Belgrano, el «fisiócrata».
Alentaba la agricultura y promovía la educación para la mujer
Entre sus múltiples facetas como secretario del Consulado en Buenos Aires (institución administrativa del virreinato), organizador de la Revolución de Mayo, vocal de la Primera Junta y jefe militar de un Ejército armado de apuro ante la reacción realista, Manuel Belgrano fue también un promotor de políticas económicas.
En relación a este punto, Gabriel Di Meglio, Araceli Bellota, Daniel Balmaceda y Hernán Brienza coincidieron en que el creador de la bandera había propuesto «cambios profundos» en la economía anterior a 1810 pero a la hora de revisar sus ideas alertaron sobre el riesgo de analizarlo fuera de época, para evitar, marcó Di Meglio, caer en «anacronismos».
«Hay gente que puede defender a Belgrano como un iniciador del liberalismo, porque tenía ideas liberales, otros creen que pueden tomar la idea de que era estatista, pero la verdad es que la economía de entonces, caracterizada por el monopolio español, no tiene nada que ver con la actual», advirtió el director del Museo Histórico Nacional.
Y luego señaló que Belgrano, mientras ejerció su rol de funcionario de la monarquía en el Río de la Plata, «trató de pensar como liberalizar el comercio, cómo romper el monopolio, y proponía impulsar la agricultura, en vez de la ganadería, y al mismo tiempo desarrollar la educación, que él creía que eran formas para llegar a progreso».
Desde otro ángulo, Bellota lo definió como «un fisiócrata» (escuela de pensamiento económico francesa del siglo XVIII que postulaba los beneficios del libre-cambio y la actividad agrícola) pero sobre todo subrayó que Belgrano expresaba algo «insólito para su tiempo» porque «hablaba de la importancia de la educación de las mujeres».
«Ese pensamiento, de valorar a las mujeres, es francamente notable para un hombre de los tiempos de Belgrano», destacó la historiadora, mientras que en relación a su pensamiento económico señaló que durante su labor como secretario del Consulado ya había expresado su pensamiento «orientado a la explotación y producción de este territorio» (por el entonces virreinato) en contraste con la postura de España, «a la que no le había interesado nunca promover la industria en estas tierras», completó Bellota.
Brienza, por su parte, aseguró que «el Belgrano más brillante es el industrialista y educador» y en ese sentido destacó dos documentos escritos por el abogado y economista: el primero, un artículo que publicó unos días antes del 25 de mayo de 1810 en el periódico El Correo de Comercio, en el que planteaba que la principal causa en la declinación de las naciones era la desunión.
«Belgrano dice que las naciones que decayeron fueron las que se desunieron, mientras que la principal virtud de una nación poderosa es su unidad nacional, su unión», parafraseó Brienza para luego citar otro mensaje escrito, en este caso de la etapa en que el creador de la bandera se desempeñó como funcionario de la administración local del virreinato, con el cargo de secretario del Consultado.
En esa etapa, en un documento de 1802 conocido como Memoria Consular, Belgrano escribió que «todas naciones cultas se esmeran en que sus materias primeras (sic) no salgan de sus Estados a manufacturarse, y todo su empeño es conseguir, no sólo el darles nueva forma, sino aun atraer las del extranjero para ejecutar lo mismo».
Balmaceda, sobre el mismo tema, consideró que «las propuestas económicas de Belgrano de 1810 son las mismas por las que él había venido bregando desde que se hizo cargo del Consulado, en 1794», y al referirse en particular a ellas las resumió en el desarrollo de las «economías regionales, producciones locales, aprovechar la tierra e inclusive el lodo y generar cultura del trabajo».