Byung-Chul Han y su radiografía de una sociedad adicta a likes
por Mercedes Ezquiaga
Con un análisis que desmenuza la sociedad contemporánea que habitamos, adicta a los likes en redes sociales, fóbica al dolor, que ha perdido sus rituales y que desdibuja las barreras entre ocio y trabajo, la figura del filósofo surcoreano Byung-Chul se colocó en el último tiempo entre las miradas más lúcidas pero también más populares de la actualidad, un fenómeno que tiene su correlato en Argentina con una andanada de nuevas publicaciones que recogen la potencia de su discurso centrado en el agotamiento que genera el imperativo occidental de éxito y positividad.
«La sociedad paliativa”, “Buen entretenimiento”, “La desaparición de los rituales” y “Caras de la muerte” son algunos de los títulos de este prolífico autor afincado en Berlín, todos ellos recién publicados por el sello Herder y distribuidos por Manantial. Catalogados en la rama de la filosofía popular, constituyen volúmenes breves, ingeniosos, de amena digestión, llevaderos y contundentes, casi como un buen video de Tik Tok.
“El símbolo chino para ‘Chul’ significa ‘hierro’ o ‘metal’ pero también ‘luz’. En coreano, filosofía significa ‘Chul-Hak’, es decir, ‘ciencia de luz’. De esta manera seguí en mi vida, sin saberlo, el significado de mi nombre”, contó alguna vez Han, que viajó a Alemania para estudiar Metalurgia en la Universidad Técnica de Clausthal-Zellerfeld, aunque una vez allí cambió por completo el rumbo de sus intereses.
Para algunos nada tiene que ver el pensamiento de este filósofo oriental que reflexiona desde Occidente con la factoría de entretenimiento que proviene de su país, Corea del Sur y que ha conquistado un inmenso público internacional en terrenos como la música, la televisión o el cine, del viral “Gangnam Style” al film Parasite, pero es innegable que de manera similar han triunfado en sus respectivas disciplinas, salvando las distancias.
Pero además, el filósofo es reacio a dar entrevistas a la prensa sobre sus escritos, y cuando lo hace, sólo responde vía correo electrónico, en el idioma que adoptó -el alemán-, a lo que sumó en el último tiempo un nuevo requisito que es solo hablar con personas que sean filósofos (o filósofas), un obstáculo que podría sortearse con una estadía de cinco años en la sede de la Facultad de Filosofía de la calle Puan para tener posiblemente -así y todo puede que diga que no- un intercambio con el pensador apto todo público.
De cualquier modo, este surcoreano-alemán con una amplia llegada al público masivo entregó algunos de los conceptos más sobresalientes del mundo incierto que habitamos: así, en el más reciente “La sociedad paliativa” alude a una sociedad actual que ha desarrollado una fobia al dolor, en la que ya no hay lugar para el sufrimiento, algo que se refleja tanto en lo personal como lo social, e incluso en la política.
“El imperativo neoliberal ‘sé feliz’, que esconde una exigencia de rendimiento, intenta evitar cualquier estado doloroso y nos empuja a un estado de anestesia permanente”, asegura el autor sobre este cambio radical de paradigma en Occidente, a diferencia de las sociedades premodernas, las cuales tenían una relación muy íntima con el dolor y la muerte.
«Han abre la pregunta acerca de si tal vez todos esos corazones de las redes sociales, todos esos pulgares arriba de Facebook, todas esas interacciones simpáticas que se supone que reafirman nuestro bienestar, tal vez no son todo lo que necesitamos para estar bien. Suponiendo que tenemos ese malestar que la pandemia intensificó muchísimo, ¿cómo lo podemos expresar? ¿Tenemos permitido expresar ese malestar? «, dice el escritor y periodista Nicolás Mavrakis, autor del flamante libro “Byung-Chul Han y lo político” (Prometeo).
«Ahí es donde me parece que él hila muy bien una sensación general de los usuarios de internet: pensemos la totalidad del mundo civilizado, que experimenta ese malestar, agotamiento y sin embargo son sensaciones que entran en contradicción evidente con este mundo digital del ‘Me gusta’ permanente», acota.
