Barrios Históricos Vivos

Vecinas y vecinos se organizan en defensa del patrimonio ciudadano y la calidad de vida

Juntos seguimos transformando la Ciudad, rezaba hace un año el cartel que anunciaba la demolición total del edificio que albergaba a la Escuela Taller del Casco Histórico. Ahora, ese terreno yermo situado en la esquina de Av. Brasil y Paseo Colón, será convertido en los 40 metros de asfalto que se necesitaban para allanar el paso del llamado metrobús del Bajo, es decir, el camino al progreso. Un sendero sembrado de piquetas. Este año, la transformación ‘modo piqueta’ se trasladó a los barrios más antiguos de la Ciudad: Montserrat y San Telmo.

por Mariane Pécora

La consigna Poner en valor, al igual que el eslogan La transformación no para, se han convertido en expresiones temibles para los vecinos y las vecinas de San Telmo y Montserrat. Cada vez que las escuchan de boca del Jefe de Gobierno porteño, algo se les remueve en su interior ¿Qué es poner en valor? ¿Qué cosas son susceptibles de poner en valor? ¿Es el valor sinónimo de mejoramiento de calidad de vida o de monetarización?

En 2021, cuando la pandemia paralizó nuestra existencia, el Ejecutivo porteño ponía en marcha al Plan de desarrollo urbano, iniciativa que tiene como finalidad “incentivar la inversión pública y privada en lugares estratégicos como la zona sur de la Ciudad, el Micro y Macrocentro y grandes parcelas como Punta Carrasco, Costa Salguero y la ex Ciudad Deportiva de Boca Juniors”. El proyecto contempla 100 convenios urbanísticos. Con el aval del poder legislativo, el Ejecutivo porteño suscribió 16 de estas iniciativas con un grupo de inversionistas inmobiliarios, tras lo cual, a manera de moneda de cambio, se conformó el denominado Fondo de Desarrollo Urbano Sostenible, destinado a financiar la renovación del Microcentro y del Casco Histórico, acuerdo que habilitó una serie de modificaciones al Código Urbanístico, entre las que destaca el enrase, es decir la nivelación edilicia en altura en la zona de mayor valor patrimonial de la Ciudad.

Sin haber realizado ningún tipo de evaluación del impacto ambiental, ni dar curso a la participación ciudadana, pero contando con el aval de la Unidad Ejecutora del Casco Histórico, el 28 de abril Horacio Rodríguez Larreta anunció la renovación del polígono comprendido por Av. Juan de Garay, Av. de Mayo, Av. Paseo Colón y Tacuarí. Nada menos que 67 mil m 2, es decir 72 cuadras que, a criterio del titular del Ejecutivo porteño, “mejorará la calidad de vida de los más de 28 mil vecinos que viven en el área y la experiencia de quienes la visitan todos los días”.

Lejos de mejorar la calidad de vida de los vecinos y las vecinas de estos barrios, el llamado Plan de desarrollo urbano sostenible estipula: “Las propuestas de intervención deberán estar en línea con un espacio público que potencie usos gastronómicos, culturales y turísticos, revalorizando el patrimonio y favoreciendo la caminabilidad (sic); y un desarrollo cultural y turístico que promocione economías locales y creativas”. En síntesis, la puesta en valor consiste en nivelar calzada y aceras de las calles Bolívar, Perú y Chacabuco con adoquinado granítico, colocar luminarias decorativas e instalar bolardos modelo bala, a los fines de estimular la oferta gastronómica de la zona. También se prevé que las líneas de transporte urbano que transitan esas arterías desvíen su recorrido hacia el denominado metrobús del Bajo, o bien al metrobús 9 de Julio.

“Larreta se mandó esta obra de prepo, sin consultar a los vecinos y las vecinas del barrio. La gente está indignadísima con este atropello, se siente impotente, pero lo habla, se organiza y no se rinde”, relata a Periódico VAS, Mariel  vecina de San Telmo que, junto al abogado Jonatan Baldivieso, la ingeniera María Eva Koustuvitis, integrantes del Observatorio por el Derecho a la Ciudad y medio centenar de vecinos y vecinas, impulsaron  Barrios Históricos Vivos, colectivo que se autoconvocó para poner freno al avasallamiento sobre la principal área de protección histórica y patrimonial de la Ciudad. En menos de una semana, un centenar de personas que habitan los barrios de Montserrat y San Telmo iniciaron una campaña para presentar un amparo colectivo ante la justicia, mientras que el jueves 23 de junio, a las 17, realizarán un acto público en la esquina de Independencia y Bolívar.

