos de lesa humanidad» durante la última dictadura cívico-militar. Hija de Emilio Kalinec, un comisario conocido como «Dr. K», responsable de secuestros, torturas, asesinatos y otros crímenes durante la última dictadura militar, habla también sobre su decisión de mantener el apellido paterno, de la demanda que su progenitor le interpuso y de la imposibilidad de los hijos de represores de testimoniar en los juicios contra sus padres.
Además de tu militancia, decidiste publicar un libro, ¿por qué elegiste este formato de «toma de la palabra» para contar tu historia?
Tiene que ver con la tramitación de la historia a través de la palabra, una palabra que fue silenciada, negada, tergiversada. Aparece muy tempranamente esta necesidad, y esto también lo relato en el libro, de poner palabras, incluso de manera inconsciente, antes de que yo sepa la condición de genocida de mi papá. La palabra también me atraviesa en los caminos que fui recorriendo; soy maestra, estudié psicología, y ahora que estoy haciendo Derecho es algo que me fue definiendo en quién soy yo ahora.
Frente al silencio, la toma de la palabra…
Es un tomar la palabra en primera persona, porque empiezan a aparecer otras personas que buscan reflexionar sobre lo que pasa pero más allá de lo que otros digan se trata de poder tener yo mi propia versión, mi elaboración y mis propias reflexiones. Surge como una forma de subsanar esa falta propia de registro que tenía y de una necesidad de registrar mi historia para después contársela a mis hijos. El libro nace casi sin saberlo, como una necesidad de querer transmitirle a mis hijos su historia y contarles desde mi versión qué hizo que de repente se quedaron sin abuelos, sin familia. ¿Cómo explico yo esto? «Cómo contar este cuento» es uno de los títulos de uno de los capítulos. Cómo explico yo a mis hijos que el abuelo está preso, que cometió un crimen de lesa humanidad, cómo podré explicar lo que es de alguna manera inexplicable. Ahí aparece el libro.
Entonces en este caso no hay background o una teoría que explique y reemplace a lo que era más bien una búsqueda personal, una necesidad de repensar tu historia…
Cuando empiezo a asumir la condición de genocida de mi papá, empiezo desesperadamente a ver qué pasó en otras situaciones parecidas y no había mucho material. Me acuerdo que leo el libro de Baltasar Garzón y Vicente Romero «El alma de los verdugos», donde hay un capítulo dedicado a cómo es vivir en el hogar de un criminal y cuenta el caso de una chica que se cambia el apellido. Entonces digo bueno, a otros también les pasó. Hay otro libro que se llama «Tú llevas mi nombre» (de Norbert Lebert y Stephan Lebert) que es lo que después voy a resignificar para darle título al mío, que trata sobre la insoportable herencia de los hijos de jerarcas nazis. También me sirvió mucho el de Analía Argento «De vuelta a casa: historias de hijos y nietos restituidos» porque ahí, salvando las distancias de que son chicos y chicas apropiados, no son hijos biológicos, pero aparece como un vínculo primario muy fuerte en esta función paterna, función materna, que cumplen los apropiadores y con la que ellos tienen que hacer algo, donde no todos rompen. Cada uno necesita un tiempo de elaboración de su historia. Poder salir a contar esto inaugura un nuevo campo de espacio y de reflexión en relación a las consecuencias que los crímenes de lesa humanidad. El libro está contando en el momento que está pasando, yo escribía sin saber la condición de genocida de mi papá.
Menciona el título el hecho de llevar el apellido de tu padre ¿por qué tomaste esa decisión?
Lo he trabajado con compañeras que eligen el cambio, porque una de las variables es el estigma que genera en otros el apellido y todos los condicionamientos que han tenido por ser portadores de apellidos emblemáticos vinculados al horror, que no es mi caso. También el vínculo de afecto que yo tuve con mi padre en una primera infancia es distinto a la mejora del que tuvieron otras chicas que se han cambiado el apellido. Termino asumiendo que por más que me cambie el apellido, me sigo considerando su hija y también es un lugar donde elijo pararme, socialmente y políticamente, de decir «yo soy tu hija» incluso cuando él mismo me está sugiriendo que me cambie el apellido en un juicio. Entonces digo te tenés que bancar que tu propia hija te mire a la cara y te repudie los crímenes que cometiste y que reclame que cuentes lo que sabes y digas qué pasó con desaparecidos y bebés nacidos en cautiverio. Es toda la sociedad, incluida tu propia hija, que también está reclamando. Hay todo un recorrido y un posicionamiento subjetivo que asumo en relación a decir en tal caso el que deshonró la familia es él, yo no voy a renunciar a mi historia sino que me la cargo a la espalda y se la trato de transmitir a mis hijos para hacer algo distinto.