Fue en el año 2015 -hace tan solo seis años- cuando conocimos de manera masiva, traducida en Argentina, la mayor parte de la obra de este pensador especialista en Martín Heidegger y promocionado entonces como “la gran revelación de la filosofía occidental”. Allí se produjo un desembarco que entonces incluyó los títulos “La sociedad del cansancio” (2012), “La sociedad de la transparencia” (2013), “La agonía del Eros” y «En el enjambre y Psicopolítica” (2014), todos éxitos de ventas en Europa.
“Hay algo clave en todos los libros de Han que es esta actitud pesimista, que hay que entender como el típico gesto del Romanticismo. El de aquel que denuncia un malestar del presente, nuestro presente tecnológico diríamos hoy, en contraste con un tiempo pasado que se supone habrá sido bueno, tiempo en que los rituales se cumplían, o con un tiempo futuro por venir en el que los rituales volverán a cumplirse”, señala Mavrakis.
La percepción del autor de «No alimenten al troll» y «En guerra con la piel» se acentúa especialmente en el caso de “La desaparición de los rituales”, donde Han no solo esboza una genealogía de la desaparición de los ceremonias y ritos, sino que se anima a citar “El Principito” y aventura diversas alternativas para liberar a la sociedad de su narcisismo colectivo gracias a, claro está, aquello que da por desaparecido en el título del mencionado libro.
«¿Por qué Han es un crítico romántico? -se interroga Mavrakis-. Porque en definitiva no importa tanto aquel pasado perdido o futuro por venir, sino lo que le interesa a él (romántico en sentido que refiere a futuros o pasados idealizados, abstractos, irrealizables o irrealizados) es la denuncia por ese malestar en el presente».
«Esa es la actitud romántica de Han: mostrar la disconformidad con lo que hay en la actualidad, y se contrasta con lo que pudo haber o lo que habrá, un espacio indefinido, aquello que alguna vez fuimos o aquello que alguna vez volveremos a ser, es decir, lo que no existe. Solo sirve para mostrar el malestar ante lo que se nos impone en determinada época, en este caso, la vida digital masificada, una vida que pasa a través de las redes sociales, algo que se intensificó mucho más después de la pandemia de Covid”, deduce el escritor argentino.
Prolífico escritor e inesperado best-seller, en “La sociedad del cansancio” el pensador diplomado en las universidades de Munich y Friburgo sentencia el sufrimiento, el agotamiento, de la sociedad occidental a causa del exceso de positividad que provoca individuos agotados, fracasados y depresivos (“Hoy no se tortura, sino que se postea y se tuitea”, ha dicho), mientras que en otro de sus éxitos de ventas, “La agonía del Eros”, achaca al neoliberalismo y su manía de convertir todo en mercancía la desaparición de lo erótico y su reemplazo por lo pornográfico.
En “Psicopolítica” utiliza ese término para aludir a aquel sistema de dominación que en lugar de emplear el poder opresor, utiliza un poder seductor, inteligente (“smart”), que consigue que los hombres se sometan por sí mismos al entramado de dominación; en el más reciente “La desaparición de los rituales”, Han analiza la lenta evaporación de aquellas fuentes de adhesión social y de familiaridad.
“Los rituales, como acciones simbólicas, crean una comunidad sin comunicación, pues se asientan como significantes que, sin transmitir nada, permiten que una colectividad reconozca en ellos sus señas de identidad. Sin embargo, lo que predomina hoy es una comunicación sin comunidad, pues en el mundo contemporáneo, donde la fluidez de la comunicación es un imperativo, los ritos se perciben como una obsolescencia y un estorbo prescindible”, analiza el filósofo en sus páginas.
Según Mavrakis, «esta idea de un ritual que se termina o puede volver, no es más que un llamado típicamente romántico a restituir algo que en el fondo no importa si se restituye o no, porque es una creación abstracta, romántica, idealizada. Sino que están ahí para denunciar aquello del mundo que se nos impone, en este caso, la desaparición de ciertos rituales. Que según Han hacían de nuestra vida algo más ordenado, reflexivo, y en algunos casos sabemos que no es así. Que no tienen sentido».
«Lo que uno encuentra cuando lo lee no es tanto un programa futuro de lo que deberíamos ser, sino una crítica contemporánea actual a lo que estamos experimentando. En este caso, un mundo que intensificó mucho más su encierro en las pantallas después de la pandemia de Covid», concluye.