“Este colectivo se formó de manera espontánea -relata Mariel-, de boca en boca. Una vecina le comenta a otra y ésta a otra y esa otra lo cuenta en su edificio… Y de repente, un montón de gente, tras recuperarse del shock y la parálisis que provocó la pandemia, se encontró con un cráter en su propia calle, como si hubiese estallado una bomba: piedras desparramadas por todas partes y las aceras tapiadas de esos carteles amarillos con la leyenda: La transformación no para”.

Nadie sabía qué estaba pasando -continua diciendo Mariel-. Quiénes vivimos en el barrio no entendíamos nada. Comenzamos a preguntar: ¿Qué pasó acá? Cuando nos enteramos que pretendían cambiar la fisonomía de nuestros barrios decidimos armar este colectivo, con mucho esfuerzo, por cierto, porque todes tenemos dos o tres trabajos para sobrevivir, pero decidimos organizarnos porque no queremos que destruyan la identidad del lugar que elegimos para vivir”.

Barrios Históricos Vivos, es la denominación que se dio este colectivo en homenaje al arquitecto José María Peña, fundador del Museo Histórico de la Ciudad, pues él definía que un barrio sin habitantes era un barrio muerto.

¿Cómo y cuándo muere un barrio? “Esta iniciativa hace que los barrios se conviertan en lugares deshabitados, sin vida y sin idiosincrasia. Donde el valor de los alquileres se hace insostenible para la clase media. De manera que ésta se va extinguiendo o migrando para dar paso a los hoteles o viviendas de renta temporaria. Lo único que se produce es gentrificación, es decir, la expulsión de los vecinos, de las vecinas y de los pequeños comercios del barrio”, sintetiza un informe elaborado por el Observatorio por el Derecho a la Ciudad

“Estamos hablando de los dos barrios más antiguos de Buenos Aires, como lo son Montserrat y San Telmo, situados frente al más nuevo: Puerto Madero y sus torres. Lo que se pretende hacer con esta obra es extender el negocio inmobiliario a esta zona de la Ciudad. No queremos barrios VIP, queremos que nuestros barrios conserven su patrimonio, su historia y sobre todo su identidad”, afirma Mariel.

La nivelación de las veredas de esta zona, declarada área de protección patrimonial, está prohibida por ley. En este sentido, Barrios Históricos Vivos junto al Observatorio por el Derecho a la Ciudad están juntando firmas para presentar un amparo a la justicia. Años atrás esta batalla se ganó en calle Defensa.

“Si esta renovación avanza -amplía Mariel- vamos a tener todos los días una feria gastronómica permanente, con ruidos hasta la madrugada, algo que para nosotres es inimaginable. Además, lo único que fomenta esta iniciativa es una cultura del entretenimiento en el peor sentido, porque solamente la gente con plata es la que se podrá sentar a consumir en estos lugares, es decir gente que viene a ver o a escuchar cualquier cosa en cualquier horario”.

“La habilitación de boliches, mesas en las veredas y calles, comenzó de un día para otro tras la pandemia. De un día para otro las calles se llenaron de mesas, música a todo volumen y fachadas hediondas”, afirma Mariel y asegura que el Gobierno de la Ciudad, no se encarga de la limpieza de esas fachadas, ni de su mantenimiento, y pone en duda que las reformas encaradas por la administración porteña mejoren la calidad de vida de los vecinos y las vecinas. “Al eliminar las veredas, nivelar las calles y colocar esos bolardos bala, va a quedar más espacio para poner mesas y sillas que van a obstaculizar el ingreso a nuestras viviendas”, añade.

«Damos esta batalla porque estamos defendiendo nada menos que el lugar donde vivimos. Somos Barrios Históricos Vivos. Quienes los habitamos también formamos parte de esa memoria histórica, somos patrimonio”, apunta Mariel y agrega: “Elegimos vivir acá y queremos defender el barrio que consideramos que nos es propio, con su idiosincrasia y con su gente. Obviamente exigimos que se preserve y que destinen fondos para mantener las fachadas, para cuidar las veredas, pero no para hacer una obra destinada únicamente a favorecer a un grupo de empresarios e inversores que van a invadir literalmente el barrio y no les importa si nos tienen que echar de nuestro lugar de pertenencia y, si nos quedamos, vamos  andar por la calle esquivando bolardos, mesas y macetones de cemento”.

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Fotos: Roberto Bernard / Barrios Históricos Vivos / Observatorio por el Derecho a la Ciudad

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