Por un lado son vistos en las propias familias como los «malos hijos» y por otro hay un rol asignado al colectivo que genera expectativa social. ¿Crees que además socialmente aún los observan con desconfianza?
Sí, primero que el imaginario social nos ubicaba directamente dentro de ese campo de pensamiento y de ese marco ideológico por ser los hijos. Y esto se remonta a algo mucho más grande. Digamos que viene con una lógica patriarcal y muy ancestral de lealtades familiares que están muy instaladas. Hay otro capítulo del libro que se llama «La sagrada familia», conceptualmente porque es una premisa social, cultural, legal.
Decías que no había tanta literatura y otro aspecto es a nivel jurídico, y por eso piden un cambio en el Código Procesal Penal
Sí, se les prohíbe a los hijos que puedan declarar o testificar en contra de sus padres, salvo que el delito se haya cometido contra el propio hijo o familiar de igual grado. Una de las primeras acciones que hacemos es pedir que se nos permita declarar el juicio a nuestros padres. Es fuerte el mandato de que tenés que ser leal y fiel a tus padres. Nuestro posicionamiento es cuestionado si desobedecemos el mandato familiar y también si no nos rebelamos contra ese mandato. Es un lugar realmente incómodo donde el movimiento de derechos humanos que tenemos en Argentina y feminista dan ahora una plataforma para que esto se pueda entrar a discutir. Tiene que ver con superar esos mandatos y esas lógicas muy arraigadas. Se nos ubica en un lugar incómodo, de desconfianza a priori por pertenecer a ese círculo social y por tener la condición de ser hijos biológicos.
¿Cómo surge esta demanda?
Nos encontramos con algunos casos como el de Pablo Verna que se encuentra con que quería ir a testificar lo que escuchó al interior de su casa, de boca de su propio padre, como fuente de prueba incluso y donde la justicia le dice «vos sos el hijo, tenés que respetar a tu papá y te tenés que callar la boca», dicho a groso modo. Entonces, en ese debate, también súper actual en torno a las lógicas y los mandatos familiares, nos posicionamos y decimos como que también somos afectados por estos crímenes de lesa humanidad y queremos hacer nuestro aporte y en caso de tener que declarar, queremos que se nos permita. Es tan dañino obligar a declarar a un hijo que no quiere, como negárselo cuando lo quiere hacer. Estamos convencidos de que todo lo que podamos aportar en relación a la reconstrucción de los hechos y de la memoria colectiva, lo ponemos al servicio de los juicios y de la sociedad en general.
Tienen alguna demanda particular para el Estado, más allá del proyecto de ley de reforma del Código Procesal Penal
Tenemos varios trabajos así que primero estamos queriendo institucionalizarnos. Hay muchos familiares de genocidas que se acercan queriendo saber sobre sus familiares que han fallecido impunes y necesitan reconstruir esa parte de la historia, como parte de la historia personal. Hay mucho trabajo que sabemos que está para desarrollar y es inexplorado. Después tenemos otro tipo de reclamos por el tema de los juicios para que nos otorguen beneficios en la ejecución de las penas.
¿Tu padre conoce la publicación de este libro? ¿tuviste algún tipo de comentario?
Por ahora no, o sea, yo sé que no les va a gustar porque ellos prefieren meter todo bajo la alfombra, que esto no se sepa. Incluso la demanda que mi padre redacta está incorporada al libro porque me parece que también tiene un valor de testimonio muy gráfico sobre cómo piensan estas personas actualmente. Igual hoy estoy distanciada, no tengo trato. No descarto que puedan llegar a iniciar incluso acciones legales o cualquier otra cosa en virtud del enojo que tienen por este libro.